Blog del párroco
DOMINGO 30º DEL TIEMPO ORDINARIO 
sábado, octubre 22, 2011, 11:38 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 30 DEL TIEMPO ORDINARIO (23de octubre)

1ª Lectura. Éxodo 22, 21-27. Si explotáis a viudas y huérfanos, se encenderá mi ira contra vosotros.

Salmo 17. Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.

2ª Lectura. Primera a Tesalonicenses 1, 5c-10. Abandonasteis los ídolos para servir a Dios y esperar a su Hijo.

Evangelio. Mateo 22, 34-40. Amarás al Señor tu Dios y a tu prójimo como a ti mismo

Vuelven los fariseos a querer poner a prueba a Jesús, ¿Cuál es el mandamiento principal de la ley? Aunque Israel tenía muchos preceptos y las distintas escuelas tenían sus prioridades, responder a esta pregunta era fácil para un hombre religioso y conocedor de la ley, ya que todo judío, cuando recitaba tres veces al día el Shemá Israel, afirmaba la unicidad y soberanía de Dios, el deber de amarle con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas.

Jesús confirma y completa esta doctrina con el amor al prójimo, complemento del amor de Dios, ya que quien ama al prójimo, ama lo mismo que Dios ama
.
Lo primero es el amor de Dios con la totalidad del corazón. ¡Qué fácil nos resulta reducirlo solo a palabras, no buscarlo con la inteligencia, no preferirlo con el corazón y no servirlo con la vida! El pasado domingo escuchábamos “dar a Dios lo que es de Dios”. ¿Qué damos a Dios?

El amor a Dios y al prójimo se han comparado a una semilla que cae en la tierra de nuestro corazón: el amor a Dios son las raíces y el amor al prójimo el tallo, las flores y los frutos. Si la raíz es profunda, abundante, sana…el tallo es vigoroso y los frutos buenos y abundantes. Cuando no hay frutos, ¿qué utilidad tiene la raíz? La fecundidad del amor a Dios se nota en los buenos frutos que damos en todas las dimensiones de la vida, especialmente en la relación con los hermanos. Necesitamos profundizar en la vida de oración para que el Señor nos dé una mirada diferente para verlo todo como lo ve él, y fuerza y generosidad para vivir en coherencia con la fe. No puede haber dualidad entre vida de oración y vida de entrega: cada una se expresa y lleva a la otra. En la primera lectura ya encontramos unos preceptos que nos urgen a una gran solicitud por los pobres, el forastero, el huérfano, la viuda…porque su grito siempre llega a los oídos y al corazón de Dios: “si grita a mí yo lo escucharé, porque yo soy compasivo”.

Además, ¿a qué queda reducida la vida sin amor? La verdad de la vida está en el amor eficaz que nos libra de todos los males que nos empequeñecen: la codicia, la insolidaridad, la dureza de corazón, el egocentrismo, la crueldad…El que ama de verdad desarrolla todo lo mejor de sí mismo. Muchos santos, que han sido especialmente ejemplares por la práctica de la misericordia, han encontrado en su entrega y servicio a los ancianos, enfermos, niños abandonados, pobres…la vía de profundización personal en el misterio insondable de Dios. Teresa de Calcuta decía que las horas que pasaba de adoración ante la Eucaristía la capacitaban para contemplar el rostro de Jesús y servirlo en los hermanos necesitados. Lo único prioritario es todo lo que brota del verdadero amor.

Este domingo celebramos el día del DOMUND, el domingo mundial de la propagación de la fe. Es jornada de mirar con un cariño y una valoración especial a los misioneros sacerdotes, religiosos y laicos; rezar por ellos, valorar su ministerio, ayudarles económicamente.
Este año el lema es “así os envío yo” (Juan 20,21). Toda la Iglesia es misionera, la expresión de la fe es la misión. Cuando nos sentimos cautivados realmente por alguien nos cambia la vida y tenemos necesidad de compartirlo; lo mismo pasa con Jesucristo y la vida de fe. Si la fe es amar, ¿cómo no vamos a mostrar a los demás a quien ha cambiado nuestra vida? ¿Cómo vamos a vivir disimulando u ocultando la auténtica razón que nos sostiene?.

Los misioneros trabajan en lugares de primera evangelización. Nosotros lo estamos haciendo en antiguas comunidades cristianas que viven el desierto y el invierno de una radical descristianización en costumbres morales, en cultura, en creencias…con actitudes, muchas veces, contrarias e irreverentes ante la Iglesia institución y todos sus miembros.

Muchos sectores de esta sociedad, descristianizados en su fe y práctica religiosa y en sus comportamientos, mantienen algunas prácticas sacramentales, por motivos sociales, sin que sean ocasión de una nueva evangelización, poniendo a las parroquias que las celebran, en peligro de administrar los sacramentos de manera superficial y folclórica, como si no creyéramos realmente en lo que celebramos. Esta situación produce desánimo y tristeza en los sacerdotes, extrañeza en los cristianos mas formados y a veces escándalo.

Necesitamos entregarnos seriamente a una nueva evangelización, como nos urgía el beato Juan Pablo II, con un vigor más vibrante, con unos métodos más pedagógicos, con una santidad de vida más radiante. Es urgente cuidar la formación de los niños, desde el despertar religioso, tanto en las familias, en la parroquia y en la escuela. Por desgracia, hasta los niños de familias practicantes, no saben entrar en una iglesia ni entender los lugares y signos religiosos que en ella encuentran. La pérdida del sentido del domingo y de la práctica de la misa dominical ha supuesto el comienzo de la pérdida de la fe y del sentido de iglesia, conformándose con un vago sentimiento religioso que tranquiliza pero que no compromete a nada y termina desapareciendo. Es necesario amar la parroquia, frecuentarla, que sea “la otra casa” donde me encuentra apoyado en la oración y compañía en mis situaciones difíciles. Las iglesias no son “lugares comerciales” donde acudo si me interesa el producto, si el horario me resulta cómodo y donde no me conocen para que no me impliquen. Es el hogar donde te encuentras con los tuyos, tienes tu sitio, siempre te aportan y siempre te enriqueces.

La encarnación de Jesús en el seno de Mará fue la llegada a una hogar en el que empezando por los más humildes no quiso que se perdiera nadie.


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