Blog del párroco
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA (4 de marzo 2012) 
sábado, marzo 3, 2012, 12:39 AM - Comentarios a las Lecturas
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo B (4 de marzo 2012) Día del Seminario (en la diócesis de Valencia).

1ª Lectura. Génesis 22, 1-2.9a.15-18. Te bendeciré por no haberte reservado a tu único hijo.

Salmo 115. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

2ª Lectura. Romanos 8, 31b-34. Si Dios está con nosotros, ¿Quién estará contra nosotros?

Evangelio. Marcos 9, 1-9. Este es mi Hijo amado: escuchadlo.

El primer domingo de Cuaresma, en el evangelio, contemplábamos a Jesús en el desierto, lugar de oración, de prueba, de tentación. Hoy le contemplamos en una montaña alta, en el Tabor, en gloria, respaldado por el Padre, “este es mi Hijo amado, escuchadle” y acompañado por Moisés y Elías, la ley y los profetas, plenitud de toda la revelación anterior.

La primera lectura nos habla de un hijo, Isaac, en quien estaban centradas todas las promesas que había recibido su padre, Abraham, quien “sería padre de un gran pueblo”. Dios le pidió una prueba ilógica e inhumana: que en el monte Moria, sacrificara a su hijo, y con él, todas sus esperanzas humanas de llegar a ser algún día padre de un gran pueblo. Abraham creyó en Dios por encima de todo, sin conjeturas ni condiciones, y aceptó todo lo que le pidió. Dios no le permitió consumar el sacrificio de su hijo, la prueba que cuestionaba las promesas de Dios y su amor incondicional de amigo. La historia de Abraham, en el fondo, es una historia de amor y confianza hasta el límite: Dios es fiel a su alianza y a sus promesas; Abraham confía plenamente y nada le hace dudar de su fe en el Señor. Por eso es nuestro padre en la fe. Aquí contemplamos la segunda gran alianza del Antiguo Testamento.

La historia de Abraham siempre nos ha dejado sin palabras, ¡qué pruebas puede llegar a pedir Dios! ¡Qué camino más doloroso, en silencio, hasta el Moria, para sacrificar a su hijo! Le ató, levantó el cuchillo. El silencio de Dios. Le detuvo la mano. Menos mal, porque no podemos comprender, que un buen amigo pueda pedir tanto y llegar a este momento.

La historia de Jesús nos enseña que el Padre, cuando se trató del sacrificio de su propio Hijo, Jesucristo, le permitió llegar hasta el final, hasta la muerte en cruz. “El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él?”, nos dice Pablo en la segunda lectura. La entrega del Hijo realiza la alianza eterna de amor entre Dios y los hombres. El único que nos podría condenar es quien nos justifica, quien nos redime y salva.

Necesitamos contemplar a Cristo resplandeciente para encontrar fuerzas en el camino difícil y luz en los momentos de oscuridad para llegar al final, y reconocerle cuando se manifiesta oculto en el sufrimiento, en la muerte, en la Cruz. Necesitamos del esplendor del Tabor, para contemplar toda la divinidad y el infinito amor que se manifiesta en el Calvario.

La fe sostuvo a Abraham y nos sostiene a nosotros. Confiar en las razones de Dios, en los caminos de Dios, en las formas de actuar de Dios… más que en las nuestras. La cuaresma, como la vida de Abraham y la nuestra, y la misión de Jesús, es un camino. Unas veces no se ve la meta; otras, nos faltan fuerzas. “Este es mi Hijo amado, escuchadle”; “caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida”.

Hoy, en nuestra diócesis de Valencia se celebra el día del Seminario. Faltan sacerdotes y hay pocos seminaristas. En otros tiempos, en esta campaña se pedía, sobre todo, ayuda económica para que, muchos jóvenes con vocación y escasos recursos, tuviesen todo lo necesario para llegar al sacerdocio. Hoy hace falta que los jóvenes escuchen la voz del Señor que les necesita y que, desde una profunda fe, quieran dedicar su vida al servicio del Evangelio y de la Iglesia. Rezar por las vocaciones, por los seminaristas, por los sacerdotes; acompañar y ayudar a los sacerdotes; animar a los jóvenes; interpelar a los jóvenes más cercanos a nosotros. A través de los signos de los tiempos y de los acontecimientos de la vida nos habla el Señor, como nos ha hablado siempre. ¿Qué nos está diciendo? ¿Qué nos está pidiendo? Que el dueño de la mies haga que no falten en la Iglesia y en el mundo mensajeros de la Palabra, ministros de la Eucaristía y de los sacramentos, dispensadores de los misterios de Dios.

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