Blog del párroco
DOMINGO 20º DEL TIEMPO ORDINARIO.Ciclo C (18-8-2013) 
viernes, agosto 16, 2013, 05:20 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 20º DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C (18-8-2013)

1ª Lectura. Jeremías 38,4-6. 8-10. Arrojaron al profeta a un aljibe porque su presencia y enseñanza molestaba.

Salmo 39. Señor, date prisa en socorrerme.

2ª Lectura. Hebreos 12, 1-4. Corramos con constancia la carrera que nos toca, fijos los ojos en Cristo.

Evangelio. Lucas 12, 49-53. No he venido a traer paz, sino división.

Jesús lo vivió todo con mucha pasión y entrega. Hoy su palabra en el evangelio nos conmueve: ha venido a prender fuego en el mundo y quiere que arda; le angustia la necesidad de tener que pasar por la pasión (“tengo que pasar por un bautismo…”) y le entristece la división que va a crear su persona y su predicación (“¿pensáis que he venido al mundo a traer paz?...división”). Precisamente El, quien nos dijo en el sermón del monte, “Bienaventurados los que trabajan por la paz”.

Jesús, su persona y su palabra, no dejan indiferentes y son como el fuego: iluminan, purifican, llenan de amor. Urgen a la trasformación personal y a la respuesta, a la conversión y al seguimiento. Suscitan, en quienes le escuchan, adhesión o rechazo. El tuvo que pasar por la dolorosa pasión y muerte, experimentando en su propia carne toda traición y tortura. Son muy duras, pero muy ciertas, sus palabras, cuando habla de las confrontaciones y diferencias que se dan, incluso entre los más cercanos y en las propias familias, para aceptar a quien opta por Jesús. El discípulo se siente muchas veces incomprendido, perseguido, juzgado y condenado por causa de su fe.

La primera lectura nos recuerda parte de las muchas dificultades que sufrió el profeta Jeremías, solamente por ser profeta, y que sufren muchos discípulos del Señor. La palabra y el ejemplo del profeta y del testigo incomodan, denuncian y molestan; hay que desprestigiarlo o eliminarlo. Es la trágica historia de muchos cristianos y de muchos mártires de la fe. Pero el cristiano, como el profeta, no puede dejar de hacer el bien y de ser fiel a la verdad recibida, verdad que tiene que anunciar con su palabra y con su vida, asumiendo todas las consecuencias. Fue la misión del Señor y es la misión del discípulo.

El profeta de Israel recordaba al pueblo de Dios todo lo que tenía que hacer para mantenerse fiel a la alianza que selló Dios, y cuando el pueblo no lo cumplía, lo denunciaba. Cada cristiano es testigo del amor de Dios y vive para colaborar en su proyecto sobre el mundo y el hombre. Y esto es muy difícil en un mundo con otros intereses y con otras formas de actuación, donde lo que se busca es la ganancia, el poder y el éxito.

El autor de la carta a los Hebreos compara nuestra vida con una carrera en un estadio: “tenemos que quitarnos lo que nos estorba y el pecado que nos ata…y fijos los ojos en Jesús…renunciando a vivir buscando gozos y satisfacciones inmediatas…”No olvidar la meta, correr ligeros de lastres (pecados, defectos, intereses) y animados por el ejemplo de muchas personas que nos han precedido en la fidelidad (santos y mártires) y que en el momento presente nos animan con su ejemplo de vida. ¡Cuánto bien hace ser capaces de ver la bondad, el esfuerzo, el amor…en muchas personas muy cercanas a nosotros!

Que no se extinga en nuestras familias ni en nuestro mundo el “fuego de Cristo”. En nuestro bautismo se nos entregó una luz, que procedía del cirio pascual, con el compromiso de mantenerla encendida hasta la vida eterna, para iluminar y trasmitir la fe a otros. Testigos y misioneros, con pasión y perseverancia, que es la regularidad en la carrera. Que así sea.

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