Blog del párroco
DOMINGO 23º DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C (8-9-2013) 
sábado, septiembre 7, 2013, 11:11 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 23º DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C. (8-9-2013)

1ª Lectura. Sabiduría 9, 13-19. ¿Quién comprende lo que Dios quiere?

Salmo 89. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

2ª Lectura. Carta de Pablo a Filemón 9b-10. 12-17.Recíbelo no como esclavo sino como hijo querido.

Evangelio. Lucas 14, 25-33. El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.

Hoy la palabra de Dios nos trasmite tres mensajes fundamentales para nuestra vida cristiana.

El primero nos lo plantea la primera lectura: ¡qué difícil es conocer lo que Dios quiere, sus designios! Sus intereses no son los nuestros, ni sus valores, ni sus prioridades, ni sus proyectos. Nos dice la primera lectura que “nuestros pensamientos son mezquinos…que nuestros razonamientos son falibles…que apenas conocemos las cosas terrenas…”. Vamos a lo nuestro y vivimos para nosotros mismos. Necesitamos la sabiduría, don del Espíritu, para conocer lo que agrada a Dios. ¡Qué difícil es prescindir de nuestras ideas preestablecidas, prejuicios, de mirar solamente lo material, concreto e inmediato…para tener una mirada más sobrenatural, más amplia…desde la que veamos nuestra pequeñez, y nos interese mas la voluntad de Dios que imponer nuestras urgencias e intereses!. La sabiduría nos ayuda a entrar en el corazón de las personas, de las situaciones, de la realidad…de Dios. Para llegar a esta sabiduría necesitamos crecer en humildad y confianza en el Señor.

El segundo mensaje es sobre nuestra condición de discípulos. El discípulo es el que ha descubierto al Maestro y lo elige, y lo sigue y desde él configura su vida. El evangelio nos habla de “posponer”, poner detrás, padre, madre, mujer, hijos, hermanos…incluso a nosotros mismos; no nos pide el Señor que perdamos, renunciemos, abandonemos. El cuarto mandamiento de la ley de Dios, después de los tres que hacen referencia a nuestras obligaciones con Dios, es “amarás a tu padre y a tu madre”.

Cada persona, cada relación o sentimiento debe estar en el lugar que le corresponde, para que Cristo sea lo central de la vida y su fundamento.

“Cargar con la cruz” es vivir todas las consecuencias del seguimiento de Jesucristo, de ser como Cristo; no se trata de asumir solamente las contrariedades de la vida, los sufrimientos y enfermedades: como Cristo, tenemos que optar por los pobres, por la defensa de la vida, de la paz y de la justicia; sufriendo las incomprensiones, críticas, incluso, persecuciones que todo esto muchas veces supone. El seguimiento nos tiene que configurar con Cristo y llevar a vivir su misma vida, sin poner ningún tipo de excusas. Ser creyente no es solo tener unas determinadas ideas y costumbres, sino vivir la vida del Señor y correr su destino. ¡Qué lejos queda, el gran error de este tiempo, de hacerse la religión a la propia medida y al propio gusto!: “esto es importante para mí, esto no; esto lo hago, esto no me gusta, me apetece o me conviene…” considerándose cada uno el principio, el centro y la meta de todo. El Señor nos dice “quien no pospone…incluso a sí mismo”. Se subraya la primacía de Dios. La fe es obediencia a sus mandatos.

El tercer mensaje es sobre nuestra predisposición para vivir todas las exigencias del seguimiento del Señor. Los dos ejemplos del evangelio son claros: si quieres construir una torre, no empieces sin saber si tienes lo necesario, para poder llegar al final; si te quedas a medias, fracasarás y perderás el tiempo. Y si vas a entrar en combate, mira antes los medios con los que cuentas, para no empezar algo que no puedes concluir y que te dirigiría al fracaso y a la muerte. No son solamente necesarias las buenas intenciones, hay que hacer lo que Dios nos pide. Y hasta el final. En la vida cristiana, como en todas las dimensiones de la vida, la continuidad y la perseverancia es la manifestación de que se cree realmente en lo que se vive.

Que el Señor nos ayude a conocer su voluntad, a ponerla en el centro de nuestra vida y a procurar los medios necesarios para vivirla.

Que la Madre del Señor, Reina de la paz, en la fiesta de su nacimiento, nos llene, a nosotros y a nuestro mundo, en comunión con el Papa y con todos los hombres de buena voluntad, del don de la paz y de la alegría de la salvación.

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