viernes, agosto 29, 2014, 11:40 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 22º DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo A. 31 de agosto de 2014.1ª Lectura. Jeremías 20,7-9. La palabra era fuego ardiente encerrado en los huesos; intentaba contenerla y no podía.
Salmo 62. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
2ª Lectura. Romanos 12, 1-2. Ofreceros vosotros mismos como la mejor ofrenda viva.
Evangelio. Mateo 16, 21-27. El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo.
El domingo pasado escuchábamos el elogio más grande que Jesús había dicho y que dirigía a Pedro: “Bienaventurado eres Simón…porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso sino mi Padre que está en el cielo. Eres Pedro y sobre esta piedra…”. Hoy Jesús le dice las palabras más duras: “Apártate de mi vista, Satanás, porque piensas cómo los hombres, no como Dios”.
Cuando Pedro dice “no lo permita Dios” al escuchar que Jesús tiene que sufrir, solamente escucha el anuncio de la Pasión. Pedro como nosotros y nosotros como Pedro: ¡cuánto miedo nos da el sufrimiento, el fracaso, las privaciones…!. “Piensas como los hombres, no como Dios”. Y los hombres buscamos comodidad, no aguantamos tener ni ver el sufrimiento provocado por tantas causas: la enfermedad con el sufrimiento y la dependencia de los demás, la pobreza, las dificultades y sacrificios, la austeridad. Hacemos una religión de sentimientos y devociones, no de configurarnos a Cristo, de asemejarnos a él y colaborar así en su misión en el mundo.
Asemejarse a Cristo es vivir con intensidad el amor y el interés por las personas teniendo de fondo una promesa de resurrección y de vida; asemejarse a Cristo supone y exige no vivir configurados por las pasiones del mundo, sus intereses, ideales y formas.
Cristo nos da la luz para entender de verdad este mundo y esta vida, y las fuerzas para afrontar los sufrimientos y dificultades de cada etapa. Vivir sin amargura, seguir creyendo en la bondad del corazón humano, tener la generosidad y las motivaciones adecuadas para poner coraje cuando la vida cuesta… eso lo da la contemplación de Cristo, de su vida, de su pasión, de su resurrección. Y el consuelo de experimentar que El es nuestro Cirineo en cada etapa del camino.
Jeremías, en la primera lectura se lamenta y protesta contra el mundo y contra la vida, y piensa que la palabra de Dios nos violenta, porque nos marca otro camino que el que nosotros desearíamos. Jesús hace que entendamos el amor y la vida de otra forma. Las desgracias nos dan la oportunidad de sacar lo mejor de nosotros, dándonos; y nos ayudan a experimentar el amor de Dios que nunca nos abandona. ¡Qué lejos queda el evangelio, de la actitud de “pasar” de quien nos incomoda y no sirve para nuestros intereses y metas humanas!
Dice Pablo en la segunda lectura: “presentad vuestros cuerpos como hostia viva”. Dios y los demás nos quieren a nosotros. Tenemos que darnos. Esto ha sido la vida del Señor, y esto espera que sea nuestro seguimiento de él. La vida es una pasión porque hay amor y buscamos un ideal muy alto de entrega. Como Cristo y con Cristo. Lo que no es esto, se cae solo, no convence a nadie y queda reducido a pura comedia.
No busquemos lo fácil ni huyamos de lo que nos supone sacrificio. No “descartemos” a las personas, como dice el Papa, cuando no sirven a nuestros intereses o caprichos. Como Cristo, afrontemos la vida con sus dificultades y seamos eficazmente sensibles al sufrimiento y a las necesidades del los hermanos.
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