Blog del párroco
SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA. DE LA MISERICORDIA. Ciclo C (27-4-2-14) 
sábado, abril 26, 2014, 09:17 AM - Comentarios a las Lecturas
SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA. Ciclo A. 27-4-2014.

1ª Lectura. Hechos 2, 42-47. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común.

Salmo 117. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

2ª Lectura. Primera de Pedro 1, 3-9. Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva.

Evangelio. Juan 20, 19-31. A los ocho días se les apareció Jesús.

A la octava de Pascua la llamamos domingo de la misericordia, por iniciativa del beato (desde el domingo 27 de abril, santo) Juan Pablo II. Antiguamente era llamada Dominica in albis recordando a los nuevos bautizados de Roma, que subían hasta la Basílica de San Pancracio para depositar ante el niño mártir las vestiduras blancas, signo de su dignidad de cristianos, vestiduras que se les habían entregado en la noche de pascua: “los bautizados en Cristo hemos sido revestidos de Cristo”.

La octava de Pascua tiene la riqueza, la solemnidad y el sentido de la misma pascua. Toda la semana, en la eucaristía decimos en el prefacio:”pero más que nunca en este día en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado” y en la plegaria eucarística hacemos referencia al “día santísimo de la resurrección del Señor”. La resurrección del Señor es el gran acontecimiento en el que el Padre ha devuelto la vida a Jesús, en el que la muerte, la suya y la nuestra ha sido vencida.

En la hermosa oración colecta acogemos los dones del Resucitado: “el bautismo que nos ha purificado, el Espíritu que nos ha hecho renacer y la sangre que nos ha redimido”. Rescatados, perdonados, renacidos a una vida y a una esperanza nueva.
El libro de los Hechos de los apóstoles no presenta la vida nueva de la comunidad de creyentes: vivían de la palabra recibida de los apóstoles; vivían unidos, compartiendo necesidades cualidades y bienes con los hermanos; oraban y sobre todo, se mantuvieron fieles en la fracción del pan. Ante los demás, eran un signo de paz y de alegría. Vivían con Cristo y querían trasmitir su fe en él.
En el evangelio contemplamos la resistencia de Tomás, quien no cree en el testimonio de la comunidad. Es un misterio que no creyera en Jesús, con quien tantos momentos había vivido y compartido, y que no creyera a la comunidad que eran testigos del Resucitado y que eran sus amigos. Siempre crees a los que amas. A Tomás le faltó amor, confianza en la comunidad y le sobró excesiva confianza en sí mismo. Jesús tuvo amor y paciencia con él: “Mete tu dedo, mete tu mano…”.”Señor mío y Dios mío”.

Nosotros nos ganamos la bienaventuranza de Jesús: “Dichosos los que crean sin haber visto”; y las preciosas palabras de Pedro: “No habéis visto a Jesucristo y lo amáis” “no le veis y creéis en”.
La fe, don de Dios, llegada a nosotros por el testimonio de nuestros padres, como último eslabón de una larga cadena. Cristo nos ha configurado con su palabra y con la eucaristía. Nuestra vida debe ser un signo evidente de que Cristo ha resucitado y está presente entre nosotros. Debemos cuidarla con la caridad, la oración y los sacramentos.

La Iglesia, cada comunidad y grupo cristiano, debemos manifestar nuestra comunión en el amor; debemos ser acogedores, compasivos, cercanos y solidarios con los que sufren y con los pobres. Debemos ser Cristo.

Domingo de la misericordia. Canonizaciones de Juan Pablo II, el papa que tuvo pasión por el ser humano, universal, cercano, comprometido; de Juan XXIII, el papa sencillo, valiente y confiado en la providencia, y que utilizó siempre las armas de la bondad y de la alegría. Que intercedan por la Iglesia.


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PASCUA DE RESURRECCIÓN. 19-4-2014 
sábado, abril 19, 2014, 04:28 PM - Comentarios a las Lecturas
PASCUA DE RESURRECCIÓN. Ciclo A. (19-4-2014). Vigilia pascual.

