domingo, abril 25, 2010, 10:47 AM
CUARTO DOMINGO DE PASCUA“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”
1ª lectura: Hechos 13, 14.43-52: Nos dedicamos a los gentiles.
Nos narra el primer discurso de Pablo, dentro de su primer viaje apostólico, desde Antioquia de Pisidia; se dirige a los judíos de la diáspora y a los gentiles. Hace referencia al núcleo de su predicación:”El justificará al que crea”.
Pablo es consciente del mandato del Señor de dirigirse a todos, judíos y gentiles. Muchos le siguieron, los gentiles se alegraban y alababan la palabra del Señor y los “discípulos quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo”. Tuvieron dificultades con la comunidad judía.
Ya aparece el deber de la Iglesia de anunciar la Palabra a todos los hombres, a los que se han alejado de la Iglesia, a los que provienen de otras culturas y comunidades eclesiales y a los alejados, a quienes no se les ha anunciado nunca; y esto entraña dificultades, en un ambiente de comodidad y de increencia, donde parece que no interesa en absoluto el evangelio.
Las dificultades nos deben urgir a llevar una vida cristiana más coherente y comprometida con los necesitados: la autenticidad, el sacrificio y la caridad son incuestionables y siempre interpelan. El Resucitado, Buen Pastor, camina junto a nosotros y es quien nos guía y sostiene.
Salmo 99, 2.3.5. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño
2ª lectura: Apocalipsis 7,9.14b-17. El Cordero será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.
Contemplamos la victoria de “los que vienen de la gran tribulación”, de los que proceden de este mundo y, como consecuencia de su fidelidad y entrega, han sufrido por Jesucristo. Ellos interceden y piden que llegue pronto el Reino de Dios que liberará de todo sufrimiento y opresión.
Evangelio: Juan 10, 27-30. Yo doy la vida eterna a mis ovejas
Este pasaje aparece tras el signo de la curación del ciego de nacimiento y Jesús quiere hacer comprender a los dirigentes judíos que él es el Mesías esperado y que llevará adelante su misión como “Luz del mundo” y “Buen Pastor”.
La acción de Jesús aparece descrita en los verbos que utiliza el evangelista: conocer, dar vida (vida eterna), no dejar arrebatar (ofrecer seguridad, proteger en el peligro…) El amor del Pastor interpela al creyente a vivir la fe como “escuchar la voz” y “seguirle”, son las dos acciones que caracterizan al discípulo: escucha atenta y seguimiento incondicional, ser de los suyos.
Necesitamos despertar en nosotros la capacidad de escucha.
Cuando se trata de la Palabra de Dios, tenemos el peligro de pensar “ya me lo sé, es siempre lo mismo” y no dejarnos interpelar. Solo con un corazón sencillo y lleno de amor e interés, podemos acoger la palabra de Jesús con toda su frescura y novedad, con toda la vida que viene de Él. Siempre nos dice algo nuevo desde el “hoy” en el que la escuchamos.
Juan XXIII decía que la Iglesia es como la vieja fuente que está en medio de la aldea y que no deja de manar continuamente agua fresca. Si no somos sensibles a la “frescura y novedad” del evangelio podemos quedarnos en unas formas de religiosidad decadentes, “tranquilizantes”, superficiales porque están mas pendientes de la forma que del fondo, y que mucha gente ve como cargas pesadas de las que hay que huir. En esta sociedad donde nuestras conciencias tienen el peligro de “ser tomadas” con mensajes, imágenes y reclamos de toda clase, necesitamos que resuene la Palabra viva, concreta e inconfundible de nuestro único Señor.
Además hay que seguirlo. Seguirlo hasta la entrega personal, hasta la cruz. Seguir es creer, defender y vivir lo que el creyó, vivió y defendió. Defender a todo ser humano, acercarnos, eficaz y afectivamente a quienes nos necesiten, tener libertad de corazón para hacer el bien , sin dependencias de convencionalismos humanos, tener una confianza llena de paz y amor en el Padre, situarnos ante la vida y la muerte desde la victoria del Resucitado.
La Iglesia, y cada uno de nosotros, porque descansamos junto al corazón del Pastor y nos sentimos cuidados y mimados por El, tenemos que ofrecer nuestros brazos a los hermanos mas débiles, a los mas heridos `por la dureza de la vida, a los mas desorientados en la noche del mundo.
El pastor contempla las estrellas y espera y adivina la salida del sol; el cristiano ve la presencia de la luz de Jesucristo en la noche del mundo, nunca deja de ayudar porque ve en la noche y con esperanza y amor espera un nuevo día, porque el sol que es Jesucristo, nunca deja de salir.
