sábado, julio 5, 2014, 10:11 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 15º DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo A. (13-7-2014)1ª Lectura. Isaías 55, 10-11. Mi palabra no volverá a mí vacía: hará mi voluntad y cumplirá su encargo.
Salmo 64. La semilla cayó en tierra buena y dio fruto
2ª Lectura. Romanos 8, 18-23. La creación entera sufre como dolores de parto, y nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, también gemimos en nuestro interior.
Evangelio. Mateo 13, 1-23. Salió el sembrador a sembrar.
El sembrador es el Señor y su Iglesia, y no cesan de sembrar la mejor de las semillas. Isaías dice que la palabra nunca vuelve vacía, sin cumplir su encargo.
Pero la semilla tiene que caer en buena tierra, en tierra preparada y luego hay que cuidar que la tierra tenga las atenciones necesarias.
La palabra se tiene que entender, estudiar y reflexionar, para que no la arrebaten teorías deslumbrantes y pasajeras.
La palabra se tiene que aceptar, para que forme parte de nosotros y pase de ser un simple barniz superficial.
La palabra se tiene que discernir entre tantas palabras, doctrinas y teorías para que dé frutos de vida.
La palabra se tiene que orar, para que se realice un encuentro de amor entre Dios y nosotros.
No podemos ser terreno pedregoso sin humedad que la haga germinar, ni camino duro y transitado por unos y por otros que la tengan a merced de ideas fáciles y cambiantes.
La parábola es una palabra de esperanza, El sembrador no deja de sembrar la mejor de las semillas con esperanza. El sabe “que la creación sufre dolores de parto…”confusiones, sufrimientos…pero esperamos en una humanidad nueva. El tener las primicias del Espíritu no nos libra de la espera dolorosa, sino que nos anuncia que es una realidad la esperanza que nos sostiene.
Hay que ser buena tierra. Hay que cuidar la bondad del corazón y la generosidad de vida. El árbol malo da frutos malos y la tierra no cuidada hace que la palabra no de todos sus frutos. Los cristianos tenemos que valorarla, conocerla, disfrutarla. La Palabra es la Persona de Jesús.
Necesitamos la paciencia del labrador. La Palabra también necesita que cada vida le de su tiempo. Y luego, con humildad, aceptar que en unos produce más frutos que en otros.
La palabra consuela, ilumina, acaricia, fecunda. Guardar la palabra para que dé fruto abundante.
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