Epístola. Romanos 6, 3-11. Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más.

Evangelio. Mateo 28, 1-10. Ha resucitado y va por delante de vosotros a Galilea.

¡Cristo ha resucitado! ¡No busquéis entre los muertos, al que vive! ¡No tengáis miedo, alegraos! ¡Camina delante de vosotros a Galilea, allí le veréis! Hermanos: ¡qué necesitados estamos de grandes anuncios, como el de la resurrección, cuando estamos rodeados de tanta oscuridad, noche y desesperanzas!

Esta noche, en la bellísima liturgia de la Vigilia, cantamos y anunciamos que Cristo vive. Y en Cristo, tenemos vida nosotros. La resurrección es la gran palabra del Padre sobre Cristo, Él es la verdad. Se ha roto el gran silencio del Padre de la tarde del Viernes Santo. La resurrección es la victoria de la vida que nos ofrece Dios sobre todas las formas de muerte que amenazan al ser humano. En él hemos sido redimidos y recreados, y nuestra naturaleza a ha sido elevada a la dignidad de hijos de Dios.

Proclamamos que Cristo es la luz, “luz de Cristo” cantaremos; y por la fe, su misma luz ilumina nuestro ser y todo lo que nosotros somos y hacemos. Le seguiremos con los cirios encendidos, como en la columna de fuego que guiaba a Israel por el desierto, con la confianza de saber que nos saca de todas nuestras esclavitudes y nos conduce a la verdadera vida.

Las lecturas del Antiguo Testamento nos van recordando todo el amor y las infinitas delicadezas que ha tenido Dios con nosotros a lo largo de la historia, llegando a esta última de la resurrección del Señor, en la que los pobres y sufrientes del mundo vencen, por el poder de Dios. Hemos sido liberados, rescatados y elevados a la dignidad de hijos de Dios.

El bautismo nos incorporó a Cristo, a su vida, muerte y resurrección, y este día lo renovamos, con la luz encendida de la fe. Vivamos desde nuestra condición de bautizados; el bautismo no fue una tradición o algo que pertenece a la infancia, sino que marca un ser, somos hijos de Dios y miembros de la Iglesia; el evangelio es nuestro proyecto de vida; y nuestra misión, trabajar para que este mundo se parezca más al proyecto, al Reino de Dios.

Tenemos que ser testigos de Cristo. El evangelio nos anuncia que camina junto a nosotros, que lo encontraremos en Galilea, en los trabajos del día a día.

Pablo en la epístola nos recuerda que en Cristo ha sido crucificada nuestra antigua condición de pecadores y que debemos llevar una vida como la de Cristo. Como la muerte ya no tiene dominio sobre Él, tampoco, las consecuencias del pecado, deben estar presentes en nosotros. Una vida nueva, la de Cristo.

En el mundo siempre parece que tiene más fuerza el mal y el pecado. Siempre hace más ruido y los medios de comunicación lo difunden más. La victoria de Cristo es un estímulo, desde una fundada esperanza, a vivir evangélicamente, a trabajar por los pobres y pequeños de la tierra sin desanimarse, sin sensacionalismos, con perseverancia; a vivir con convicción lo que creemos.
Testigos del Señor, con amor, con alegría. Él está en la fracción del pan, en la comunidad y en los que sufren.
“Allí me veréis”.




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VIERNES SANTO. Celebración de la Pasión y Muerte del Señor. (18-4-2014) 
jueves, abril 17, 2014, 11:37 PM - Comentarios a las Lecturas
VIERNES SANTO. Celebración de la pasión y muerte del Señor. (18-4-2014)

1ª Lectura. Isaías 52, 13-53.12. Él fue traspasado por nuestras rebeliones

Salmo 30. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

2ª Lectura. Hebreos 4, 14-16; 5, 7- 9. Experimentó la obediencia, y se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.

