viernes, septiembre 14, 2012, 11:23 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 24º DEL TIEMPO ORDINARIO (16 de septiembre de 2012)1ª Lectura. Isaías 50, 5-10. Ofrecí la espalda a los que golpeaban.
Salmo 114. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
2ª Lectura. Santiago 2, 14-18. La fe, si no tiene obras, está muerta.
Evangelio. Marcos 8, 27-35. Tú eres el Mesías…El Hijo del hombre tiene que padecer mucho.
La Palabra de Dios siempre es clara, interpela, compromete…y libera. “Salvar la vida” ¿Quién no quiere salvar su vida?, es el objetivo y la meta de toda existencia humana.
Jesús nos dice que no se consigue viviendo para sí mismo, para el propio interés, el propio egoísmo o la propia codicia. Que no es cosa de defenderse de todos y de todo. Que no se salva cuando uno triunfa, tiene éxito o lo inmortalizan. Cada uno no puede salvar su vida por mucho que haga o le hagan. Nos la salvará Jesucristo, cuando vivamos con él, como él, para lo que vivió él; por eso se salva cuando “se pierde por el Evangelio”.
Jesús nos invita a seguirle. Seguirle no es conocer su historia, su doctrina, sus valores. Seguirle es vivir en las condiciones de él, asumir como propio su proyecto, tener su estilo, utilizar sus métodos. Seguirle es confiar del todo en él y en todo lo suyo. Eso es “negarse a sí mismo”. No es hacer el bien a nuestra manera, sino hacer “su voluntad” y, además, “a su manera”. Por eso hay que “cargar con la propia cruz”.
Jesús parece que da por supuesto que todos tenemos “cruces”. Es una forma de mirar la vida considerando todo lo que nos puede hacer sufrir: la enfermedad, la vejez, los afectos, defectos y pecados, los desaciertos y fracasos; “nuestra gente” con todo lo que son, viven y les sucede; todo lo que hace sufrir a nuestros hermanos los hombres. La “cruz” es el descubrimiento de que esta vida y este mundo no son el todo, la meta, lo definitivo…y de que el ser humano aquí no se siente completo y realizado. “Coger la cruz” es aceptar con realismo, valor y esperanza la vida. Al cristiano no le frenan las dificultades ni le acobardan los sacrificios; acepta la vida con todas sus condiciones con fortaleza, sacrificio y, sobre todo, mucha esperanza, porque sigue a Jesucristo, hermano mayor que ha llevado la más pesada de las cruces.
Hoy Pedro escucha de boca de Cristo la más dura recriminación: “Apártate de mi vista, Satanás, porque piensas como los hombres y no como Dios”. Pedro lo único que quería era que Cristo apartara el sufrimiento y el fracaso de su misión y de su vida. Pedro huye de la cruz. Cuando esto ocurre, se vive para sí mismo, y no para los demás. “Hay que perder la vida”, “negarse a sí mismo”, “agarrarse a la cruz”. Esto es “pensar como Dios”. Los hombres, el mundo, piensan y viven de otra manera.
La segunda lectura nos pide que nuestra fe no se quede en palabras, en propósitos, deseos o devociones: obras, obras de amor, obras que supongan asumir la realidad, por difícil que parezca, desde el evangelio; obras que remedien el sufrimiento real del hermano. ¡Hay tantas obras “posibles y urgentes” consecuencia de la fe! Isaías, en la primera lectura nos habla del “espíritu” con el que realizarlas: de manera pacífica, sin contestar la violencia con más violencia. Dios es así. Oye los gemidos de los que sufren y solo grita en la cruz, cuando hace suyo todo el sufrimiento humano y lo transforma, desde el perdón y la donación de sí mismo, en vida.
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