Blog del párroco
LA SAGRADA FAMILIA (30-12-2012) 
viernes, diciembre 28, 2012, 05:04 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA (30-12-2012)

1ª Lectura. Eclesiástico 3, 2-6.12-14. El que honra a su padre alcanza el perdón de sus pecados, el que respeta a su madre amontona tesoros.

Salmo 127. Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.

2ª Lectura. Colosenses 3, 12-21. Revestíos del amor que es el vínculo de la perfección.

Evangelio. Lucas 2, 41-52. Jesús crecía en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres.

Celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia dentro de la octava de Navidad para subrayar el realismo de la encarnación: Dios se ha hecho hombre en el seno de una familia como cualquier otro niño; ha necesitado a una familia que le cuidara, le alimentara, le protegiera; que le enseñara a amar, a hablar, a rezar. Jesús ha formado parte de una familia como todos nosotros.

El evangelio nos presenta a Jesús, de doce años, todavía un niño, actuando como si fuese adulto: “tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre”. Ya se presenta como el Hijo de Dios: lo esencial de su vida será conocer y entregarse a la voluntad de su Padre, cumplir la misión para la que ha venido al mundo. Luego seguirá en Nazaret, vida discreta y oculta, de silencio, trabajo y obediencia, hasta que comience su vida apostólica a los treinta años.

La familia de Nazaret es un espejo donde mirarse cada familia y cada comunidad cristiana, donde se conjugan “comunión en el amor” y “misión”. Cada uno respeta profundamente el misterio que se da en la vida del otro: José respeta el silencio de María; María valora la confianza y la dedicación de José; los dos contemplan al Niño, le cuidan, y muchas veces, sin llegar a comprenderlo todo, porque el Niño les sobrepasa, le acompañan en la realización de la misión que el Padre le ha encomendado. Y el Niño crecía, en edad sabiduría y gracia, mientras José y María, guardaban palabras y acciones de Jesús en su corazón.

Los cristianos debemos cuidar nuestras familias con mucho cariño y dedicación; son comunidades de amor y de vida, donde debe haber mucho respeto y mucha entrega; es donde cada persona nos sentimos queridos, valorados, protegidos…donde vamos creciendo y abriéndonos a los demás; allí aprendemos qué es la gratuidad, porque lo recibimos todo, y a convivir con los demás, porque formamos parte de una comunidad y ni estamos solos ni somos el centro. En la familia aprendemos, en primer lugar, lo que respiramos (la serenidad, el cariño); después lo que vemos (qué importante es el ejemplo) y finalmente lo que nos enseñan, dicen y nos razonan y explican; al conocernos a cada uno con nuestras peculiaridades, se nos da el tiempo que cada uno necesita, se utiliza con cada uno el tono adecuado y se nos urge y exige según la edad y circunstancia en la que nos encontramos. Es la escuela de los aprendizajes esenciales: el amor, la palabra, la convivencia, la generosidad, la dignidad, el respeto a los demás, la verdad…

También es la Iglesia doméstica donde nacemos a la fe. Conocemos a Dios como a Alguien de nuestra familia; oramos desde que aprendemos a hablar; contamos con Él desde que comenzamos a sentir la presencia de los demás en nuestra vida. La familia es la comunidad más esencial en la trasmisión de la fe, porque solamente los que nos aman tienen la llave para entrar en nuestro corazón y en nuestra conciencia.

Para afrontar la tarea de formar nuestra familia, de crear nuestro hogar hace falta la madurez que da la bondad, el amor y la fe.
Necesitamos mirar a la familia de Nazaret y aprender de sus virtudes. Dedicarnos a nuestras familias como el principal reto que tenemos en nuestras vidas. Su realización no es un éxito individual ni personal sino una meta a la que se llega comunitariamente y que procura la perfección y la felicidad de todos.

Que Jesús, María y José nos enseñen y ayuden en estos tiempos en los que la familia ha sido tan poco considerada y valorada; donde la falta del verdadero amor ha sido la causa de tantas rupturas, violencias y sufrimientos; donde en lugar de vivir para los otros se les ha querido utilizar para el propio interés; donde la falta de fe ha puesto como ideales y metas en la educación, la codicia y el materialismo; donde al otro no se le ha mirado como un don, sino como una carga; donde los problemas y dificultades no han sido consideradas exigencias de mayor entrega personal sino motivos de rupturas y abandonos.

El ser humano cuando no ama, se siente pobre; y cuando carece de una comunidad de referencia se encuentra perdido.

Hemos recibido el regalo de nuestras familias y la tarea de crear unas nuevas, para que sean presencia del amor de Dios en el mundo e instrumentos del Señor en la trasmisión de la vida. Formamos parte de la gran familia que es la Iglesia y la comunidad humana. Que la familia de Nazaret nos ayude a corresponder a todo lo que hemos recibido.

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