lunes, abril 18, 2011, 11:46 PM - Otros
SOBRE EL “MOMUMENTO” DONDE SE RESERVA LA EUCARISTÍA PARA LA ORACION PERSONAL O COMUNITARIA DESPUES DE LA CELEBRACIÓN DE JUEVES SANTO
En todas las iglesias donde se ha celebrado la Misa de la Cena del Señor, se dispone un lugar adornado con flores y luces, sin excesos, donde se reserva la Eucaristía para la adoración y la comunión en la celebración del Viernes Santo. Debe evitarse el recargarlos de símbolos (panes-toallas, tonelitos de vino…) que distraigan la atención. No hacen falta símbolos cuando Cristo está realmente presente.
La oración ante el monumento es de una gran riqueza: agradecemos al Señor su amor inmenso manifestado en la entrega de su vida hasta la muerte; el don de la Eucaristía, presencia real permanente, con su cuerpo, alma y divinidad; el don del sacerdocio; el mandamiento del amor. La adoración de la Eucaristía en el monumento tiene también un carácter pedagógico, ya que nos recuerda que siempre tenemos al Señor, que nos espera en la oración y que está disponible para consolar y confortar a los enfermos cuando les llevamos la comunión fuera de la Misa.
La tarde-noche de Jueves Santo, con nuestra oración y presencia queremos acompañar a Jesucristo que pasó toda la noche siendo juzgado y maltratado entre el Sanedrín, Herodes y Pilatos. Vivimos aquella soledad y abrimos los ojos y el corazón para ser sensibles ante situaciones humanas de sufrimiento cercanas a nosotros y ante las que ni debemos ser insensibles ni pasar de largo, ni “negar” no reconociendo.
Es noche de compañía y de presencia.
Muchas personas tienen la costumbre de visitar, haciendo una breve oración, los “monumentos” de templos o capillas cercanas a su parroquia. Le llaman hacer “estaciones”, paradas para la oración. Es como una parábola de la vida, en la que se hacen diferentes estaciones para recuperar fuerzas y seguir el camino hacia la meta definitiva. Interesa hacerlas bien, con sentido religioso, uniéndonos a esa comunidad que espera junto a Cristo, evitando el aire de “maratón” y el tono de curiosidad. Es aconsejable que después de la media noche, el monumento muestra un aspecto más sobrio.
Hay que buscar momentos de silencio para encontrarse con el Señor y con nosotros mismos. La oración nos hace recuperar consciencia y luz. Y el fruto es la paz. Como el estanque donde se han agitado las aguas necesita tiempo para que vuelva a verse el fondo, así también el alma humana, necesita la oración, el tiempo de silencio ante el Señor.
En la oración hay que poner calor, afecto, pasión. Estamos junto al amigo juzgado, maltratado, insultado…Pablo no se cansaba de decir “me amó y se entregó por mí”. Y por ti. Y por cada uno de nosotros.
¿Dónde estamos esa noche, ese día…?.Ojalá no se repita el “no sé de qué me hablas, no conozco a ese hombre” que tantas lágrimas produjo aquella noche.
