Blog del párroco
TERCER DOMINGO DE CUARESMA (18 de marzo) 
viernes, marzo 9, 2012, 10:41 AM - Comentarios a las Lecturas
TERCER DOMINGO DE CUARESMA (11 de marzo de 2012)

1ª Lectura. Éxodo 20, 1-17. Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto.

Salmo 18. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

2ª Lectura. 1ª Corintios 1, 22-25. Lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

Evangelio. Juan 2, 13-25. Jesús hablaba del templo de su cuerpo.

En el tercer domingo de Cuaresma aparecen don pilares importantes del judaísmo: la ley y el templo. La ley, si pierde el espíritu, cae en legalismos. El culto, sin espíritu, puede quedarse en algo exterior, en ritos, pura apariencia y expresión de intereses humanos. Jesús nos habla de una nueva ley, hacer la voluntad del Padre; y de un nuevo templo, su persona, su cuerpo entregado y resucitado.

En el Sinaí, nació Israel como pueblo, al recibir la ley del Señor. Por la ley, Dios manifestó al pueblo su voluntad y les abrió, con mucho amor, los secretos de su corazón. Lo que Señor manda, ya lo tienen inscrito en su interior, pero con la ley escrita el Señor lo insiste y lo recuerda. Si el pueblo lo cumple no perderá su identidad, será feliz y Dios lo protegerá, porque la ley es expresión de amor y camino de vida. “Haremos todo lo que nos ha dicho el Señor”, respondió el pueblo. Pero, aunque las leyes sean buenas y razonables, en la misma ley no está la fuerza para cumplirlas; y aunque el camino procure la santidad personal, muchas veces el pueblo lo olvida y va contra Dios y contra los hermanos. Se puede pasar del espíritu de gratitud ante Dios, a la sensación de fastidio y a la actitud de quien se siente obligado, llegando a situaciones de aplicarla, siendo duros con los demás y hábiles en el propio descargo personal: una “carga pesada” que se coloca sobre los hombros de los demás.

Hoy parece que están en crisis todas las normas porque se consideran un atentado contra la libertad personal. Prima el sentimiento de hacer en el momento presente lo que se nos ocurre como clave para valorar la autenticidad de los actos humanos. Se le está quitando toda objetividad a la norma y a su sentido. Los peligros que se desprenden están en la selección de preceptos, según el gusto e interés personal; en la separación “preceptos –vida”; en referirlos a los demás… ¡Qué lejos están todas las manipulaciones de la ley, del deseo humilde, lleno de gratitud y alegría de quien abraza la voluntad de Dios, siempre más valiosa que la propia voluntad!

En el evangelio contemplamos a Jesús, con una gran dureza, defendiendo los derechos de su Padre: “la casa de mi Padre es casa de oración”.

En torno al templo se había montado un gran negocio, que en un principio se originaría desde el deseo de facilitar los sacrificios y de cumplir la pureza legal, de que no entrara moneda extranjera. No son esos sacrificios los que quiere el Señor. Cuando falta la entrega del corazón se quiere suplir con ritos y ofrendas. El pueblo tendrá que comprender que no se justifica, que no es agradable a Dios por estos sacrificios y ofrendas, por estas devociones. El Señor hablará de una ley nueva, la del amor; de una fuerza interior distinta, la de su Espíritu; de una alianza nueva, que la sellará él con su vida entregada; de un culto nuevo, en Espíritu y en verdad; de una relación nueva con Jesucristo, sin distancias ni mediaciones; de un precepto sublime, el que se hace por amor y como correspondencia a sentirse amados.

La verdadera religión no se complica con ritos teatrales, sino con vida compartida desde la misericordia. En el camino cuaresmal discernimos desde el Espíritu, tenemos como meta el transfigurarnos en Cristo para poder vivir la alianza nueva desde la que abrazamos a Cristo Crucificado, necedad para los griegos y escándalo para los judíos, pero para los que creen, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

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SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA (4 de marzo 2012) 
sábado, marzo 3, 2012, 12:39 AM - Comentarios a las Lecturas
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo B (4 de marzo 2012) Día del Seminario (en la diócesis de Valencia).

