sábado, mayo 24, 2014, 08:13 AM - Comentarios a las Lecturas
SEXTO DOMINGO DE PASCUA. Ciclo A. 25-05-2014.1ª Lectura. Hechos de los Apóstoles 8, 5-8. 14-17. Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
Salmo 65. Aclamad al Señor, tierra entera.
2ª Lectura. Primera carta del apóstol San Pedro 3, 15-18. Murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu.
Evangelio. San Juan 14, 15-21. Yo le pediré al padre que os dé otro Defensor.
La Pascua es el tiempo del Espíritu Santo. Jesús, en la etapa final de su ministerio, cuando comienza a prepararnos para estar sin Él, nos anuncia que no nos dejará solos, que nos enviará el Espíritu Santo. La obra del Espíritu, asentar, madurar, profundizar…viene después de Cristo.
En la primera aparición, la mañana de pascua, Jesús ya nos regala privadamente su Espíritu, para que nos dé fortaleza y comencemos la misión de perdonar y reconciliar. El día de Pentecostés, la Iglesia vivirá la efusión general del Espíritu que transformará totalmente a los discípulos, tendrán valor para evangelizar y dar la vida y profundidad para comprender el misterio de Jesús y la grandeza de su mensaje.
La primera lectura nos habla de comunidades de Samaria que ya habían recibido la palabra y el Bautismo, pero a quienes no se les había impuesto las manos para que recibieran el Espíritu Santo. Con el Espíritu aprenderán y serán capaces de orar; se esforzarán en vivir la fe y en el trabajo apostólico; serán personas maduras, testigos de la fe; la imposición de manos les transmite el Espíritu en su totalidad. San Ireneo decía que el Hijo y el Espíritu son como las dos manos del Padre.
En la segunda lectura, San Pedro nos predica que el Espíritu resucitó a Jesús de entre los muertos; y que este mismo Espíritu, además de hacernos capaces de vivir el Evangelio, nos debe ayudar a dar razón de nuestra esperanza ante quien nos la pida. Dar razón de nuestra esperanza es exponer los motivos profundos que nos mueven y conmueven para vivir configurados a Jesús, trabajar por su proyecto de mundo-Reino de Dios y ser capaces de dar la vida. No anteponer nada a Cristo. Esto nos exige estudio, formación continuada, reflexión. No podemos confundir la doctrina del Señor con “opiniones personales”.
El Evangelio nos dice que el Espíritu Santo es el defensor que nos da el Padre, el que suple nuestra debilidad. El abogado que nos defiende, que nos representa, que pone en nosotros las palabras adecuadas en cada momento.
Recibimos el Espíritu como don de Dios, pero debemos agradecerlo, escucharlo y dejarlo actuar; necesitamos lucidez y docilidad, bondad y confianza. Correspondencia con gratitud.
Los cristianos debemos vivir desde esta motivación, la de Dios, creando en nosotros una forma de ser y de actuar propia. El espíritu del mundo tiene otros métodos y persigue otras metas. Este fin de semana viaja el Papa Francisco a Tierra Santa, a encontrarse con la comunidad cristiana, a confortarlos en la fe y para que sepan que no están solos. Va como instrumento de paz, a defender a los sin voz, a hacer posible el diálogo entre todos los que creemos en Dios y nos sentimos hijos del mismo Padre. El Espíritu de Jesús le quita el miedo y le urge al encuentro con el hermano y a la defensa de quien más sufre, en aquel contexto tan difícil.
Tiempo de Pascua. Cristo resucitado nos trae la vida, su vida. A dejar que el aire fresco de su Espíritu revitalice lo que está débil y sin fuerzas e introduzca la brisa limpia y suave de quien quiere hacerlo todo nuevo.
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