sábado, junio 18, 2011, 10:40 AM - Comentarios a las Lecturas
SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (19 de junio)1ª Lectura. Éxodo 34, 4b-6.8-9. Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso.
Salmo. Daniel 3. 52ss. A ti gloria y alabanza por los siglos
2ª Lectura. De la 2ª carta de San Pablo a los Corintios, 13, 11-13. La gracia de Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo.
Evangelio. Juan 3, 16-18. Dios mandó si Hijo al mundo para que se salve por él.
Terminado el tiempo de Pascua con la celebración de Pentecostés, la Iglesia quiere que contemplemos el misterio total de Dios, el manantial de la vida cristiana que es el misterio de la Santísima Trinidad.
Misterio, porque estaba lejos y se ha acercado, porque era invisible y le hemos contemplado. Misterio, porque nos resulta difícil comprender tanto amor y una solicitud tan entregada por parte de Dios. El Dios anterior a la creación, nos envuelve y habita en nuestro corazón.
La liturgia, y en especial la santa misa, está dirigida el Padre, por Cristo, en el Espíritu. Comienza con el saludo trinitario: “la gracia de Ntro. Sr. Jesucristo…” y termina con la bendición de “Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo”. Del Padre se subraya el amor, fuente de todo; del Hijo la gracia, don de salvación, quien nos lleva a la plenitud; del Espíritu Santo la comunión. Son tres dimensiones del amor de Dios: un amor que da vida, que restaura, que transforma. Un amor que dignifica y eleva.
La Eucaristía es la expresión externa de este amor. La Iglesia es enviada por la Santísima Trinidad y solo se entiende a sí misma y su misión en el mundo si se reconoce desde esta fuente de amor. La vida de cada cristiano debe ser prolongación de este amor de Dios. En Cristo hemos conocido el amor del Padre, hemos escuchado su Palabra y hemos experimentado su presencia en nuestra alma.
El evangelio de hoy nos dice que “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo para que no perezca ninguno de los que creen en él. Porque Dios, no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salva por él”.
Nuestro Dios no es impositivo, se ofrece;da vida, enriquece, llena de paz, invita a la entrega y a la donación personal; espera de nosotros solidaridad, justicia, comunión. Es un Dios de comunión.
Hoy celebramos el día de los religiosos y religiosas contemplativas, los que viven intensamente su “ser presencia de la Trinidad”. Le pedimos al Señor que no falten vocaciones a la vida contemplativa en la Iglesia.
Y para todos los cristianos pedimos al Señor vivir en unidad y comunión. La unidad interior nos da coherencia, madurez. La comunión nos impulsa a cuidar nuestras relaciones con los hermanos, evitando los criterios de interés personal, simpatías o antipatías, para vivir desde los criterios del Señor que nos urge a descubrir hermanos, valorados desde el amor de Dios en nosotros.
Comunión en las familias, en las parroquias y comunidades religiosas, en la Iglesia diocesiana y universal. Comunión en la sociedad y en el mundo. "Para que el mundo crea".