sábado, septiembre 17, 2011, 04:04 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 25º DEL TIEMPO ORDINARIO (18 de septiembre)1ª Lectura. Isaías 55, 6-9. Mis planes no son vuestros planes. Los criterios de Dios son otros diferentes a las apreciaciones humanas.
Salmo 144. Cerca está el Señor de los que lo invocan.
2ª Lectura. Filipenses 1, 20ss. Para mí la vida es Cristo. Lo importante es que llevemos una vida digna del Evangelio de Cristo.
Evangelio.
Mateo 20, 1-16. ¿Vas a tener tu envidia porque yo soy bueno?
La llamada del Señor a trabajar en su viña es universal, urgente y apremiante. No quiere que haya nadie cruzado de brazos, a cualquier hora quiere que nos incorporemos a trabajar en su proyecto del Reino de Dios.
En estos momentos, cuando vemos a Cristo tan ausente en tantos sectores de la vida, la llamada del Señor a ser levadura y presencia del Evangelio, resuena con una urgencia especial en todos los ámbitos de la vida: la familia, la escuela, la política, la cultura en general, el ocio, el mundo laboral y sindical…Y en todas las etapas: infancia, adolescencia, juventud, madurez… “id también vosotros a mi viña”.
Ha pasado el tiempo de pensar que ser cristiano se reducía a la esfera de lo íntimo y privado: somos misioneros y, como decía un autor francés, de nosotros depende que la palabra de Dios resuene y no se pierda, porque Cristo necesita nuestra palabra, nuestras manos y nuestro corazón. La exhortación de Juan Pablo II,”Christifideles laici”, comentando la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, nos presenta la misión del laico cristiano, transformado personalmente por el evangelio y presente en todas las realidades sociales de nuestro mundo. Trabajar en la viña es hacer presente los valores del Reino de Dios. Comodidad, cobardía, falta de formación y de respaldo de un grupo o de una comunidad de referencia, rechazo social…ha hecho que nos vayamos replegando. Pero la invitación sigue dirigiéndose a todos, en cualquier momento, a cualquier edad: “id también vosotros a mi viña”.
Juan Pablo II habló de una nueva evangelización: anunciar a Jesucristo con nuevo ardor, con nuevos métodos, desde todos los areópagos de la sociedad, pero sobre todo, con la vida de los cristianos que ya empiece a ser fermento de nueva sociedad. Benedicto XVI también nos llama a trabajar para que Europa, tan secularizada por el capitalismo occidental y tan desengañada del comunismo oriental, convertida en un erial por el consumismo y el hedonismo, recupere sus raíces cristianas y los grandes valores de fe, humanidad, acogida, justicia…que recibió del evangelio y trasmitió a tantos pueblos. El evangelio es sabiduría y verdad de Dios y tiene valores que iluminan y dan sentido a la vida siempre.
Pero, además de la invitación a trabajar en la viña del Señor, viene el momento de la paga. Aquí siempre hemos mirado con extrañeza el actuar de Dios. “Y al final, ¿todos la misma paga?”. La mezquindad y la envidia entre hermanos. Aquí no se trata de una medida de justicia humana. Es un don y un honor que el Señor cuente con nosotros y nos invite a trabajar en su viña. Y la paga que nos da, su amistad, su Reino, el cielo, compartir su misma vida…es algo que nos sobrepasa, que nunca podremos comprar ni ganar con nuestros medios y que siempre será un regalo suyo.