1ª Lectura. Génesis 22, 1-2.9a.15-18. Te bendeciré por no haberte reservado a tu único hijo.

Salmo 115. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

2ª Lectura. Romanos 8, 31b-34. Si Dios está con nosotros, ¿Quién estará contra nosotros?

Evangelio. Marcos 9, 1-9. Este es mi Hijo amado: escuchadlo.

El primer domingo de Cuaresma, en el evangelio, contemplábamos a Jesús en el desierto, lugar de oración, de prueba, de tentación. Hoy le contemplamos en una montaña alta, en el Tabor, en gloria, respaldado por el Padre, “este es mi Hijo amado, escuchadle” y acompañado por Moisés y Elías, la ley y los profetas, plenitud de toda la revelación anterior.

La primera lectura nos habla de un hijo, Isaac, en quien estaban centradas todas las promesas que había recibido su padre, Abraham, quien “sería padre de un gran pueblo”. Dios le pidió una prueba ilógica e inhumana: que en el monte Moria, sacrificara a su hijo, y con él, todas sus esperanzas humanas de llegar a ser algún día padre de un gran pueblo. Abraham creyó en Dios por encima de todo, sin conjeturas ni condiciones, y aceptó todo lo que le pidió. Dios no le permitió consumar el sacrificio de su hijo, la prueba que cuestionaba las promesas de Dios y su amor incondicional de amigo. La historia de Abraham, en el fondo, es una historia de amor y confianza hasta el límite: Dios es fiel a su alianza y a sus promesas; Abraham confía plenamente y nada le hace dudar de su fe en el Señor. Por eso es nuestro padre en la fe. Aquí contemplamos la segunda gran alianza del Antiguo Testamento.

La historia de Abraham siempre nos ha dejado sin palabras, ¡qué pruebas puede llegar a pedir Dios! ¡Qué camino más doloroso, en silencio, hasta el Moria, para sacrificar a su hijo! Le ató, levantó el cuchillo. El silencio de Dios. Le detuvo la mano. Menos mal, porque no podemos comprender, que un buen amigo pueda pedir tanto y llegar a este momento.

La historia de Jesús nos enseña que el Padre, cuando se trató del sacrificio de su propio Hijo, Jesucristo, le permitió llegar hasta el final, hasta la muerte en cruz. “El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él?”, nos dice Pablo en la segunda lectura. La entrega del Hijo realiza la alianza eterna de amor entre Dios y los hombres. El único que nos podría condenar es quien nos justifica, quien nos redime y salva.

Necesitamos contemplar a Cristo resplandeciente para encontrar fuerzas en el camino difícil y luz en los momentos de oscuridad para llegar al final, y reconocerle cuando se manifiesta oculto en el sufrimiento, en la muerte, en la Cruz. Necesitamos del esplendor del Tabor, para contemplar toda la divinidad y el infinito amor que se manifiesta en el Calvario.

La fe sostuvo a Abraham y nos sostiene a nosotros. Confiar en las razones de Dios, en los caminos de Dios, en las formas de actuar de Dios… más que en las nuestras. La cuaresma, como la vida de Abraham y la nuestra, y la misión de Jesús, es un camino. Unas veces no se ve la meta; otras, nos faltan fuerzas. “Este es mi Hijo amado, escuchadle”; “caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida”.

