Blog del párroco
DOMINGO 22 DEL TIEMPO ORDINARIO (29 de agosto) 
lunes, agosto 23, 2010, 05:37 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 22º DEL TIEMPO ORDINARIO (29 de agosto)

1ª Lectura: Eclesiástico 3, 19-21.30-31. Hazte pequeño y alcanzarás el favor de Dios.

Salmo 67: Has preparado, Señor, tu casa a los desvalidos.

2ª Lectura: Hebreos 12, 18-19.22-24. Os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo.

Evangelio: Lucas 14, 1.7-14: Todo el que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.

La primera lectura nos habla de la humildad, como sencillez y reconocimiento de la propia verdad, actitud más estimada que la generosidad.
La experiencia personal nos demuestra que las personas sencillas son más aceptadas, mejor acogidas y se ganan con más facilidad el afecto de todos. Humildad ante Dios y amabilidad y dulzura ante las personas, piedad y fraternidad, son dos caras de la misma actitud ante la vida.

La carta a los Hebreos (2ª lectura) nos exhorta a la santidad de la vida cristiana: “buscad la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie verá al Señor” y el único camino es Jesús, su vida y su mensaje, único Mediador ante el Padre. Fuera de Él no hay más que “tormentas y densos nubarrones”.

En el evangelio Jesús nos da dos consejos: cuando te inviten a un banquete, no te creas que eres el más importante, y vayas a sentarte al lugar principal, al revés, ve al último puesto. Y cuando invitemos nosotros, no lo hagamos solamente a quien nos lo pueda corresponder. Humildad y discreción, no considerarse nunca superiores a los demás, y generosidad.

Muchas veces, por pura pobreza personal, pensamos que hay cosas que nos hacen mas valiosos y con mas derechos que los demás: la cultura, los medios materiales, el trabajo, las diferencias sociales…y reclamamos distinciones y privilegios. También, por pura pobreza, esperamos ser reconocidos y correspondidos por todo lo que hacemos. No somos los mismos ni actuamos de la misma manera con todas las personas.
El Señor en su enseñanza nos recuerda que todas las personas somos iguales, hijos del mismo Padre, creados y redimidos por el mismo amor, llamados al mismo destino. El, para no perdernos, se hizo hombre poniéndose a la altura del más pequeño; la encarnación es el gran gesto de humildad y de amor de Dios: “se rebajó, se despojó de su rango, se hizo hombre”. No hay mayor gesto de humildad que la Encarnación del Hijo de Dios. Entonces, todos los hombres recibimos la dignidad de hijos de Dios y de hermanos e iguales entre nosotros. Desde entonces sabemos que la humildad nos permite acercarnos y que nos encontramos con los hermanos y les mostramos nuestra propia verdad.

La dinámica de Dios es diferente a la del mundo. Dios que es grande, se hace humilde y pequeño para servir y comprometerse con todo ser humano, por pura gracia, por la dignidad de la persona servida y porque esta es la única forma, no hay otras, de expresar y vivir la propia dignidad personal.

Sentirse superior, empujar, pisar, ningunear, utilizar, aprovecharse de, engañar, explotar, ignorar,….Todo esto, ¡que lejos está de dar la vida por amor!.
La humildad no es una virtud mas, es la forma de ser de verdad, ante Dios, ante el hermano y ante nosotros mismos.

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