viernes, mayo 3, 2013, 11:48 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 6º DE PASCUA. Ciclo C. (5-05-2013)1ª Lectura. Hechos 15, 1-2.22-29. Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables.
Salmo 66. Oh Dios, que te alaben todos los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
2ª Lectura. Apocalipsis 21, 10-14.22-23. Me enseñó la ciudad santa, que bajaba del cielo.
Evangelio. Juan 14, 23-29. El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho.
Al terminar la Pascua nos vamos acercando a la partida definitiva de Jesús de este mundo al lugar que le corresponde, junto al Padre, y que celebraremos el día de la Ascensión. Hoy las lecturas y la celebración tienen un especial tono de despedida. El Señor quiere prepararnos a vivir sin él.
En el evangelio anunciado, del discurso del Señor en la última cena, el Señor nos hace unas recomendaciones: que guardemos sus palabras como compromiso de amor y amistad a él y como medio de permanecer unidos al Padre; que amemos como hemos aprendido de él, viviendo la palabra y sacrificando lo que nos exija la fidelidad; que recibamos y actuemos desde su Espíritu que nos mantendrá unidos a él y nos ayudará a comprender y a vivir; y que permanezcamos en su paz, esa fuerza interior y esa serenidad de quien no se siente solo ni abandonado.
El cristiano, después de la partida de Cristo vive trasformado. Cristo vive en nosotros por el Espíritu recibido y la fidelidad a la palabra nos hace estar en comunión con el Padre. Estamos en el misterio de Dios. Lo nuestro no es “una militancia” ni practicar una ideología. Vivimos la misma vida de Dios. Y Jesús en este fragmento del evangelio, pretende que entendamos, que es preciso que él se vaya para que todo esto suceda.
La comunidad cristiana no puede dejar de evangelizar, de ser, de vivir y de predicar. El libro de los hechos nos ha contado muchos detalles de la vida y las dificultades por las que pasaron los primeros cristianos; hoy nos sirve de criterio útil para este tiempo y para todos los tiempos, donde la Iglesia vive, en diversos ambientes religiosos, culturales…La comunidad cristiana siempre ha cuidado, protegido y defendido lo fundamental de la fe (no podemos “hacer rebajas” en lo recibido de Cristo y que pertenece al depósito de la fe de la Iglesia para atraer a los alejados);y debe ser muy respetuosa con las deferencias, que pueden provenir de los distintos tiempos, costumbres o ambientes culturales o no afectar a lo nuclear del mensaje. Para creer en Jesucristo Hijo de Dios y vivir su evangelio, no es necesario hacerse judío; desde la propia cultura hay que ser fieles a la palabra, a la verdad de Dios, y trasmitirla a todos para que la conozcan y vivan. Hay que ser fiel sin ser excluyente; firme, sin caer en dogmatismos. Juan Pablo II hablaba de “proponer”, no “imponer”.
Esta misión siempre ha sido difícil.
La palabra tiene que ser escuchada, orada y respaldada por la comunidad. Silenciosa, encarnada y fraterna. Si no es veraz y está propuesta con misericordia, se pierde entre los muchos ruidos que ensordecen la vida de mucha gente.
La comunidad cristiana siempre ha vivido la persecución. La visión del apocalipsis, de la segunda lectura, nos dice de quien es la victoria final, y nos estimula al esfuerzo a la entrega mientras estamos en este mundo.
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