viernes, abril 2, 2010, 08:21 AM
VIERNES SANTO
Hoy es importante el silencio: al empezar, en el relato de la pasión según San Juan, en especial en el momento en que murió el Señor, en la oración universal, en la adoración de la cruz, al terminar. Sin el silencio no podemos escuchar, contemplar, interiorizar.
La palabra tiene una presencia y una fuerza especial.
La primera lectura, Is.52, 13-53,12 es el cuarto canto del Siervo del Señor: el sufrimiento del inocente, mientras los culpables parece que triunfan. Pero Dios va dándonos la clave: “mi siervo tendrá éxito”; su sufrimiento es por los verdaderos culpables, “justificará a muchos porque cargó con los crímenes de ellos”, tendrá un fruto.
La segunda lectura: Hebreos 4, 14-16; 5,7-9 nos presenta a Jesucristo como sumo sacerdote compasivo y bueno, que desde el sufrimiento aprendió a obedecer y que, por su entrega fiel, se ha convertido en autor de salvación eterna. Cristo vivió su sacerdocio en su entrega a todos y hasta la cruz.
El relato de la Pasión es según San Juan, 18,1-19,42.. Juan subraya que Jesús entrega su vida, no se la quitan, que la pasión fue la culminación de todo un estilo de vida y que su muerte es la prueba de su amor “nadie tiene amor mas grande…”
Las tres lecturas nos hablan del gran amor de Dios que se ha hecho solidario con todos los hombres. Ha vivido lo que nosotros vivimos, y también ha sufrido y ha muerto. Por eso nos comprende y nos acompaña en el sufrimiento.
Jesús no buscó sufrir ni morir (“que pase de mí este cáliz”). Tampoco lo quiso el Padre. Fue consecuencia de su vida coherente y entregada y del mal del mundo. Una vida y una entrega como la suya, le llevó a darlo todo.
Dios no quiere el sufrimiento de Jesús ni el nuestro; y nosotros tampoco lo debemos de buscar, ¿qué padre lo puede querer? “si vosotros que sois malos queréis cosas buenas para vuestros hijos…”) Dios siempre espera nuestra fidelidad, y la fidelidad siempre cuesta y siempre duele porque supone la entrega de sí mismo.
En Dios todo es amor y vence a la muerte con su gloriosa resurrección
Hoy, en la oración universal, pedimos que el sacrificio de Cristo llegue a todos, para que su amor entregado transforme todas las vidas.
Hoy adoraremos la Santa Cruz, signo de la entrega y de la victoria de Cristo, para que mirando nuestro presente y nuestro futuro desde ella, nuestra vida se llene de esperanza.
“Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu Cruz has redimido al mundo”.
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