Pasión de Ntro. Sr. Jesucristo según S. Juan. 18, 1- 19,42.

Hoy, al celebrar la Pasión y muerte del Señor, celebramos la inmolación del Cordero Pascual. San Juan coloca el momento de la muerte de Jesús en la “Parasceve”, cuando se inmolaban en el templo los corderos de la Pascua de aquel año. Cristo es el Cordero inmolado e inmaculado; él quita el pecado del mundo, no le quebrarán ni un hueso, en él está nuestra luz y nuestra vida.

En la Cruz de Cristo se cumplen todas las profecías y se realizan todas las figuras del Antiguo Testamento. Cristo es nuestro rescate, quien se inmola por nosotros; la sangre que brota de su costado es sangre de expiación y salvación. Su pascua es la nuestra.

El Viernes Santo contemplamos la fidelidad del Señor: llegó hasta el final, cargando con todas las cruces, consolando a los que se encontraba en el camino, afrontando con dignidad las vejaciones, sobrellevando los insultos, haciendo suya la causa de todos los hombres más maltratados. Cargando con las culpas de todos, realizó en su vida la profecía de Anás, a su pesar: “conviene que muera un solo hombre por el pueblo”. Y murió Jesús por todos.

Y todo, “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”

La muerte de Jesús así hace que ningún ser humano se sienta el más solo y abandonado. Junto a él, y un poco más allá en el sufrimiento, se encuentra Cristo, perdonando, ayudando, justificando, salvando.

Cristo siempre está cerca de nosotros, especialmente cuando nos encontramos en situaciones límite que nos llevan a exclamar:”ya no puedo más”, “esto no tiene sentido”, “nadie hace nada por mí”. También nos enseña a sentir el silencio del Padre y a decir de corazón: “Padre me pongo en tus manos”.

Cristo nos da fuerza para entender la pobreza y la fragilidad de la condición humana; nos da perseverancia en las pruebas y nos enseña que, la gran desgracia del hombre no está en morir, sino en pecar y en hacer el mal, en vivir sin la dignidad propia de un hijo de Dios, porque nuestro destino es vivir para siempre por la victoria de Cristo.

No obstante, hoy la humanidad se queda en silencio al contemplar la muerte del Señor. El grano de trigo ya ha caído en tierra. Esperemos el fruto de la Pascua.




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ORACION ANTE EL MONUMENTO. LAS TRADICIONALES ESTACIONES.(17 Y 18 DE ABRIL) 
jueves, abril 17, 2014, 06:47 AM - Otros
LAS ESTACIONES O VISITAS A LOS MONUMENTOS DE OTROS TEMPLOS PARROQUIALES, entre la celebración de Jueves y Viernes Santo.

Los cristianos tenemos la costumbre de realizar las “estatio” o estaciones, visitas breves de oración a los monumentos de templos vecinos al lugar donde se participa de las celebraciones.

El sentido es acompañar a Cristo.
Cristo fue prendido, él solo, por la soldadesca, y trasladado de noche al Sanedrín. En el trayecto Pedro lo negó. Allí fue juzgado por Anás y Caifás con testigos falsos, condenado por blasfemo,”decía que era el Hijo de Dios”; fue abofeteado y entregado a Herodes. Herodes era un rey payaso y muy superficial y se burló de él. Lo entregó a Pilato.

Pilato no quiso problemas con los judíos, y después de torturarlo para congraciarse con el populacho, se lo entregó para que lo crucificaran.

Son muchas horas, en las que el buen pueblo cristiano quiere estar con Cristo. Para acompañarle, para consolarle, para afirmarse en su propia fe y amor.

No son visitas para “ver” monumentos. Queremos estar con él y compartir sus sentimientos. Son tiempos de oración agradecida. No le queremos negar, sino hacer nuestro su sufrimiento y pasión.
Busquemos momentos de silencio y de profunda oración. La gran ayuda es la relectura de la pasión con la frase de San Pablo de fondo: “Me amó y se entregó por mí”.

