lunes, julio 11, 2011, 08:06 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO (17 de julio)1ª Lectura. Sabiduría 12, 13. 16-19. En Dios no son incompatibles la justicia y la misericordia; él es paciente con los pecadores en espera de arrepentimiento, postura que debemos aprender todos sus hijos,
Salmo 85. Tú, Señor, eres bueno y clemente. Esta bondad es la base de nuestra confianza.
2ª Lectura. Romanos 8, 26-27. El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables, dirige nuestra oración y nos sugiere lo que debemos pedir.
Evangelio. Mateo 13, 24-43. Dejadlos crecer juntos hasta la siega.
El evangelio nos propone tres parábolas del Reino que nos hablan de la paciencia de Dios: el trigo y la cizaña, el grano de mostaza, la levadura. La Palabra de Dios está llena de sabiduría y se dirige e interpela a todos.
En el mundo está presente el mal y el bien. Lo detectamos con facilidad, pero tenemos el peligro de pensar que el mal está en los otros. La parábola nos dice que el mal no procede de Dios (hay un enemigo que lo siembra de noche). Dios lo ha hecho todo bien y para el bien y la felicidad del hombre. Pero ¿qué es lo bueno y qué lo malo? Hay que mirar los frutos, “por sus frutos los conoceréis” y hay que dar tiempo y esperar. ¡Cuánto agradecemos todo el tiempo que Dios nos da para ir cayendo en la cuenta, a lo largo de la vida, de los errores que cometemos y en los que nos instalamos! “Dejadlos crecer juntos”. En todo corazón está presente el mal; hay que procurar, que la acción de la gracia nos vaya cambiando y que nuestros frutos sean buenos y evangélicos.
Esta parábola responde al peligro de los fundamentalismos (los otros son los malos) y de convertirnos en juez del hermano “arrancamos…”.Dios da tiempo y espera. No confunde el mal y el bien, no hace reduccionismos, pero espera en que cambie el ser humano. Siempre confía en la bondad del hombre.
La parábola del grano de mostaza es un canto a la humildad y sencillez. Es la más pequeña de las semillas, pero hay en ella energía para convertirla en arbusto frondoso donde aniden los pájaros del cielo. También en nosotros está la fuerza del Espíritu que nos hace crecer hacia arriba y que nos capacita para crear comunión.
La levadura nos habla de la sencillez de la palabra y de su poder transformador. Transforma y hace crecer toda la masa. Pero no puede perder su capacidad de ser levadura ni su misión de estar entre la masa. También el cristiano tiene que ser auténtico y estar al servicio de los demás.
El Reino de Dios ya está entre nosotros, haciendo su camino, aunque muchas veces no lo queramos ver. Dios es eficaz y no para, ni se detiene, en su deseo de salvar al hombre. Tiene todo el tiempo, porque es Señor de la historia; nos da tiempo, porque no nos quiere perder y cada persona tiene un ritmo de crecimiento y transformación personal. Ha optado siempre por lo humilde, lo discreto, nunca lo aparatoso ni lo triunfalista; no busca tener éxito ni triunfar, sino desde la verdad, salvar.
Jesús es fiel, su motivación siempre es la misericordia. Es paciente, renuncia a toda forma de violencia, que siempre atropella y destruye. Es buena noticia para los mansos, los sencillos, los que lloran, los pobres.
Que la Palabra de Dios, acogida con amor, nos vaya transformando en aquel que incansablemente nos busca y nos envía.