viernes, marzo 15, 2013, 12:02 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 5º DE CUARESMA. Ciclo C. (17-3-2013)1ª Lectura. Isaías 43, 16-21. Mirad que realizo algo nuevo y apagaré la sed de mi pueblo.
Salmo 125. El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.
2ª Lectura. Filipenses 3, 8-14. Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo.
Evangelio. Juan 8, 1-11. El que esté sin pecado, que tire la primera piedra.
El día 13 de marzo, conocimos al nuevo Papa que el Señor envía a su Iglesia. Nos cautivó su sencillez y nos gustó su nombre, Francisco. Nos llenó de gozo rezar con él y por él. Y nos alegraron muchas cosas, también el que no fuera de los cardenales “papables”. Una vez más, verificamos que Dios está ahí, que también tiene opinión y preferencias; él sabrá por qué, y, al final, siempre tiene la última palabra, que es lo mejor para su Iglesia. Necesitamos aprender a confiar y no olvidar que Alguien dirige la nave de la Iglesia. Tiempo de esperanza.
La celebración de hoy, tan cercana a la Pascua, también respira esperanza. Isaías nos hable de renovación, de mirar hacia adelante, de proyectarnos al futuro de manera creadora. La palabra formula nuestro gran deseo: “que el Señor cambie nuestra suerte”, que no volvamos al pasado, sino que construyamos algo mejor, en nuestras vidas, en la sociedad, en la Iglesia. De los escombros, de las quejas y fracasos, es difícil sacar algo nuevo. Pero tener esperanza nos exige la sencillez y la humildad, el servicio y la donación personal.
El evangelio de hoy siempre nos admira por lo que escuchamos y por lo que vemos: la mujer, los acusadores, Jesús, la utilización de la ley, las palabras de perdón, la vida nueva que se abre hacia adelante… ¿dónde nos situamos nosotros?
Los que quieren apedrear a la mujer son los mismos que acusaban a Jesús de ir con los pecadores y de comer con ellos, y los que están dispuestos a condenarle si no aplica la ley de apedrear a las que han sido cogidas en flagrante adulterio (no “a los que”). Con su actuación nos hacen ver dos peligros: el vivir de medias verdades y el interpretar la Escritura en provecho propio. Conocemos la gravedad del adulterio, pero no solamente ella puede cometerlo y es pecadora. Este pasaje nos hace contemplar nuestra propia miseria cuando no aplicamos la misma ley a los demás y a nosotros mismos, y el grave peligro de situarnos en una actitud de condenar y no de salvar.¡Qué incómodo, difícil y arriesgado es situarse ante la persona marginada y caida!
Jesús no se alinea con los que condenan,sino con los condenados, porque él ha venido a buscar y a salvar a quien estaba perdido; después de mostrar que nadie está en situación de condenar, dirige a la mujer palabras de perdón y de misericordia: “tampoco yo te condeno, vete en paz y no peques más”. La persona perdonada tiene futuro y tiene esperanza.
Jesús no solo ayuda a la mujer. A quienes la condenan les hace recapacitar sobre su hipocresía: siempre es grave faltar a la ley de Dios aunque no lo conozcan los demás ni lo sepan.
Quinto domingo de cuaresma, ya estamos más cerca de la victoria del Señor. Pablo nos dirá que todo es basura en comparación con el conocimiento de Cristo Señor y de compartir su vida. El Papa, en su primera eucaristía ante los cardenales nos ha hablado de “caminar, construir y edificar con Cristo crucificado”, todo lo demás no sirve. De aquí brotará lo nuevo de lo que habla Isaías.
El pasado domingo contemplábamos al Padre misericordioso. Hoy a Cristo comprometido con los pecadores, frente a los mirones que denuncian con un corazón duro, violento y prepotente. El mensaje de la Pascua nos urge a convertirnos y a vivir de la misericordia que el Señor nos ofrece, haciéndola también norma de nuestro estilo de vida.
Solo el amor eleva la dignidad del ser humano y nos salva.