Por encima de todo, no perdamos el sentido religioso de estos días y participemos con fruto en las celebraciones.


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JUEVES SANTO. CELEBRACION DE LA ULTIMA CENA DEL SAÑOR. Ciclo A (17-4-2014) 
miércoles, abril 16, 2014, 03:19 PM - Comentarios a las Lecturas
JUEVES SANTO. MISA DE LA CENA DEL SEÑOR. Ciclo A. (17-4-2014)

1ª Lectura. Éxodo 12, 1-8.11-14. Prescripciones sobre la cena pascual.

Salmo 115. El cáliz que bendecimos es comunión con la sangre de Cristo.

2ª Lectura. 1ª a corintios 11,23-26. Cada vez que coméis del pan y bebéis de la copa, proclamáis la muerte del Señor.

Evangelio. Juan 13, 1-15. Los amó hasta el extremo

Jesús quiso celebrar con sus discípulos la cena pascual. Se hacía en familia y ellos eran su familia.

Pero los discípulos no sabían que quería adelantar su propia celebración pascual, su paso de este mundo al Padre y nuestra propia liberación; y quería hacer algo más, completamente inimaginable: hacerla coincidir con la institución de la eucaristía, quedarse con nosotros para siempre en el sacramento del pan y del vino . El Señor tenía su corazón lleno de emociones: era su cena de despedida: El nos convocaba, nos servía, se nos entregaba. Y se quedaría en su cuerpo, alma y divinidad, por amor y como exigencia de amor.

En aquella cena estaban, estamos, todos invitados: el que le iba a traicionar, el que le iba a negar, los que le iban a abandonar. Y todos los que le han sido fieles a través de los tiempos. El sirvió el primero a Judas, como siempre se distingue al más importante.

El ambiente se tensionó cuando Jesús anunció que uno de ellos lo entregaría. Nos alerta de que dentro de la comunidad también puede existir el traidor.

El evangelista Juan nos dice lo que pasará esa noche: “Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.

Quien ya se había despojado de su rango, de su condición divina, se despojó de su manto, y, de rodillas, les comenzó a lavar los pies a todos. Para ser de los suyos hay que dejarse amar y servir, sin poner resistencias, para poderse poner a los pies de los demás, como hizo Jesús, sirviendo, despojándose, entregándose.

Y nos dio el mandamiento del amor. ¡Nos estaba amando tanto, que nos podía pedir amor! Solamente es capaz y sabe amar, el que ha sido amado y valora el amor recibido. Jesús nos puede pedir amor, porque nos ha amado hasta el extremo a todos, siendo nosotros todavía pecadores. Y acogemos su amor, cuando correspondemos, desde nuestra pequeñez y pobreza, amando como Jesús a todos.

“Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre…” Me tenéis a mí y a mi vida, nos dice Jesús. “Haced esto en memoria mía” ¡Que no falten sacerdotes que celebren la eucaristía, sacramento del amor hasta el extremo, de Dios, pan de vida, para seguir el camino!

El cristiano tiene que vivir la profunda alegría de sentirse tan amado, y que la gratitud nos mueva a corresponder. La alianza de Jesús es eterna; somos una familia, su familia; la comunión nos tiene que transformar en otros cristos.

Nuestro destino es el cielo, la eucaristía es viático, alimento para el camino. Presencia real de Dios.

Participemos en la celebración de la eucaristía siempre que podamos. Que la unión con Cristo nos trasforme. ¡Cuántas comuniones hemos recibido desde el día de nuestra primera comunión! Vivamos la “comunión” con todos los hermanos que nos necesiten. Disfrutemos de la presencia en el sagrario, donde el Señor nos espera. Abramos los ojos de la fe para ver en el hermano que sufre, el cuerpo de Cristo que se nos entrega.

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