miércoles, noviembre 19, 2014, 03:28 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 34º DEL TIEMPO ORDINARIO. SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO. Ciclo A.23-11-2014.1ª Lectura. Ezequiel 34,11-12.15-17. Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas.
Salmo 22.El Señor es mi Pastor, nada me falta
2ª Lectura. 1ª Corintios 15,20 – 26, 28. Por Cristo todos volverán a la vida.
Evangelio. Mateo 25,31- 26,16. Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.
Último domingo del año litúrgico, un largo camino desde el primer domingo de adviento, contemplando los distintos momentos de la vida de Cristo y dejándonos configurar por su palabra, hasta este encuentro final en el que seremos juzgados por el amor.
A Cristo le contemplamos niño en Belén, condenado y ejecutado en el calvario, y al final del mundo, identificado con todos los pobres de la tierra: “lo que hicisteis a uno de estos mis humildes hermanos, a mi me lo hicisteis”. Así es la realeza de Dios.
Cristo es pastor que busca, conoce, sigue a sus ovejas; las conduce hacia fuentes tranquilas, las unge con perfume, repara sus fuerzas. Es el Pastor que es Rey.
En el juicio, no hay más títulos que el amor:” lo que hicisteis… lo que hicisteis… a uno de estos mis hermanos los hombres, a mí me lo hicisteis”.
La nobleza que da derecho al cielo es el amor. Los Santos Padres dicen que cuando nos amamos, vivimos ya el cielo en esta tierra.
El mundo es un lugar de guerras, de grandes, injusticias, de crueles violencias. No es el ser humano que sufre el centro y la meta. A los cristianos nos corresponde, mientras vivimos, asemejarnos al actuar de Dios y ser como Dios quiere que seamos.
El ser humano es incapaz, por la maldad de su corazón y de las estructuras del mundo, de construir un mundo de hermanos con iguales posibilidades y derechos, y no con tantas diferencias, miserias, esclavitudes y pecados
El juicio final del que nos habla el evangelio, nos recuerda que, habrá justicia, la de Dios, porque Dios está tan comprometido en nuestra historia, que todo lo que vive y sufre cada ser humano, lo vive y lo sufre Dios, y que seremos juzgados por el amor.
La urgencia de la palabra de Jesús nos insiste en que seamos eficaces, organizados, comprometidos ante todas las causas que hacen sufrir al ser humano.
Ni podemos aceptar leyes que ven como normales grandes injusticias ni pecados, ni conformarnos con una caridad que se reduce a una asistencia momentánea. Debemos ir a las raíces del mal. Juan Pablo II ya nos pedía que fuéramos creativos en las formas de entender y vivir la caridad que cada tiempo y circunstancia nos exige.
Somos ciudadanos de este reino, el de Dios, nos sentimos enviados por Jesús, para actuar como él, con sus valores, su sensibilidad, su estilo…para que él sea respetado en el hombre que sufre y este mundo se parezca más a su proyecto inicial. El es el único que mantiene despierta nuestra esperanza.
En la persecución religiosa de 1936 en España, la aclamación a Cristo Rey, daba fuerza a los numerosísimos y heroicos mártires, a mantener la fe por más allá del miedo a las torturas y al martirio. Que el deseo de mantenernos fieles a su amor nos de fortaleza en todas las dificultades.
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