sábado, agosto 10, 2013, 10:26 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 19º DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C (11-8-2013). Cuando el creyente espera, Dios viene.
1ª Lectura. Sabiduría 18, 6-9. Tu pueblo esperaba la salvación
Salmo 32. Dichoso el pueblo a quien Dios escogió
2ª Lectura. Hebreos 11, 1-2. 8-19. La fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve.
Evangelio. Lucas 12, 32-48. Estad preparados.
El Señor, en el evangelio, quiere ayudarnos a vivir como creyentes en el mundo. Nos hace varias exhortaciones.
La primera exhortación que nos hace es a la confianza: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. Hoy tenemos mucha conciencia de que somos pocos: pocos sacerdotes y consagrados, pocos fieles en las eucaristías… Pero, aunque seamos pocos en número, tenemos al Señor y a su Espíritu, y no somos un grupo cerrado, sino una comunidad con proyección universal.
Oí decir a un obispo: “somos resto, no residuo”. Resto era el grupito de creyentes en Israel cuando nació Jesús. Somos un resto que tiene la fuerza del Espíritu, ilusionado y misionero, llamados a llevar a Cristo y a su proyecto de vida a lodos los hombres. Somos pocos, porque supone esfuerzo y sacrificio ser cristianos, porque nunca ha sido fácil hacer de la caridad la norma de vida, nuestro primer interés, nuestra pasión; el que ama, ya sabemos que sufre, lleva la cruz; y esto, con perseverancia y sin cansarse, aun en medio de la oscuridades y pruebas. Y para esto, hay que fiarse de Dios, como vemos en los patriarcas en la segunda lectura. Esto, no es cosa de muchos. No somos “residuo”, porque no somos lo que sobra y se está extinguiendo, lo que ya no encaja con nada. Estamos llamados a multiplicarnos, a acompañar a los que están más lejos, a ayudarlos y a reincorporarlos a la comunidad, a “poner sabor” y a “fermentar la masa”.
La segunda exhortación es al desprendimiento y a la limosna: “vended vuestros bienes y dad limosna” Para que no se echen a perder y tengamos un tesoro en el cielo. Y nos da el gran principio: “donde está vuestro tesoro, allí esta vuestro corazón”. Y es así. Lo que amamos es el centro de nuestra vida y Jesús quiere que la tengamos llena de él y de los demás. Para la Iglesia el único tesoro son los pobres, ellos son “la carne de Cristo”. Los medios de la iglesia están en función del apostolado. Ahora hay muchos pobres de todo tipo. El papa nos da ejemplo en ir a ellos, no considerarlos una carga ni un estorbo, no conformarnos con darles unas monedas. Tenemos que aprender a estar junto a ellos para poderles ayudar.
La tercera exhortación habla de desprendimiento y vigilancia. Hay que vivir ligeros de equipaje; cargados no se puede avanzar, no llegamos a nada ni a nadie. Podemos estar cargados de nosotros mismos, de derechos, de bienes…necesitamos todo el tiempo y facultades para “proteger y defender “lo nuestro. “Ligeros”…corremos, llegamos… Y vigilantes. ¡Qué triste el que nos pase, sin darnos cuenta, lo que Dios nos pide y necesitan los hermanos; el que no nos enteremos de las cosas importantes de nuestra vida! Dios siempre llega y se deja reconocer a quien le espera y le busca. Vivir llenos de nosotros mismos y solamente ocupados en nosotros nos hace vivir en soledad y vacío.
Y una cuarta exhortación que es una llamada a la responsabilidad: tenemos que ser buenos administradores de todos los bienes que hemos recibido. Nos pedirán cuentas. Solamente Dios es el propietario. Lo recibido, cualidades personales y medios materiales, son para hacer el bien y para el disfrute de todos. Dios regala todos los bienes de la creación a todos sus hijos: hay que cuidarla, multiplicarla y compartirla. Que llegue a todos. Hay muchos niños a quienes no se les deja nacer, muchas personas a quienes no les llega la comida y no se cuenta con ellos para trabajar, y muchos enfermos y ancianos que sobran en el mundo que les pertenece.
En el fragmento de la carta a los Hebreos hemos visto cómo la fe sostuvo a los patriarcas en el camino y les ayudó a ver y a vivir con una profundidad distinta. Debemos cuidar la fe que nos hace sentir al Señor tan cerca de nosotros y que nos sostiene en todos los retos y dificultades de la vida. Que así sea.
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