viernes, enero 10, 2014, 08:31 AM -
Comentarios a las Lecturas
FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR. Ciclo A (12-1-2014)
1ª Lectura. Isaías 42, 1-4.6-7. Mirad a mi siervo a quien prefiero.
Salmo 28. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
2ª Lectura. Hechos de los Apóstoles 10, 14-18. Dios ungió a Jesús con la fuerza del Espíritu Santo.
Evangelio. Mateo 3, 13-17. Apenas se bautizó Jesús, vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él.
Terminado el ciclo de Navidad, celebramos el Bautismo de Jesús por Juan en el Jordán. Han pasado treinta años y va a comenzar su misión de Mesías.
En el prefacio de la misa de hoy decimos:” En el Bautismo de Cristo en el Jordán has realizado (Dios Padre) signos prodigiosos, para manifestar el misterio del nuevo bautismo: hiciste descender tu voz desde el cielo, para que el mundo creyese que tu Palabra habitaba entre nosotros; y por medio del Espíritu, manifestado en forma de paloma, ungiste a tu siervo Jesús, para que los hombres reconociesen en él al Mesías, enviado a anunciar la salvación a los pobres”.
El acontecimiento del Jordán tuvo mucha importancia para la Iglesia naciente: nos lo cuentan los cuatro evangelistas, cada uno subrayando unos detalles. Pedro proclama:”Conocéis lo que pasó en el país de los judíos, cuando Jesús predicaba el bautismo, aunque la cosa comenzó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza de lo alto, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaña con él”. Todos coinciden en mostrar a Cristo Mesías, presentado por el Padre: Este es mi Hijo amado, y revestido del Espíritu, que permanecerá en él. En el Jordán comienza su misión.
Hay una gran sintonía entre la primera lectura y el evangelio: el siervo es el elegido, sobre él ha sido derramado el espíritu, para que traiga el derecho y la justicia a las naciones. Lo hará, con paz, sin vacilar, tenderá puentes de encuentro entre los pueblos, liberará a todo tipo de presos de cárceles y mazmorras.
Cristo se presenta en el Jordán, junto a Juan, con una gran humildad. Se pone en la cola de los pecadores para recibir un bautismo de conversión que no necesitaba, pero para cruzar, como nuevo éxodo, el Jordán y comenzar en la otra orilla, el tiempo de la salvación de Dios.
Nosotros también hemos sido bautizados. Nuestro bautismo expresa que creemos en Jesús, en su persona, en su palabra, en su misión. Hemos sido sumergidos en su vida, muerte y resurrección. Participamos de su vida, compartimos su victoria sobre la muerte.
Somos miembros de la comunidad por el creada, que es la Iglesia; recibimos una fuerza especial, su gracia, para resistirnos al mal y colaborar en su proyecto sobre el mundo y la vida; estamos unidos a Cristo, su evangelio es nuestro proyecto personal de vida; llevamos el apellido de cristianos.
El bautizado, llevando una vida como cualquier persona, es de otra manera. Nuestra vivencia y experiencia personal de Dios; nuestro sentido de la vida, del trabajo, de la familia; el valor de cada ser humano; nuestra forma de hacer las cosas…El cristiano tiene que ir asemejándose a Cristo, revestirse de Cristo, actuar como un hijo de Dios, hacer honor a su nombre, somos ungidos, consagrados, elegidos, enviados. No podemos actuar prescindiendo de nuestra condición de bautizados.
La pila bautismal es la fuente en la que renacimos a la vida espiritual. La comunidad cristiana de la que formamos parte es la familia con la que oramos y que reza por nosotros, el lugar donde celebramos el perdón, la eucaristía y todas las cosas grandes que llenan nuestra vida. Nuestra familia nos enseñó quien era el Padre Dios, cómo nos amó en Jesús, aprendimos a hacer la señal del cristiano que es la Santa Cruz, a rezar el Padrenuestro…Si no fuéramos cristianos seríamos de otra manera.
En nuestra vida nos acompaña el Señor desde antes de nacer. Las demás personas “entran y salen”, pero quien da unidad a todo lo que somos, hasta el momento del encuentro con el Señor, después de la muerte, es Jesús.
No vivamos al “disimulo” de nuestra condición de cristianos. Tenemos que ser “cristos”, trabajar por su proyecto en el mundo, ser sal de la tierra y luz del mundo. Sin fanatismos exhibicionistas, pero con la constancia, la humildad y la discreción de quien “pasa por el mundo haciendo el bien”, utiliza como estilo el amor y es especialmente sensible al dolor y sufrimiento humano. El cristiano no debe parar, en ningún sitio ni circunstancia, de actuar como si fuera Jesucristo.
El evangelio tiene una fuerza y una verdad cautivadora. Si lo intentamos vivir, él solo cambia el corazón de los hombres.
Volvemos al Tiempo Ordinario en el año litúrgico. El tiempo de seguir al Maestro, de escucharle, de formarnos como discípulos, de vivir como trabajadores de su viña.
Disfrutad desde vuestra condición de bautizados. Estamos en el mundo sin ser del mundo, ni hacer, ni decir, ni moldearnos por los estereotipos del mundo. “El que es de Cristo ya es una criatura nueva”, Que así sea.