domingo, enero 2, 2011, 08:18 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO SEGUNDO DESPUES DE NAVIDAD(2 de enero de 2011)
1ª Lectura. Eclesiástico. 24,1-4.12-16.La sabiduría habita en medio del pueblo elegido.
Salmo 147. La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.
2ª Lectura. Efesios 1, 3-6.15-18. Nos predestinó a ser hijos adoptivos suyos por Jesucristo.
Evangelio. Juan 1,1-18. La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.
En la Navidad contemplamos a Dios en nuestra historia, no nos habla desde lejos sino que se hace nuestro compañero de camino, se hace hombre en Jesucristo.
Al ofrecernos la salvación, no nos saca de nuestro propio ambiente, nos salva como hombres y en nuestra historia; nos salva en Jesús. Él es el Dios de la historia, el Dios del mundo: la Palabra se hace carne, pone su tienda entre nosotros y nos acompaña en el camino de la vida mediante la luz y la vida que comunica.
Pero tenemos que aceptarlo, acogerlo y dejarnos transformar por Él .
En la primera lectura, la Sabiduría viene de Dios, tiene su morada en las alturas, sale de su trono y se establece en medio de su pueblo. Inspirándose en este pasaje, el prólogo del evangelio de Juan nos habla de la historia de la Palabra, que es Jesús antes de nacer de la Virgen María. Ya estaba junto a Dios, es Dios y viene a habitar entre nosotros para que le acojamos y lleguemos a ser de verdad hijos suyos.
Hoy debemos meditar cómo le acogemos.
En la biblia aparece una sucesión de encuentros y desencuentros entre Dios y las personas, como también ocurre en nuestra historia personal. La última baza de Dios, su Palabra más clara, más definitiva más convincente es Jesucristo.
Su persona es el lugar donde puede darse una comunicación verdadera entre Dios y la humanidad. El puede acercarnos al Padre, porque solo Él ha visto al Padre. El puede traducir el lenguaje de Dios a nuestro lenguaje y hacernos comprender sus palabras con las nuestras.
Jesús es una palabra clara sencilla y humilde, como contemplamos de su nacimiento a su muerte.
Es una palabra comprometida con los pobres, con los débiles, con la verdad, como vemos en su vida entregada.
Es una palabra directa, concreta, que interpela e invita al cambio y al seguimiento, ante quien no nos podemos situar en plan teórico o con condiciones, con una vida cristiana rutinaria y sin sentido.
Es una palabra que procede del amor y que hay que acoger en silencio con la mente y con el corazón, no de manera superficial, precipitada, inconsciente, que nos mueve a ser cristianos con pasión, con entrega y con generosidad.
Quien sabe acoger a Jesucristo sabrá situarse junto al hermano, escucharlo, comprenderlo y acogerlo.
Cuando acogemos al Señor, él vive en nosotros, nos transforma y hará que nuestras obras sean palabras convincentes que puedan ser instrumento y mediación, por la misericordia de Dios, de que otros hermanos puedan llegar al conocimiento de Jesucristo. En este tiempo de tanta increencia no podemos contentarnos con mantener unas costumbres, unas tradiciones, unos ritos, unas ideas…tenemos que presentar a Jesucristo encarnado en el compromiso de nuestra propia vida. Debemos ser testigos de lo que Él puede hacer en nosotros cuando nos conducimos desde su luz y vivimos su misma vida.
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