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DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCION (8 de abril) 
domingo, abril 8, 2012, 09:36 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN (8 de abril 2012)

1ª Lectura. Hechos 10, 34ª.37-43. Nosotros hemos comido y bebido con Él después de su resurrección.

Con el bautismo de Cornelio, Pedro abre la puerta de la Iglesia a los gentiles. En su predicación, Pedro anuncia a Jesucristo, su vida, pasión, muerte y resurrección; también habla de sus apariciones como de verdaderas misiones a los discípulos. Jesús es el mediador universal y la fe una invitación a todas las gentes ya que Jesús ha venido para todos.

Salmo 117. Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo.

2ª Lectura. Colosenses 3, 1-4. Buscad los bienes de allá arriba donde está Cristo.

La resurrección del Señor hace que los cristianos tengamos una dimensión espiritual mayor en la vida. Tenemos que estar en el mundo, en la sociedad, con sentido de la responsabilidad ante todos los retos de bien y de justicia que nos plantee la vida, pero la clave del valor de todo está en que somos ciudadanos del cielo y de que el cielo, conquistado por la resurrección de Jesucristo es nuestro destino. “Buscad los bienes de arriba… donde está Cristo”. La gran motivación es la misericordia y la misión, hacer el bien. Tengamos la forma de ser y actuar de Cristo, “nuestra vida está escondida con Cristo…”, que él actúe en nosotros.

Secuencia. (Es un himno poético, que se conserva en algunas celebraciones muy importantes del año, referente a la fiesta que se celebra):

Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza,
a gloria de la Víctima propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte en singular batalla,
y, muerto el que es la vida, triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino, María en la mañana?.
A mi Señor, glorioso, la tumba abandonada,
los ángeles testigos, sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!...

Evangelio. Juan 20, 1-9. El había de resucitar de entre los muertos.

María Magdalena va, muy de mañana al sepulcro, necesita estar junto al Maestro y no comprende lo que encuentra, el sepulcro vacío. Lo comunica a Pedro y a Juan. Primero Juan dejó pasar a Pedro, el constituido en pastor de la Iglesia, quien “vio” que el sepulcro estaba vacío, no saqueado, no había desorden, sino abandonado. Entró Juan, e inmediatamente vio y creyó: solo el amor da una profundidad distinta; recordó lo dicho, que tenía que resucitar de entre los muertos.

¡El Señor ha resucitado! Ha vencido a la muerte, su vida y su palabra son verdad. Debemos vivir desde Cristo, porque eso es la vida. La fidelidad a él es el camino para seguirle en el cielo. Hay que renunciar a todas las seducciones del mal, que son muchas, para que no domine en nosotros el pecado.
María Magdalena se pregunta: ¿dónde está el Señor? ¿Dónde lo podemos encontrar?. En el trabajo; en el camino de la vida, aunque estemos de vuelta desanimados; cuando estamos reunidos rezando; cuando profundizamos meditando su palabra; cuando atendemos, servimos y ayudamos con amor; en el hermano solo y desamparado; en el sagrario, en la fracción del pan-eucaristía…¡Que vuelva a arder nuestro corazón en el camino, porque Cristo, Pastor resucitado, nos guía, alimenta, protege, estimula, a vivir la entrega y el servicio!

¡Reina del cielo, alégrate, aleluya. Porque aquel a quien llevaste en tus entrañas, aleluya, ha resucitado según su palabra, aleluya. Ruega a Dios por nosotros, aleluya!

¡Felices y fieles pascuas de Resurrección en el Señor!

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