Hoy, en nuestra diócesis de Valencia se celebra el día del Seminario. Faltan sacerdotes y hay pocos seminaristas. En otros tiempos, en esta campaña se pedía, sobre todo, ayuda económica para que, muchos jóvenes con vocación y escasos recursos, tuviesen todo lo necesario para llegar al sacerdocio. Hoy hace falta que los jóvenes escuchen la voz del Señor que les necesita y que, desde una profunda fe, quieran dedicar su vida al servicio del Evangelio y de la Iglesia. Rezar por las vocaciones, por los seminaristas, por los sacerdotes; acompañar y ayudar a los sacerdotes; animar a los jóvenes; interpelar a los jóvenes más cercanos a nosotros. A través de los signos de los tiempos y de los acontecimientos de la vida nos habla el Señor, como nos ha hablado siempre. ¿Qué nos está diciendo? ¿Qué nos está pidiendo? Que el dueño de la mies haga que no falten en la Iglesia y en el mundo mensajeros de la Palabra, ministros de la Eucaristía y de los sacramentos, dispensadores de los misterios de Dios.

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PRIMER DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo B (26 de febrero de 2012) 
miércoles, febrero 29, 2012, 10:54 AM - Comentarios a las Lecturas
PRIMER DOMINGO DE CUARESMA (26 febrero 2012)

1ª Lectura. Génesis 9, 8-15.Yo hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes.

Salmo 24.Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad, para los que guardan tu alianza.

2ª Lectura. Pedro 3, 18-22. Como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.

Evangelio. Marcos 1, 12-15. El Espíritu empujó a Jesús al desierto.

El miércoles, con la imposición de la ceniza, como rito penitencial, comenzábamos la Cuaresma. “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”, “convertíos y creed en el evangelio”. La Iglesia, Madre y Maestra, nos recordaba la fragilidad y temporalidad de la condición humana y nos invitaba a poner los ojos y el corazón en el evangelio, para, desde él, desandar lo equivocado de la vida y reordenarla, reorientarla, reconducirla desde Jesucristo.

Una Cuaresma mas, un tiempo de gracia especial, para recorrer el camino que nos conduce al encuentro del Señor resucitado, plenitud de la condición humana, meta del hombre, hermano mayor que ha conseguido para nosotros el que podamos aspirar a la vida para siempre junto a Dios.

Este primer domingo, las dos primeras lecturas nos hablan del diluvio. La Iglesia nos recuerda, en las primeras lecturas, las alianzas de Dios con Israel en la antigüedad. Dios siempre ha estado empeñado en ser amigo del hombre y de no perderlo, a cualquier precio. El sacrificio de Cristo, permanentemente actualizado por la Eucaristía, es el último gran gesto de Dios para consumar esta alianza de amor. ¡Hemos sido rescatados pagando un gran precio!

Pedro, en la segunda lectura, nos recuerda lo que el bautismo ha realizado en nosotros; la Iglesia, nueva arca de salvación donde fuimos bautizados, después de la larga tormenta de la vida, presente en los cuarenta días del diluvio, nos conduce a buen puerto, a la tierra firme de la salvación. Emociona la poesía de Dios que quiere sellar su alianza con toda la humanidad con el arco Iris, puente de color entre el cielo y la tierra.

Marcos nos presenta a Jesús “empujado” por el Espíritu al desierto, lugar donde se vive a la intemperie, donde la soledad nos hace enfrentarnos con nosotros mismos y con Dios, donde surgen las dudas y tentaciones sin elementos de distracción, donde se escucha el silencio, donde se siente el hambre y el miedo, donde Dios nos habla al corazón. Allí, Jesús, es tentado. Luego, a lo largo de su vida, volverá a ser tentado, y siempre optará por la fidelidad al Padre. En el desierto, fue probado por el tentador y servido por los ángeles.

