Blog del párroco
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA (18 de marzo) 
miércoles, marzo 14, 2012, 10:58 AM - Comentarios a las Lecturas
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA (18 de marzo) .Domingo Laetare.

1ª Lectura. 2º de las Crónicas 36, 14-16. 19-23. La ira y la misericordia del Señor se manifestaron por el exilio y la liberación del pueblo.

Salmo 136.Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.

2ª Lectura. Efesios 2, 4-10.Muertos por los pecados, por pura gracia estáis salvados.

Evangelio. Juan 3, 14-21. Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por Él.

En la oración colecta del primer domingo de Cuaresma pedíamos al Padre “avanzar en el conocimiento del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud”. Este cuarto domingo, en el que somos invitados a mirar a Cristo crucificado, expresión del gran amor fiel de Dios, ya tiene el tono alegre y lleno de consuelo de quien contempla la fidelidad de Dios más allá de nuestros abandonos y pecados.

El primer domingo de cuaresma acompañábamos al Señor al desierto donde considerábamos la realidad y el riesgo de la tentación. El segundo, subíamos a con Jesús al Tabor donde le vimos resplandeciente y en él contemplamos nuestro propio destino. El tercero, en el templo, nos urgía a vivir una religiosidad auténtica, purificada, coherente, donde la meta sea el culto al Señor y el fruto, la transformación del hombre. Hoy tenemos que contemplar los signos de la pasión para, por encima de todas nuestras infidelidades, descubrir el amor fiel y salvador de Dios.

En la primera lectura vemos la infidelidad de Israel que le llevó a no cumplir el decálogo, a romper la alianza del Señor y a profanar su Templo. Vino la destrucción, el exilio…, pero tras muchos años de prueba, por la fidelidad de Dios, vino el retorno de los exilados, la reunificación del pueblo y la reconstrucción del templo.

“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno”. La fidelidad del Padre se llama Jesús. El es el amor excesivo del Padre por nosotros: “…no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salva por él”. El hombre falla a la alianza y Dios, solo Dios, tiene que recuperarla por el perdón, para no perder a los hombres.

Además, encontramos en el evangelio de Juan, una expresión difícil que encierra mucha fuerza: “como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna”. En el desierto, los mordidos por las serpientes venenosas, miraban aquel mástil-estandarte de Moisés y quedaban curados; los “mordidos” por el mal, por el pecado…tenemos que mirar a Cristo crucificado. Cristo, enroscado en la cruz, ha cambiado el veneno y la desobediencia, en medicina de amor filial. En él, en la gran verdad de su persona, de su vida, está la curación para todos los mordidos por el pecado. El es el único Remedio, él nos ofrece el elixir de la curación y de la inmortalidad; podemos vivir con plenitud si le imitamos y seguimos; en él está la vida para siempre.

Mirarle con fe y amor. Acercarnos a su luz y a su verdad. Aceptar la paradoja de la Cruz: en Cristo entregado por amor, está la vida. No aceptarla es autoexcluirnos de la salvación que Dios nos ofrece en Cristo crucificado.

Pablo nos recuerda, en la misma línea que Juan, que nuestro Dios, rico en misericordia, estando muertos por el pecado, nos ha hecho revivir a una esperanza nueva. ¡Menos mal que Dios siempre es fiel a su alianza!

Nos falta a los cristianos mucha capacidad de contemplar el amor de Dios, para ser más agradecidos, más humildes y esforzarnos más en ser fieles. No salimos de la actitud de creer que es Dios el que tiene que estar agradecido con nosotros por lo poco que hacemos y de entretenernos y justificarnos con nuestras pobres devociones y prácticas que no cambian la vida y que nos distancian de nuestra responsabilidad con la pobreza y el sufrimiento del hermano. El que es consciente del valor de lo que recibe, hace de su vida una entrega generosa, discreta y con alegría.


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