domingo, octubre 2, 2011, 12:01 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 27º DEL TIEMPO ORDINARIO (2 de octubre)1ª Lectura. Isaías 5, 1-7. La viña del Señor de los Ejércitos es la casa de Israel
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Salmo 79. La viña del Señor es la casa de Israel.
2ª Lectura. Filipenses 4, 6-9. El Dios de la paz estará con vosotros.
Evangelio. Mateo 21, 33-43.
El canto de amor a la viña del profeta Isaías nos habla del amor no correspondido, lleno de detalles y delicadezas, de Dios a Israel.
Dios lo hizo todo por su pueblo: de no ser nada, lo encumbró, por pura gracia, a pueblo elegido. Israel, ni valoró, ni agradeció, ni correspondió a todo lo que había recibido de Dios. Es una triste historia, que por desgracia se repite muchas veces: lo que recibimos gratuitamente, por falta de correspondencia, podemos ponerlo en peligro y perderlo.
En el evangelio, Jesús, dirigiéndose a lo más selecto de Israel, les cuenta la parábola de la viña, interpretando la historia de salvación del pueblo y, con una mirada de futuro, anunciando lo que será su propio destino: terminarán matando al Hijo. “Qué hará el dueño de la viña con aquellos labradores?”.
De Israel, la historia se amplía y traslada a la Iglesia.
Aparece el drama de la ingratitud y ceguera del hijo que está en la casa del padre, del jornalero que quiere suplantar cruelmente al dueño. La pereza injusta de quien recibe y no arriesga y corresponde con los frutos oportunos. La maldad del hombre crea un dilema doloroso en el corazón de Dios. Son los malos jornaleros, no el dueño de la viña, quienes dan su propio veredicto: “hará morir de mala muerte…y arrendará la viña a otros que le entreguen su fruto a su tiempo”. Jesús dirá “el Reino se entregará a un pueblo que produzca sus frutos”.
No dar frutos y no acoger a los enviados del Señor, en el tiempo oportuno. No corresponder a la gracia. La misericordia de Dios no nos libera de nuestras responsabilidades.
La segunda lectura nos habla de los frutos que debemos dar: la paz de Dios custodiará nuestros corazones y procuraremos vivir entregándonos a todo lo que es “verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable…” Dios no nos pide que seamos héroes sino personas de virtud, que vivimos lo que aprendemos de Jesucristo, y que respondemos a los retos de cada día desde la palabra de Dios. Sin esfuerzo y compromiso de vida cristiana se convierte en sentimiento y palabrería.
El cristiano consciente disfruta de su sentido de pertenencia a la Iglesia, agradece todo lo que recibe desde la lucidez de la oración, y vive con responsabilidad, sentido, fortaleza…todas las exigencias que se plantean en el día a día. Trabajar para el padre y desde el padre es el mayor honor para un hijo, quien es realmente bueno cuando está dispuesto a recorrer su mismo destino.
