martes, mayo 1, 2012, 11:51 AM - Otros
MES DE MAYO, MES DE MARÍA.Cuando éramos pequeños y asistíamos a la escuela pública, el mes de mayo teníamos en un lugar especial una imagen de la Virgen Inmaculada. Le rezábamos todos los días, cantábamos y nunca faltaban flores frescas de las que cultivábamos en nuestras casas. Eran unos preciosos otros tiempos.
Así nació y se favoreció en nosotros la devoción a la Virgen. Nos acostumbramos a rezar las tres avemarías antes de dormirnos y era como despedirnos y darle el último beso a la Virgen. No se nos olvidaba porque teníamos alguna estampa en la habitación que nos la hacía presente, además del recordatorio que normalmente nos hacía nuestra madre. Rezar a la Virgen se convirtió en un hábito que formaba parte de nosotros.
También dibujábamos mucho en la escuela. Los sábados, la escena del evangelio del domingo y durante este mes, dibujábamos escenas de la Virgen que conocíamos por el evangelio: la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento, la huida a Egipto, la Sagrada Familia, el Niño encontrado en el templo, Caná, la Crucifixión, María en Pentecostés…lo sabíamos todo, nos gustaba y nos emocionaba.
Aprendíamos muchas oraciones: el Ave María, la salve, el bendita sea tu pureza, el acordaos, bajo tu amparo…Así se fue configurando en nosotros un cariño a la Virgen cálido, cercano, vivo.
Pero no se quedó solo en devoción. ¡Sabíamos tantas cosas de Ella! El ángel la sorprendió estando en oración, por eso no se asustó mucho; con serenidad preguntó, se cercioró y aceptó. Siempre nos admiró el que la noticia del Nacimiento del Niño la afrontara en silencio y soledad; tenía la seguridad de que Dios, porque era cosa suya, iría despejando el camino. Con mucha humildad se fue a ayudar a Isabel, quien tenía muy cerca el tiempo del parto; y luego volvió, y se dejó llevar por José… y Belén. Lo llevaría todo preparado, pero también confió, porque parece que iba sola con José, quien no sabría mucho de partos. Y Egipto… y luego Nazaret… y el Niño crecía y ya no era tan Niño…y ella siempre allí. María nos enseña a estar cerca sin atosigar y nos demuestra, con su ejemplo que todo no se soluciona con palabras. Pero lo que es muy importante es estar cerca, dispuesto a lo que sea y con mucha confianza.
Fue una gran creyente y orante. Creó con José una buena familia, hizo bien su papel de Madre, apoyó a Jesús, le acompañó y le ayudó a cumplir su misión; y siguió ella, después de la Cruz y Pentecostés. No se le puede pedir más. Y sin desmoronarse. Tenía mucho amor, se apoyó en el Padre y en Jesús. No reclamó nada para sí.
¡Qué Madre! Podemos aprender de ella y descansar en ella. Sigue ejerciendo de Madre desde el cielo. Las madres nunca dejan de ser madres.
Este es su mes especial. El primer domingo es el día de la madre. El segundo, el día de la Virgen. Es un mes para cuidar más nuestra relación con ella, y para disfrutarla más. El Rosario, el Regina coeli…y tantas oraciones y conversaciones. María nunca nos aísla de la realidad, nos ayuda a amarla, servirla y transformarla. Cuando un hijo tiene gestos de amor con su madre el que más los disfruta y se beneficia es él. Que no nos pase desapercibido que es el mes de María, ni a nosotros ni a los nuestros. Hay que poner amor e imaginación.
El Señor, en la Cruz nos dijo que, para ser discípulos suyos teníamos que sentirnos hijos de María, “hijo, ahí tienes a tu Madre”, y como el discípulo amado tenemos que acogerla como a alguien propio, “la acogió en su casa”.
M Madre mía amantísima, en todos los instantes de mi vida, acordaos de mí, miserable pecador. Ave María.
A Abogada y refugio de los pecadores, asistidme en la hora de la muerte y abridme las puertas del cielo. Ave María.
R Reina de cielos y tierra, sed mi amparo y defensa contra las tentaciones de mi enemigo. Ave María.
I Ilustre y querida hija de Joaquín y Ana, conseguidme de vuestro querido Hijo las gracias que necesito para mi salvación. Ave María.
A Acueducto de la divina gracia, concededme abundancia de lágrimas para llorar mis pecados. Ave María.
