sábado, mayo 7, 2011, 11:21 PM - Comentarios a las Lecturas
SEGUNDO DOMINGO DE MAYO (día 8)SOLEMNIDAD DE LA MARE DE DEU DELS DESAMPARATS. Patrona principal de la región valenciana.
Primera lectura. Apocalipsis 21, 1-5ª. Vi la nueva Jerusalén, arreglada como una novia que se adorna para su esposo.
Salmo. Judit 13, 18-19. Tú eres el orgullo de nuestro pueblo.
Segunda lectura. Romanos 12, 9-13. Contribuid a las necesidades del pueblo de Dios: practicad la hospitalidad.
Evangelio. Juan 19, 25-27. Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre.
María es el orgullo de nuestro pueblo.
Este domingo, los cristianos de Valencia y de los pueblos de alrededor, tenemos la necesidad de encontrarnos cerca de la Virgen. Las romerías de la noche del sábado, de los distintos pueblos a la Basílica, para estar ante la Madre en la misa de “descoberta”. La misa “d´infants”, en la que los grandes protagonistas, originariamente eran los niños, todavía presentes en los coros y en la ofrenda de la fallera mayor infantil, en nombre de todos los niños. El traslado de la imagen de la Mare de Deu, de la Basílica a la catedral, auténtico delirio humano en el que la Virgen va flotando sobre el mar de devotos que la acompañan, para la misa mayor de la fiesta. La solemnísima precesión general sobre calles alfombradas, entre balcones primorosamente adornados, bajo una lluvia de pétalos de rosa, y vivas, vítores, lágrimas, oraciones…Parece que se cumplen las palabras de María en el Magníficat: “Me llamarán dichosa todas las generaciones” y el pueblo incansablemente le dice:”tú eres el orgullo de nuestro pueblo”.
Jesús, en la cruz, antes de morir, nos regaló a su Madre y nos entregó su Espíritu. Viendo el profundo desamparo en el que podíamos vivir, le encargó a María que siguiera ejerciendo de madre con todos nosotros: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Y ahí comenzó una nueva misión, que continúa desde el cielo. María, conocedora de nuestros sufrimientos y necesidades, porque nos mira con profundo amor de madre, sigue indicando a su Hijo, como ya hizo en Caná de Galilea, todas nuestras carencias, pobrezas y necesidades, para que nunca nos falte el vino nuevo del amor, de la felicidad, del sentido de la vida que nos trae Cristo y que encontramos en el evangelio. En aquella “hora” de la cruz, mirando Jesús a Juan le dijo: “Hijo, ahí tienes a tu Madre, y desde aquella hora, el discípulo la acogió en su casa”. Necesitamos ser y sentirnos hijos de María, acogerla como alguien muy nuestro, para poder ser discípulos del Señor. Y acogerla como Madre supone quererla y dejarnos querer por ella, y, por tanto, imitarla.
La segunda lectura, el fragmento de la carta a los Romanos, nos describe los rasgos del discípulo y, por tanto, del buen hijo de María: que nuestra caridad sea de verdad, sin apariencias ni fingimientos, con obras; que detestemos todo lo que sea malo e inauténtico y nos adhiramos a los bueno; que, además, seamos cariñosos, prefiriendo a los demás y a sus cosas, por delante de nosotros y de nuestros intereses; que afrontemos nuestro trabajo con eficacia, como un servicio, y lo hagamos con interés e ilusión; que no nos rindamos ante las dificultades, sino que las afrontemos con fortaleza y perseverancia; que seamos fraternalmente acogedores . Esto nos lo enseñó Jesús. Esto lo vivió María, la esposa que se adornó de virtudes para el esposo. Este tiene que ser nuestro programa.
María nos hace sentirnos queridos y fuertes en nuestros desamparos; pero sobre todo, María es la Madre que reclama dignidad, justicia, caridad…para con todos los pobres y desamparados de la tierra. No hay mejor regalo para una Madre que el ser buenos con los más pequeños y necesitados de sus hijos. María ampara y quiere que amparemos. Que Ella nos haga sensibles para no pasar de largo ante el sufrimientos de nuestros hermanos, que se reviste de tantas formas en estos tiempos, y muy generosos para remediarlos.
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