Blog del párroco
DOMINGO 24º DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C (15-9-2013) 
sábado, septiembre 14, 2013, 09:13 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 24º DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C. (15-9-2013) Parábolas de la misericordia

1ª Lectura. Éxodo 32, 7-11.13-14. Es Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado.
El pueblo falló a las condiciones de la alianza que había celebrado con Dios. Dios amenaza con romper su relación con el pueblo; pero media Moisés quien sin justificar al pueblo ni rebajar su culpa, insiste en la bondad y en la misericordia de Dios. El mal nunca tiene justificación, pero la bondad de Dios es más grande y es capaz de cambiar el corazón humano.

Salmo 50. Me pondré en camino adonde está mi padre

2ª Lectura. 1ª de Pablo a Timoteo. Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.
Pablo vivió personalmente un estado de pobreza espiritual durante mucho tiempo y el Señor, por pura gracia, lo libró.
Evangelio.

Lucas 15, 1-32. Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta.

Extrañaba a los fariseos y letrados que Jesús se acercara a los pecadores y comiera con ellos y murmuraban de Jesús. El Señor aclaró la situación con las tres parábolas de la misericordia: Dios es como un pastor que busca la oveja perdida; como una mujer que no se resigna a perder una simple moneda, porque es mucho para ella; o un padre, que por recuperar a un hijo lo perdona y lo olvida todo.
En las tres parábolas el problema parece que es de Dios, no de la oveja, que se separa del redil, va a la suya y se pierde, con peligro de muerte; ni de la moneda, que rula no se sabe hacia dónde, y puede no valer para nada confundida con el polvo y las piedras; ni del hijo, quien tuvo necesidad de perder de vista al padre y todo lo que suponía llegando al máximo nivel de postración y miseria.

Siempre Dios es incansable, en buscar, en barrer, en esperar. Siempre en el encuentro hay por parte de Dios y una gran alegría. Siempre es, incansable, quien piensa en el pecador, y sin recriminar, lo carga sobre sus hombros, lo recoge cuidadosamente o lo abraza…emocionado, como si el problema fuera suyo. Siempre monta una fiesta. Siempre de manera personal, a cada uno, sin poner condiciones. ¿Hasta cuándo? ¿hasta dónde? ¿hasta a quienes?...El amor de Dios es infinito, incansable, gratuito, liberador…

¿Quién es tan duro que no cambia radicalmente cuando se siente amado y tratado así? Dios no quiere tratarnos con amenazas, no espera una relación de miedo; quiere cambiarnos el corazón al contemplarle a él y espera una respuesta de amor. La oveja salvó la vida y volvió al redil, a la comunidad; la moneda, sirvió, junto a las otras nueve; el hijo recuperó su dignidad personal y volvió a la casa del Padre. En la conversión siempre hay un abrazo de amor y perdón, una reincorporación a la comunidad de la que nos separamos y una vida nueva y plena con mayor dignidad personal.

Y esto Dios, lo sigue haciendo y lo seguirá incansablemente intentando con cada hijo, porque su misericordia es eterna.

La respuesta del cristiano nunca puede ser respuesta de mínimos, para mantenerse dentro, en el límite de la comunidad, sin amor. El que ha experimentado el amor de Dios lo da todo. Es la experiencia de Pablo, de la que nos habla la segunda lectura. En el encuentro con el Señor, Dios lo hizo todo, hasta lo tiró del caballo y le dejó solamente la luz interior, porque perdió la visión; pero Pablo se lo dio todo al Señor, sin medida y sin esperar más correspondencia que la vida que ya había recibido.

El Papa nos insiste en que tengamos la misma actitud de Dios: buscar a quien está en las periferias de la vida con todas las heridas que el mundo y la vida provoca, cargar, dignificar, abrazar. Abrazar lo más doloroso y sufriente es lo que más se parece a la cruz. Hay que amar mucho. Sin amor no se puede hacer el bien, se da limosna, pero no se hace el bien. Nuestra verdadera conversión, nunca es una condición previa, sino consecuencia de experimentar y corresponder al amor desbordante de Dios.

Os copio un poema de Ulibarri titulado: Por encimo de lo nuestro

Tú eres el Dios sobre el que todos opinamos,
el Dios que todos buscamos,
el Dios que todos abandonamos,
el Dios con el que todos luchamos.

Pero, a la vez, tú eres el Dios que nos recreas,
que nos encuentras, aunque no te busquemos,
que permaneces fiel cuando te buscamos,
que nos vences y convences.

Tú eres el Dios de quien todos hablamos,
el Dios que todos miramos,
el Dios que todos desfiguramos,
el Dios que todos intentamos comprar.

Pero, a la vez, tú eres el Dios que nos habla con verdad y amor,
que nos respeta y cuida con pasión,
que nos da identidad y rostro,
que se muestra insobornable en su gratuidad.

Tú eres el Dios que cree en nosotros,
el Dios que espera en nosotros,
el Dios que ama en nosotros,
por encima de nuestros gestos, hechos y palabras.

Comentarios