sábado, mayo 15, 2010, 09:10 AM -
Comentarios a las Lecturas
SOLEMNIDAD DE LA ASCENSION
1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 1, 1-11. Se elevó a la vista de ellos
Salmo 46: Dios asciende entre aclamaciones,
el Señor, al son de trompetas
2ª Lectura: Efesios 1, 17-23: Lo sentó a su derecha en el cielo
Evangelio: Lucas 24, 46-53. Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo.
La fiesta de la Ascensión del Señor expresa la plenitud de la resurrección: Jesucristo goza ya, terminado el tiempo de su pasión y muerte, de la plenitud de la vida junto al Padre.
En el credo confesamos: “subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre”.
La Ascensión es la última de las apariciones y marca el final de la misión de Jesús en el mundo y el preámbulo de la misión de la Iglesia que se iniciará plenamente el día de Pentecostés con la venida del Espíritu Santo.
En la primera lectura se presenta la Ascensión como la culminación de la obra salvadora de Jesucristo: ha hecho bien, todo lo que le encomendó el Padre, hasta el final. Con su Ascensión vuelve al Padre donde estaba antes, entra en la gloria definitiva; esta es la condición de la venida del Espíritu Santo. Es el triunfo universal de Jesucristo.
El salmo expresa una gran victoria, la de Cristo, después de tanto sufrimiento, rechazo y aparente fracaso. Y con la victoria de Cristo, la de todos los que le seguimos.
La segunda lectura habla del poder del Padre, que resucita a Jesucristo y lo coloca como cabeza de la Iglesia y señor de toda la creación.
En el evangelio Cristo invita a sus apóstoles a que sean testigos y anunciadores del evangelio hasta el último confín de la tierra.
Esta fiesta entraña para nosotros una gran alegría ya que expresa y celebra la dignidad y el triunfo de Jesucristo: sentado a la derecha del Padre.
Cuando se reconocen los méritos, el trabajo, las cualidades, de algún ser querido que se ha esforzado mucho y que, por fin es valorado, tenemos una gran alegría, y pensamos que todo sacrificio ha valido la pena.
La Ascensión, Cristo sentado en la gloria junto al Padre, es el reconocimiento de su victoria, de su divinidad.
¡Cuanto necesitamos un reconocimiento así para que no decaiga nuestra fe, para que contemplando la meta quede iluminado el camino!. El prefacio 1º de la Ascensión dice que “no se ha ido para desentenderse de este mundo, sino que ha querido precedernos como cabeza nuestra, para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino”.
Esta fiesta, también insiste, como nos recuerda el prefacio 2ª que “fue elevado al cielo para hacernos compartir su divinidad”. Realidad y destino del cristiano.
La vida de fe supone para nosotros una transformación permanente para que nuestra vida corresponda y exprese nuestra condición: el Señor ha conquistado para nosotros el poder llevar una vida como la suya, y, además de todos los medios ya recibidos, tendremos la fuerza misma de su Espíritu.
Mirar al cielo, para que no nos embrutezca el tener solo motivaciones humanas, que nos cerrarían en nosotros, y nos oscurecerían la meta; pero con los pies en la tierra, para evitar espiritualismos fofos y vidas sin ninguna fecundidad cristiana, vacías personal, familiar y socialmente.
Mientras vivimos en este mundo, con la lucidez que nos da la vida de oración y la fuerza y el discernimiento del Espíritu Santo, hemos de transformar este mundo según el proyecto de Dios: con mas respeto a las personas, sin tanta codicia que ciega y genera injusticia y violencia, con mas fraternidad.
La vida cristiana entraña un gran gozo de sentirnos, hijos de Dios y una misión continua de servir para transformar la realidad, con nuestros medios y la ayuda de la gracia. Esto le da sentido y profundidad a la vida.
En el testimonio, no vamos por libre, somos comunidad, y la comunidad nos sostiene y fortalece.
Que el Señor nos de su fuerza para vivir, para trabajar, para sufrir y para esperar sabiendo que El, nuestro compañero de camino, nos espera también en la meta, para compartir con nosotros su victoria.