domingo, abril 3, 2011, 01:08 AM
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA (día 3 de abril)1º Lectura: 1º de Samuel 16, 1b. 6-7. 10-13ª. David es ungido rey de Israel
Salmo 22. El Señor es mi pastor, nada me falta.
2ª Lectura: Efesios 5, 8-14. Caminad como hijos de la luz.
Evangelio: Juan 9, 1-41. Fue, se lavó, y volvió con vista.
Este domingo el evangelio nos presenta el segundo encuentro salvador de Jesús en el camino hacia la Pascua. Jesús, al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento, hizo barro con tierra y saliva, se lo untó en los ojos y lo mandó a lavarse en la piscina de Siloé. El ciego lo hizo, se lavó y quedó curado.
Los discípulos, ante el hecho de la ceguera, se preocupan por la causa, buscándola en el terreno moral: “¿Quién pecó, él o sus padres? Jesús les dirá que el mal, más que ser explicarlo debe ser combatido, así se manifiesta la gloria de Dios, que no pasa de largo ante la necesidad de un ser humano y que, inmediatamente, actúa, buscando la solución sobre todos los obstáculos.
Ante el signo que realiza Jesús, todos toman posiciones: los vecinos tenían extrañeza y curiosidad y se acercan hasta Jesús, sin llegar a definirse. Sus familiares ven posibles problemas con los fariseos y se desmarcan completamente para no correr ningún riesgo. Los fariseos se irritan contra Jesús, porque cura en sábado (siempre la ley y las formas por encima de la misericordia) y contra el ciego porque les molesta el que reconozca a Jesús como a un profeta. Solamente ellos podían reconocer qué venía o no venía de Dios. El ciego va progresando en el conocimiento que tiene de El: “ese hombre”, un rabí, un profeta, el Hijo del Hombre, que ya es un título mesiánico. Y creyó y se postró ante El. Llega a la madurez de la fe.
Jesús se muestra con toda su grandeza. El, que se compadecía ante la muchedumbre porque andaba como ovejas sin pastor, y les dio de comer y mandó que se les diera siempre. El, que se sentó junto al pozo de Jacob esperando a la Samaritana y la escuchó hasta que naciera en ella la sed de agua viva convirtiéndose en mensajera del evangelio entre los de su pueblo. El ve al ciego, lo unta (reproduciendo la acción creadora del Padre), le manda que se lava, lo acoge y lo vuelve a recoger cuando se entera de que lo han expulsado de la sinagoga, porque en su familia y en su banquete tienen siempre sitio los excluidos de la tierra. Es el cumplimiento de que “la Palabra que era la luz verdadera” y esa Palabra es Jesucristo.
La ceguera representa la humanidad que vive en la oscuridad y en la búsqueda. Jesús, es el don del padre que ilumina nuestro camino. Nos revela el misterio de Dios, su amor y su vida y el sentido de nuestra vida y la llena de paz, amor y confianza
Jesús, con su vida y su palabra, es la luz que Dios Padre enfoca hacia nosotros. La segunda lectura nos ayuda a concretar: caminad como hijos de la luz, vigilad, vivid. Esto quiere decir dos cosas: abrir los ojos de la fe al mensaje de Jesucristo y vivir con actitudes de amor, desprendimiento y alegría, dando frutos de bondad, justicia y verdad. Así dejaremos trasparentar l luz del Evangelio e iluminaremos a los que nos rodean con obras y palabras.
Nosotros fuimos bautizados de pequeños y se nos entregó un cirio encendido del cirio pascual, pidiendo la iglesia a los padres y padrinos, que esa luz que la Iglesia les entregaba la mantuvieran encendida hasta la vida eterna, con todos los medios que tenemos para crecer y madurar en la fe. Es la misión: ser como Cristo en criterios, acciones, luchas, compromisos, posturas…en todos los foros y campos, para reflejar con una eficacia activa, eficaz y transformadora la luz del Evangelio. El que ha tenido experiencia personal de Cristo ya no puede mas que vivir para El.
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