Nosotros en la vida, permanentemente somos tentados, porque tenemos que elegir en distintas circunstancias y situaciones, y podemos inclinarnos en la elección desde intereses y valores que no son los de Dios. En el “Padrenuestro” pedimos, dando por supuesto que vamos a tener tentaciones, que el Padre “no nos deje caer en la tentación” y nos libre del tentador. Con la ayuda de la gracia, recibida en el bautismo, podemos resistirnos a la inclinación al mal impresa en nuestra naturaleza por nuestra condición humana. La lucidez, conseguida por la escucha de la Palabra de Dios, la actitud humilde, frente a las seguridades personales y arrogancias, y la ayuda de la gracia de Dios, nos ayudarán a no sucumbir antelas tentaciones, disfrazadas siempre “agradables a la vista y sabrosas al paladar” como nos recuerda el libro del Génesis.

En la segunda parte del Evangelio se nos invita a convertirnos y abrirnos a la predicación, al mensaje siempre nuevo y necesario de Jesús, de unirnos a su proyecto de Reino de Dios, desde el que podemos ser y vivir desde el mundo y la cultura actual.

La llamada a la conversión es llamada a crecer como personas desde el proyecto de Dios, a no enquistarnos en los vicios y fijaciones de siempre, a salir de las trampas en las que nos metemos, por comodidad, codicia u otras cosas, nosotros mismos. Para salir de nosotros y rectificar y desandar caminos hace falta un proyecto esperanzador: “Creed en el Evangelio”, vivid el Evangelio, sed Evangelio. El proyecto lo tenemos. Fiel camino cuaresmal.


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DOMINGO 7º DEL TIEMPO ORDINARIO (19 DE FEBRERO 2012) 
sábado, febrero 18, 2012, 10:57 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINDO 7º DEL TIEMPO ORDINARIO (19 de febrero de 2012)

1ª Lectura Isaías 43, 18ss. Algo nuevo está brotando, ¿no lo notáis?

Salmo 40. Sáname, Señor; porque he pecado contra ti.

2ª Corintios 1, 18-22. Todas las promesas de Dios se han cumplido en él.

Marcos 2, 1-12. El hijo del hombre tiene potestad para perdonar pecados.

Dios perdona, cura y salva toda parálisis que nos impide ponernos en pie. Nos resulta, muchas veces, difícil descubrir nuestras parálisis. No somos felices, nos falta mucho en la vida, nos encontramos insatisfechos…y no sabemos por qué. Incluso podemos acostumbrarnos a vivir con esta tristeza o amargura. Necesitamos lucidez para descubrir la causa y valor para buscar la solución donde se encuentre. En Jesús está la salvación y, la mayoría de las veces, las dificultades de acceso las creamos nosotros. Localizarle es fácil “está en la casa”, en el sagrario, en la palabra, en la comunidad, en el hermano.

Nos resistimos a acudir a alguien y a dejarnos ayudar. El episodio de hoy del evangelio nos recuerda que sin la ayuda de los amigos, nunca el paralítico hubiera llegada ante Jesús. Lo único que hizo fue dejarse llevar, ya fue mucho que no ofreciera resistencias. Luego ya vino el milagro. Jesús, viendo la fe de los que lo llevaban, lo perdonó y lo curó.

En nombre de un falso respeto humano, nos falta valor para afrontar las dificultades que pueden impedir llevar a otros a Jesús. Pensamos que es cosa de cada uno. Quien ama de verdad debe procurar la curación y la salvación de las personas que le importan, aunque sea difícil. Esa dificultad el Señor la ve y la premia, “viendo la fe de los que le llevaban, dice al paralítico…”. Pero, el Señor, en primer lugar le perdona. No hay verdadera ni completa salud si no hay perdón. El sufrimiento interior, el desorden moral, es causa de muchos sufrimientos físicos.

El cristiano debe ser consciente de sus parálisis para acudir a Jesucristo y ser transformado, sanado. El encuentro con el Señor siempre debe asemejarnos a Él. El contacto con el fuego, con el agua…no deja igual. Tampoco el encuentro con Cristo. Debemos sentirnos, también, “camilleros “de nuestros hermanos; el apostolado, el acompañamiento, el seguimiento es exigencia natural de la vida de cada cristiano. El que ama y el que es bueno, desea para los otros lo mejor. Y además, debe ser agradecido y anunciar todo lo que el Señor ha hecho en él. Quien contempla las maravillas de Dios “nunca ha visto nada igual” y no puede seguir indiferente.

