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DOMINGO 1º DE CUARESMA. Ciclo A. (9-3-2014). Día del Seminario 
sábado, marzo 8, 2014, 10:23 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 1º DE CUARESMA. Ciclo A. (9-3-2014).Día del Seminario

1ª Lectura. Génesis 2, 7-9; 3, 1-7. Creación y pecado de nuestros primeros padres.

Salmo 50. Misericordia, Señor, hemos pecado.

2ª Lectura. Romanos 5, 12-19. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.

Evangelio. Mateo 4, 1-11. Jesús ayuna durante cuarenta días y es tentado.

El miércoles de ceniza comenzamos la Cuaresma, el camino de cuarenta días que nos conduce al encuentro con Cristo resucitado. Este primer domingo, la oración colecta de la misa, nos señala el programa: “Concédenos, Señor, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud”. Vivir en plenitud el misterio de Cristo. Conocer a Cristo y vivir como Él.

El presente ciclo A de las lecturas tiene un claro carácter bautismal. Son las catequesis ofrecidas en el comienzo de la vida de la Iglesia a los candidatos al bautismo; que posteriormente se extendió como un catecumenado de actualización a toda la Iglesia: Tentaciones de Cristo, la Trasfiguración del Señor que nos revela su identidad, Jesús agua viva, Jesús luz del mundo, Jesús Resurrección y vida, para llegar a los días santos en los que nos manifiesta su amor hasta el extremo y su victoria sobre la muerte, esperanza y salvación nuestra. Este es el camino cuaresmal.
Hoy Jesús es conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. En la oración y en el desierto, el demonio no pudo con él. Jesús nos enseña que se puede vencer a las tentaciones y al tentador, con la gracia de Dios y el esfuerzo personal. Sus tentaciones son las de siempre y las de todos: la ambición de la codicia, la vanidad y el orgullo, el deseo de someter, utilizar y sojuzgar a los demás.

Jesús nos enseña que en su Palabra encontramos luz y que su gracia es una fuerza real que nos ayuda; que la sencillez y el servicio nos hace más veraces y auténticos que cualquier forma de exhibicionismo, que seguir la voluntad de Dios nos lleva a la plenitud y a la vida, superando falsas fascinaciones que nos proponen la felicidad para un momento pasajero.

La presencia del mal en el mundo no es cosa de Dios. La inclinación al mal es algo que está presente en nuestro ser. En la primera lectura contemplamos a Adán y a Eva, no en el desierto, sino un una situación en la que lo tienen todo, pero se dejaron seducir por el orgullo de la desobediencia. Ellos lo habían recibido todo por amor, pero…desconfiaron de la palabra de Dios, desobedecieron y aspiraron a otra forma de vida, al margen de Dios, en la que vivieron otras pasiones exclavizante. Solamente Dios nos libera de la opresión de todos los demás ídolos.

Hay muchas tentaciones: unas claramente descubiertas, otras más sutiles. Siempre son persuasivas y engañosas. En cada etapa de la vida se presentan unas con más fuerza, sin descansar las otras. Nos defiende haber descubierto el atractivo liberador de Cristo. El no quererlas afrontar solos. El ser humildes y temerosos, entonces Dios nos ayuda. También necesitamos evitar acercarnos a situaciones de pecar, sin ningún pretexto. El sacramento de la penitencia es el gran medio para que la fuerza de la gracia de Dios nos sostenga. El no querer perder por nada la gracia de Dios.

Hay que ejercitar la virtud de la vigilancia y hay que ser enérgicos en huir de las situaciones que nos induzcan a pecado. Hay formas y costumbres sociales bien vistas, aparentemente normales, que nos conducen a actuar como Dios no espera de nosotros porque debilitan nuestra voluntad y nos hacen actuar como no somos por falsos respetos humanos. Hay que dar testimonio de lo que Cristo hace en nosotros en toda circunstancia.

Pablo en la segunda lectura, nos ayuda a entrar en una fecunda reflexión bíblica: por Adán entró la muerte, por Cristo la vida; con el hombre viejo, el pecado; con Cristo, hombre nuevo, la gracia, una gracia que desborda y supera en todo. al pecado del hombre. Por eso necesitamos profundizar en la inteligencia del misterio de Cristo. Y, si pecamos, entregarnos en los brazos de Dios confiando en su misericordia.

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