martes, junio 15, 2010, 05:07 PM -
Comentarios a las Lecturas
DOMINGO XII DE TIEMPO ORDINARIO
1ª Lectura: Zacarías 12, 10-11: Mirarán hacia mí, a quien traspasaron.
Salmo 62: Estoy unido a ti, tu diestra me sostiene.
Gálatas 3, 26-29: De Cristo habéis sido revestidos.
Lucas 9, 18-24: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo.
Las tres lecturas evocan la estrecha relación que debe existir entre el creyente y el Señor: mirar hacia él, estar unido a él, seguirle…Porque no se trata solo de aceptar unas verdades o de bautizarse sino de llevar la misma vida de Jesús aunque muchas veces resulte difícil y doloroso.
La persona de Jesús interpelaba y no dejaba a nadie indiferente: ¿Quién dice la gente que soy yo? Es la pregunta que hizo a sus discípulos y que nos hace a cada uno de nosotros, ¿y vosotros, quien decís que soy yo?
Quien le reconoce en todo su misterio, le ama y se identifica con El, y ya solo puede vivir desde la obediencia de la fe.
Nosotros sabemos que es mas que Juan el Bautista, porque no viene a preparar el camino a nadie sino que El es el Camino para llegar al Padre y para ser persona en plenitud. Vivir su Evangelio es tener la experiencia de sentirse feliz, libre y en paz, de ver que la vida tiene sentido y destino. “Eres camino, y te recorremos”.
Nosotros hemos escuchado al Bautista decir que es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; y le hemos contemplado en la Cruz, entregado por amor; y nos hemos sentido salvados y liberados, porque sabemos que un amor tan grande vence al mal y a la muerte, y con su resurrección ha dejado abierta para toda la humanidad las puertas de la vida eterna.
Nosotros sabemos que es más que Elías u otro profeta, porque El es la Palabra definitiva del Padre al mundo y a los hombres. En su Persona, en sus palabras, en sus silencios, en sus obras; en sus prioridades, en su forma de hacer y decir, en cualquier pequeño detalle que vemos en El, se manifiesta, con un cariño inmenso, la verdad liberadora del Padre hacia nosotros, la Sabiduría de Dios, porque Cristo es la Verdad que nos hace tener una vida plena. “Eres Verdad y te creemos”.
Pedro, quien tanto le amó, respondió: el Mesías de Dios.
Dios no nos podía enviar a nadie que fuera o hiciera más que El: era su Hijo y obedeció hasta la entrega de su vida.
No vino a conquistar el mundo. Hubiera necesitado otro estilo y otras armas. Vino a transformarlo, a servirlo, a redimirlo, a elevarlo; desde dentro y por amor. “Eres Vida, y esperamos en ti”.
Por eso el Mesías tenía que sufrir tanto. “No vino a condenar al mundo, sino a que el mundo se salve por El”. “Os envío como corderos en medio de lobos”.”No sois del mundo, como tampoco Yo soy del mundo”. “El grano de trigo si no cae en tierra…para que de fruto”.”Estoy en medio de vosotros como el que sirve”…
¡Qué difícil le resultó a Pedro comprender el mesianismo de Jesús! Le quería mucho, tenía sus propios sueños humanos y a nadie gusta pasar por el fracaso. “El Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho”.
A nosotros también nos resulta muy difícil ser cristianos de verdad.
Ser un poco mejores es agradable y cómodo. Hacer el bien, llena de satisfacción y tranquiliza. Dedicar un rato a la semana a Dios en la eucaristía, justifica; además, por si acaso, es el momento de pedir. Reducir determinados actos o prácticas a tradición y costumbre, no compromete. ¡Qué pena, dar la impresión de que somos unos nostálgicos, cada día menos, de unas formas de religión trasnochadas, que aportan poco y no convencen a nadie!
“¿Quién dice la gente que soy yo?”
Señor, ¿te tienen que encontrar en nosotros? Tú nos enseñaste que las palabras se comprenden desde la vida. ¿Tienen que recibir el mensaje desde el testimonio de la vida de los cristianos?
“El que quiera seguirme que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y me siga”
Señor nos pides que tengamos en primer lugar tu proyecto sobre los hombres, sobre la vida, sobre todo…por encima de nuestros proyectos personales (renunciar a nosotros mismos); que “carguemos con la cruz”, que asumamos las consecuencias, por sacrificadas y dolorosas que resulten, “cada día” , en la vida cotidiana, no solo en los grandes momentos.
Los cristianos, en el mundo, debemos hacer que resuenen, por todos los medios, la verdad y la novedad del Evangelio. Todas las causas de Cristo, que son todas las causas del hombre y de la vida, son nuestras causas. Con convicción, con sencillez, con libertad, con alegría. No hay ningún problema de los hombres, nuestros hermanos, que nos sea extraño, “todo lo que hicisteis con uno de estos mus humildes hermanos…”
“Señor, que tu diestra nos sostenga”.
Ayúdanos en el camino de la fidelidad como personas, como comunidades, como Iglesia universal “para que el mundo crea”; porque somos tus pobres y débiles testigos, porque la mies es mucha, porque nos has dado mucho, porque siempre has querido contar con nuestros escasos medios y con nuestra pobreza personal.
“El que pierda su vida por mí, la encontrará”