El Señor cura con la palabra. ¡Qué valor el de la Palabra de Dios, tantas veces no valorada ni bien acogida! Siempre nueva, personal, llena de afecto. Y ¡qué eficacia la de la fe!

Son muchas la parálisis de nuestro mundo pero es mayor la confianza que podemos tener en la acción transformadora del Señor.


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Domingo 6º del Tiempo Ordinario (12 de febrero 2012) 
sábado, febrero 11, 2012, 11:02 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 6º DEL TIEMPO ORDINARIO.
Día de Manos Unidas.
Campaña contra el Hambre (12 de febrero 2012)
“La salud, derecho de todos: ¡Actúa!

1ª Lectura. Levítico 13, 1-2.44-46. El leproso vivirá solo y tendrá so morada fuera del campamento.

Salmo 31. Tú eres mi refugio; me rodeas de cánticos de liberación.

2ª Lectura. 1ª Corintios 10,31- 11,1. Seguid mi ejemplo, como sigo el de Cristo.

Evangelio. Marcos 1, 40-45. Le desapareció la lepra y quedó limpio.

Los leprosos, en tiempo de Jesús, además del sufrimiento propio de la enfermedad, entonces mortal, tenían que sufrir la marginación social y religiosa porque estaban señalados como malditos de Dios. El gesto de Jesús, por el que se acercaba a ellos, les tocaba y curaba, era una temeridad, por el peligro de contagio que entrañaba; un desafío, porque iba contra las leyes sociales establecidas; y una falta moral, porque incurría en impureza legal. Jesús, como siempre hizo y nos enseña, su prioridad es el ser humano que sufre y su imperativo, la misericordia, sobre todo lo demás.

Hoy celebramos la 53 jornada de Manos Unidas, y el lema de esta jornada, dentro del sexto objetivo de desarrollo del milenio, nos sitúa en la misma línea de la acción del Señor:”La salud, derecho de todos: ¡Actúa!”. Sigue siendo una urgencia combatir el sida, el paludismo y otras muchas enfermedades infecciosas como la malaria, erradicadas en muchas partes del mundo o con eficaces tratamientos, mientras que en otros lugares, son todavía mortales. La pobreza, la ignorancia, la falta de medios, son problemas graves que requieren ayuda y respuestas.

Manos Unidas es la ONG, nacida de la necesidad de actuar de las Mujeres de Acción católica, que hace de brazo largo para que nuestras ayudas lleguen a los necesitados; que, como dice el cartel de este año, reúne en un solo y gran corazón los latidos y esfuerzos de todos, para que llegue vida a muchas partes de nuestro mundo. En 2011 ha coordinado 605 proyectos sanitarios, agropecuarios, educativos, sociales, de promoción de la mujer…Este año esperamos que se puedan seguir afrontando otros muchos proyectos que hagan posible el derecho a la salud de los pobres, que faciliten el que cuenten con servicios sanitarios básicos, con fármacos y vacunas, el que se mejore la alimentación y las condiciones de vida. La pobreza y la incultura son pésimos enemigos en la lucha contra la enfermedad.

Hay un gran sentimiento de solidaridad general. En las etapas de crisis, el ser humano bondadoso, siempre piensa en quien sufre más. Hay lepras sociales y humanas que son peores que la de la enfermedad, cuando endurecen y corrompen el corazón. Que el ejemplo de Cristo, conmocionado y actuando eficazmente ante el sufrimiento humano nos mueva a ser y actuar como El ante los problemas de nuestros hermanos, sin caer en la trampa de pensar quienes son culpables o quienes tienen más derechos, sin mirar a otra parte, saliendo al encuentro “del hermano pobre y desamparado”.


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