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DOMINGO 19º DEL TIEMPO ORDINARIO (12 de agosto) 
miércoles, agosto 8, 2012, 10:27 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 19º DEL TIEMPO ORDINARIO (12 de agosto)

1ª Lectura. 1 Reyes 19, 4-8. Con la fuerza de aquel alimento caminó hasta el monte de Dios. Elías vive un momento de crisis que le lleva a desear la muerte. El Señor la alimenta, le da fuerzas para seguir.

Salmo 33. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

2ª Lectura. Efesios 4, 30- 5,2. Vivid en el amor, como Cristo. Siguen los consejos que da el apóstol y que suponen un verdadero y concreto plan de vida; hay cinco vicios que deterioran la relación con los demás: amargura, ira, enfados, insultos y toda maldad. También habla de virtudes que son consecuencia del amor: bondad, compasión, perdón, que nos tienen que asemejar a Jesucristo, hombre nuevo.

Evangelio. Juan 6, 41-51. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.

Jesús es “el pan que ha bajado del cielo”, porque procede del Padre, no es solo hombre verdadero; esta expresión evoca el otro pan “bajado del cielo”, el maná, que regaló Dios en el desierto y que les permitió caminar, no morir, llegar a la tierra de promisión, sentirse cada día sostenidos por la providencia de Dios. Todo eso supone Jesucristo para nosotros: es el don del Padre que nos fortalece en la lucha diaria y que nos ayuda a llegar al cielo.

A sus paisanos les resultó difícil aceptar el mensaje porque cuestionaron al mensajero. Conocer el origen histórico de Jesús les dificultó para llegar a conocer y aceptar todo su misterio. Muchas veces, prejuicios y envidias contra las personas nos impide conocerlas y beneficiarnos de todo lo que nos pueden aportar.

“Yo soy el pan de la vida” “el que cree en mí “y “el que coma de este pan, vivirá para siempre” “El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.

El Señor nos lo entregó todo en su muerte en la cruz, “que yo os daré”; allí nos amó hasta el extremo. Su carne es su vida (“el Verbo se hizo carne”). La unión con Cristo no consiste solamente en parecernos a él, sino el ser también hijos del Padre. En la comunión él establece un vínculo estrechísimo con nosotros, no se puede tener más unión, él entra en nuestro interior, para que su vida sea nuestra vida y nosotros participamos de su pasión, de su misión, de su entrega. El Verbo se hizo “carne” y nosotros comemos la “carne del Hijo del Hombre”.

La Eucaristía hace presente entre nosotros los últimos tiempos (dimensión escatológica). Se adelanta el cielo en la tierra y nosotros “gustamos”, porque tenemos ya “una prenda de la gloria futura”, lo que esperamos.

Ante la Eucaristía siempre hay que tener una actitud de amor, gratitud, respeto, compromiso, correspondencia. Es Dios mismo: Es la misma vida de Dios que nos sale al paso, para fortalecernos y que sigamos caminando, para consolarnos y que seamos felices, para que transformemos el mundo en algo más parecido al proyecto de Dios. Ante la eucaristía todos somos hambrientos y pobres; todos, sin Cristo, vivimos en la anemia de la falta de compasión y misericordia. La Eucaristía nos hace más personas porque nos asemeja más a Dios, el proyecto inicial desde el que fuimos creados.

Tenemos el pan vivo. Vivamos todos de este pan. Que la Iglesia, que se expresa y visibiliza en la Eucaristía, la viva, para que en su misión no predique, muestre y entregue más que a Jesucristo.

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