Blog del párroco
Jesucristo, Rey del universo. Clausura del año de la fe. Ciclo C (24-11-2013) 
sábado, noviembre 23, 2013, 08:34 AM - Comentarios a las Lecturas
34º DOMINGO. SOLEMNIDAD DE CRISTO REY. Ciclo C (24-11-2013)

1ª Lectura. 2º Libro de Samuel 5, 1-3. Ungieron a David como rey de Israel

Salmo 121. Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor.

2ª Lectura. Colosenses 1, 12-20. Nos ha trasladado al reino de su Hijo querido.

Evangelio. Lucas 23, 35-43. Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.

Con esta fiesta de Jesucristo Rey del universo, creada por Pio XI en 1925, terminamos y comenzamos el año litúrgico. Pablo VI, en la apertura de la segunda sesión del Concilio Vaticano II nos decía;” Cristo, nuestro principio; Cristo nuestro camino y nuestra guía; Cristo nuestra esperanza y nuestro término”, Cristo, quien es el mismo “Ayer, hoy y siempre” revela al hombre lo que es el hombre.

La primera lectura nos habla del rey-pastor David: Dios lo eligió, lo llenó de cualidades y el pueblo lo ungió, para que fuera pastor de Israel. Cristo, hijo de Dios, ungido por el Espíritu Santo desde antes de todos los siglos, es pastor que une, reconcilia y da la vida. Por nuestro bautismo hemos sido incorporados a él y consagrados por su Espíritu. Somos su reino, su pueblo, su rebaño. Y ¡qué alegría reconocer a quien nos cuida, nos defiende, nos une! ¡Qué orgullo poder decir que somos de los suyos! El es carne y vida nuestra.

Pablo en la segunda lectura nos presenta una visión cósmica de Cristo, él sostiene todo lo creado, “nos ha sacado del dominio de las tinieblas…y por su sangre hemos recibido la redención y el perdón”. El es anterior a todo, él es el mismo ayer hoy y siempre. El viene a reconciliar a todos los seres, los del cielo y los de la tierra. Este Cristo inmenso es el que contemplamos en el evangelio en la cruz.

El evangelio nos presenta a Jesús venciendo la tentación de no dejarse llevar desde el poder y la fuerza. Le tentaron las autoridades, los soldados, el malhechor resentido… “Sálvate a ti mismo, baja de la cruz…”

Le hubiera resultado muy fácil bajarse de la cruz, dejar de sufrir, no pasar por un perdedor y hacer callar y avergonzar a todos. Hubiera actuado como los poderosos del mundo, quienes desde el poder, la fuerza pueden pensar en primer lugar en sí mismos y no renuncian a un ápice de poder. Aguantó y se dejó increpar y abandonar por casi todos. Pero no se bajo de cruz, junto a los ajusticiados del mundo.

Allí quedaron los que más amaban y los que más confiaron en él, sin llegar a entender del todo su manera de reinar y amar. Siempre había sido pobre entre y con los pobres; débil junto a los débiles. Libre por la verdad de su vida; fuerte por el amor y la perseverancia.

Un malhechor lo comprendió y confió en él. Es el único que le llamó por su nombre, “Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu reino. “Te lo aseguro, HOY, estarás conmigo en el paraíso”. Los HOY de Dios son una intervención inmediata; Hoy ha llegado la salvación a tu casa, dijo a Zaqueo.

El crucificado libera y salva, el humilde malhechor crucificado es liberado por amor. Los crucificados que aman son los salvados. Los que increpan con odio viven en su propio infierno personal. El Reino de Dios ya comienza en este mundo, pero hay que ser como Cristo que todo lo hace por amor y por salvar al hombre: une, busca, se acerca al más humilde, ama, perdona, se entrega el primero. Es otra forma de reinar.

Solo desde la contemplación y la reflexión comprendemos a Jesús. Solo desde la comprensión viene el agradecimiento y la adoración. Ser de su reino es ser cono El. Solamente cada cruz se transforma en vida si nos dejamos ayudar por el, con su motivación y con su estilo.

La realeza de Cristo es un grito profético en un mundo de tanta especulación, codicia, mercadeo…donde no importa engañar al anciano pensionista ni dejar a nadie la intemperie de la pobreza en la ancianidad y en la enfermedad. Son muchas las personas sacrificadas en nombre de una utópica esperanza. ¡No lleguemos a la banalidad de mal. Somos su reino y ovejas de su rebaño. Conversión personal y testimonio evangelizador, para que reine el Señor en toda la tierra.


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