Blog del párroco
DOMINGO 16 DEL TIEMPO ORDINARIO (22 de julio de 2012) 
lunes, julio 16, 2012, 08:49 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 16º DEL TIEMPO ORDINARIO (22 de julio)

1ª Lectura. Jeremías 23, 1-6. Reuniré el resto de mis ovejas y les pondré pastores.

Salmo 22. El Señor es mi pastor, nada me falta.

2ª Lectura. Efesios 2, 13-18. El es nuestra paz y ha hecho de dos pueblos una sola cosa. Reconcilió…unió…mediante la cruz, trajo la noticia de la paz.

Evangelio. Marcos 6, 30-34. Andaban como ovejas sin pastor.

El Señor nos quiere dar paz y serenidad para poder vivir. Después de la experiencia de la misión quiso llevarse a los discípulos a un sitio aparte, para estar con ellos, escucharlos con tranquilidad, disfrutar estando juntos y que descansen de la misión; ni allí les dejaron tranquilos, pero el Maestro sintió lástima al verlos tan desorientados y les enseñaba “con calma”.

Es necesario buscar tiempos de silencio, de serenidad, de descanso; así, recuperamos fuerzas físicas y serenidad interior. Cuando vivimos agobiados, sin poder reflexionar, tenemos el peligro de perder de vista los objetivos fundamentales de la vida y de dedicar nuestros esfuerzos a lo que no vale la pena. La oración, para los cristianos, es un tiempo de estar ante el Señor, hablándole desde la mayor sinceridad del corazón, pidiéndole que busquemos hacer su voluntad por encima nuestros caprichos e intereses, escuchándole. El nos ayuda a dedicarnos a lo fundamental, a hacerlo con sencillez y verdad, a no querer hacer daño, de ninguna manera a nadie, porque todos son sus hijos; a unir, a no perder a nadie, a reconciliar.

El tiempo de descanso es necesario para superar las rutinas, encontrarnos con nosotros mismos, dedicar más tiempo a los demás, para volver a nuestro sitio de trabajo con una visión nueva, celebrando y valorando todo lo que tenemos.
Es tiempo de valorar la gratuidad, el tiempo que “regalamos”, por amor e interés por los otros y por la satisfacción personal de hacerlo, superando el “eficacismo” de hacer solo lo que nos reporta algún tipo de beneficio.

Los templos deben ser espacios donde se vive la acogida fraterna, el silencio y el recogimiento adecuado que nos permite estar atentos a lo esencial y vivir a otra velocidad, en la que, en vez de sentirnos arrastrados por las circunstancias, somos protagonistas de nuestra propia vida. Ya quedan pocos espacios donde esto sea posible; nos aturden los ruidos, las músicas y las palabras. En los templos, en los sagrarios, hay Alguien que con gran amor, interés y respeto nos escucha, nos acompaña y nos ilumina.

Tenemos el peligro de que las celebraciones sean convertidas solamente en actos sociales, donde ya no se sabe estar, seguir la celebración, participar…ni se va adecuadamente vestidos (indicando la falta de sentido con el que se acude a la celebración), y vacíos de sentimiento religioso. Secularizar así las celebraciones y el templo como lugar de oración será una desnaturalización de las celebraciones y de los espacios religiosos. Esto es tarea de todos y cada uno de los cristianos, vivirlo, procurarlo y enseñarlo, no de que el sacerdote “se queme” urgiendo disgustado algo que debemos valorar todos los cristianos. No es lo mismo asistir a una celebración religiosa que a cualquier otro acto, festival o fiesta.
El verano es tiempo propicio para buscar estos tiempos de reflexión, interiorización, estar con los amigos, con Dios…para volver fortalecidos, descansados, mas llenos de humanidad, con las ideas y proyectos más claros…y para sentir a Dios más cerca.

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