Blog del párroco
20º TIEMPO ORDINARIO. CicloB. 16-8-2015 
sábado, agosto 15, 2015, 09:27 AM - Comentarios a las Lecturas
20º TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B. 16-8-2015.

Proverbios 9, 1-6: La sabiduría dice: “Venid a comer mi pan…”

Salmo 33: Venid, hijos, escuchadme: voy a enseñaros el temor del Señor.

Efesios 5, 15-20: Tratad de descubrir cuál es la voluntad del Señor.

Juan 6, 51-58. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.

Hoy es el 4º domingo que leemos el capítulo 6º del evangelio de San Juan, el discurso del pan de vida. Vimos el signo de la multiplicación de los panes y los peces; escuchamos el anuncio de Jesús de que él es el pan de vida; nos alertó Jesús del peligro de las murmuraciones cuando nos quedamos en lo superficial y no sabemos llegar a lo esencial.

Hoy Jesús nos adelanta el regalo que nos hará en la institución de la Eucaristía: “El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Jesús nos habla de un pan que nos tiene que dar. En la última cena, cuando tome el pan en sus manos, lo bendiga, lo parta, lo reparta y diga “tomad y comed, esto es mi cuerpo, entregado por vosotros” se comprenderá con plenitud las palabras que escuchamos hoy.

El verdadero pan es su carne, su persona, entregada para la vida del mundo. Con un gran realismo, que no admite confusiones ni tergiversaciones, dice el Señor: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”. En la comunión recibimos al Cristo glorioso real.

La Eucaristía es memorial, revelación y don. Cuando celebramos la eucaristía, en cada misa, el Señor actualiza su encarnación, su pasión, su entrega al Padre, su entrega a nosotros. En la comunión nos da su persona y su vida divina para que podamos transformarnos en él.

El Verbo se hizo carne y el cristiano se alimenta del Verbo encarnado. Solo la carne y sangre de Cristo glorioso nos pueden resucitar el último día.

El cristiano tiene que contemplar la grandeza de este don que emociona y que nos permite vivir en comunión real con el Señor, compartir su intimidad, llenarnos de su vida, participar de su gloria del cielo. El cristiano puede vivir en Cristo, desde el niño de primera comunión hasta el enfermo más terminal. Nuestra vida es Cristo.

La primera lectura de hoy nos recuerda que no solo de pan vive el hombre. Tenemos que alimentarnos de la palabra de Dios que nos da sabiduría y que forma nuestra conciencia, para que, como dirá San Pablo, llevemos una vida consciente, sensata, aprovechemos el tiempo y llevemos una vida según el Espíritu.

La Eucaristía tiene que configurar a la Iglesia y a la vida de cada cristiano. En ella tenemos a Cristo, su entrega, su estilo, su misión, su vida. Tenemos que ser eucaristía.
En este tiempo se discute mucho la presencia institucional de las autoridades en las eucaristías y en los actos públicos, valorados por ser costumbres o tradiciones folclóricas, y no se piensa en lo que se celebra ni en la autenticidad de vida de quien celebra y de quien participa. Cuidemos la dignidad de las celebraciones y su verdad, que se expresa en la vida evangélica de quien participa y en el compromiso con los pobres.






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