sábado, octubre 26, 2013, 07:48 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 30º DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C (27-10-2013). La oración humilde1ª Lectura. Eclesiástico 35 15b-17. 20-22ª. Los gritos del pobre atraviesan las nubes. A quien no atiende nadie, le atiende amorosamente Dios.
2ª Lectura. 2ª carta de San Pablo a Timoteo 4, 6-8.16-18. Ahora me aguarda la corona merecida.
Evangelio. Lc 18, 9-14. El publicado bajó a su casa justificado; el fariseo, no
El evangelio nos habla de oración. El Señor, dirigiéndose a unas personas religiosas, pero muy soberbias y seguras de ellas mismas, les dice esta parábola, para descubrirnos la única actitud posible para llegar al corazón de Dios: la humildad. La parábola habla de un fariseo y de un publicano.
La palabra “fariseo” es un insulto; es sinónimo de falso, de hipócrita, de persona que cuida las formas, la apariencia… pero su vida no se corresponde ni con lo que dice ni con lo que exige a los demás.
En el tiempo de Jesús eran un grupo religioso que conocían muy bien las Escrituras y las sabían interpretar; cumplían las normas de manera impecable, para estar tranquilos ante Dios, pensando que se encontraba obligado a corresponderles por lo bien que actuaban. Tenían algunos peligros muy graves: considerarse mejores que los demás, ser duros, despreciar a quien no era como ellos y tratar a Dios con exigencias, como quien no tiene nada que agradecer porque todo se lo han ganado y se lo merecen.
El fariseo del evangelio sube al templo a dar gracias a Dios por ser como es: perfecto y estupendo. Hace muchas cosas buenas, lo sabe y lo dice. Se encuentra bien, que es lo que le importa, actuando así. Es muy arrogante.
El publicano no tiene la misma actitud, sube a pedir misericordia, no a presentar sus méritos. Los publicanos, en tiempo de Jesús, eran mirados con desprecio; trabajaban para los romanos y eran juzgados, de entrada, como a personas que solo les interesaba el dinero. Conocemos a un publicano a quien Jesús miró con cariño, se llamaba Zaqueo y tuvo una reacción extraordinaria de conversión personal ante la llamada del Señor.
El publicano del evangelio subió al templo, con una actitud muy humilde, a pedir misericordia. Nos dice el evangelio que salió justificado, y el fariseo, no. “Todo el que se humilla será ensalzado y el que se ensalza será humillado”.
La humildad no consiste en considerarnos menos de lo que somos. Santa Teresa decía que la humildad es la verdad. Vernos y ver al hermano en su realidad y en su dignidad. El orgullo y la mentira siempre son malos, dificultan la relación con los demás y hacen que los tratemos de manera injusta. Tampoco ayuda actuar por interés, por buscar ganancia personal. Todos tenemos cosas que ofrecer y todos necesitamos mucho de los demás.
Fariseísmos han existido siempre, porque siempre han existido y existen personas que se consideran superiores, mejores, con mas derechos sobre los demás, y que abusan de los muchos y variados pobres de cada tiempo.
A Dios le duele el sufrimiento de las personas maltratadas y despreciadas por sus hermanos; la primera lectura nos habla de que siempre llega al Señor el gemido del que es víctima de cualquier injusticia de cualquier persona. El comportamiento del creyente debe ser justo y caritativo con toda persona y su voz siempre debe defender a los marginados, abandonados, ninguneados.
El Papa Francisco nos está urgiendo continuamente a que estemos afectiva y eficazmente con los hermanos que sufren en las periferias existenciales de este mundo. La dignidad y la verdadera grandeza está en el servicio al hombre. No formamos parte de ningún club de personas selectas, superiores o distinguidas, somos hijos de Dios y hermanos de los más necesitados.
( 406 visualizaciones )