Blog del párroco
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO (28 noviembre) 
domingo, noviembre 28, 2010, 09:47 AM - Comentarios a las Lecturas
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

1ª Lectura: Isaías 2, 1-5. El Señor reúne a todos los pueblos en la paz eterna de Dios.

Salmo 121: Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor”

2ª Lectura: Romanos 13, 11-14. Nuestra salvación está cerca.

Evangelio: Mateo 24, 37-44. Estad en vela para estar preparados.

“Aviva, Señor, en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras…”, es la petición de la Iglesia en la oración colecta de este primer domingo de adviento.

Cristo vino, viene y vendrá. El cristiano debe vivir lúcidamente esta cercanía del Señor, mantener la actitud vigilante en medio de la noche para no perder la esperanza en un nuevo amanecer y tener muy despierto el deseo de encontrarse con El, con una vida consecuente con su condición de cristiano.

La primera lectura nos presenta una visión-sueño de Isaías que se hará realidad cundo llegue el Mesías: habrá firmeza y seguridad en la casa del Señor; allí seremos reunidos, nos encontraremos como pueblo; seremos instruidos por la Palabra; educados para la paz.

El Evangelio nos recuerda que no conocemos el día ni la hora de este regreso del Señor, del cumplimiento de las promesas; Jesús nos pone dos ejemplos. Lo que ocurrió en los días de Noe, a quienes el diluvio cogió desprevenidos y lo que puede suceder cuando el ladrón puede presentarse en cualquier noche. Nos anima a la atenta vigilancia, para evitar la doble tentación de vivir encerrados en nuestros propios asuntos e intereses o dispersos en las superficialidades de la vida y no pendientes de lo realmente importante.

San Pablo en la segunda lectura nos dice que la vida del cristiano debe estar llena de algo mas que comer, beber o reñir; que dejemos las obras de las tinieblas y que nos “pertrechemos”, nos armemos, nos equipemos con las armas de la luz, para caminar con dignidad.

La certeza de que el Señor vendrá nos recuerda que en este mundo, tantas veces tan incomprensible y donde tantas veces lo vemos sin salida, es posible la esperanza, porque el Señor está implicado, más que nadie, en la historia y en la salvación humana. Pero en el cristiano supone una espera activa, ya que estamos llamados a mejorar esta sociedad siendo fermento del evangelio desde todos los ambientes. La esperanza nos recuerda que todo esfuerzo humano es eficaz, vale la pena, porque es mediación para la acción de Dios.
Vigilancia a lo que el Señor nos pida, esperanza ante las cosas grandes que el Señor realiza y confianza en los medios y los tiempos de Dios.
¡Ven, Señor, Jesús!

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ADVIENTO 2010 
sábado, noviembre 27, 2010, 10:31 AM - Otros
ADVIENTO 2010
“Adviento” significa “venida”, llegada solemne, la de un gran personaje que pone en movimiento una gran preparación para su acogida.

El gran personaje es Jesús, que vino de la Virgen María revestido de nuestra carne, con gran humildad, pobreza y silencio, en la primera Navidad en Belén; que volverá solemnemente como Señor, revestido de gloria, al final de los tiempos; y que sigue viniendo muchas veces todos los días, a cada uno de nosotros, en las necesidades de los hermanos y en las ocasiones en las que podemos actuar desde sus mismos valores, en su nombre.

En adviento somos conscientes de las venidas del Señor y nos preparamos para celebrarlas. La histórica, que tanto supuso para nosotros y tanto bien nos hizo, ya que al compartir nuestra naturaleza nos dio la dignidad de ser hijos de Dios y con su manera de hacer, nos indicó sus preferencias, sus urgencias e incluso, su estilo; La del final de los tiempos, que nos mantiene despierta la esperanza en tantas causas de las personas buenas, justas, pobres…El es la garantía de realización de todas las expectativas de las personas, no está perdida ninguna causa noble del ser humano. El Señor vendrá y Él es quien tiene la última palabra. Y las venidas continuas a nuestra vida, que nos ayudan a estar vigilantes y a vivir el día a día con entrega, como una respuesta fiel a quien nos busca, nos sostiene y nos sale al camino.
Los cuatro domingos de Adviento son cuatro etapas que se resumen en cuatro palabras: vigilancia, conversión, espera y acogida.

Los cristianos y la Iglesia debemos vivir como “centinelas en la noche”, somos perpetuos expectantes, vivimos la seriedad del presente mirando al porvenir. El Señor vendrá pronto si lo sabemos esperar. La noche es menos oscura cuando se vislumbra una luz en la lejanía, las situaciones difíciles de la vida son mas afrontables sabiendo que no estamos solos ni perdidos, el Señor está ahí y sigue viniendo porque nos ama. La vigilancia te impide vivir encerrado en ti mismo y disperso en cosas que no son fundamentales.

Juan el Bautista nos indica que el reino que anunciaban los profetas, ya es inminente “hay uno entre vosotros al que no conocéis…” y muestra directamente a Jesús Mesías, Cordero de Dios. También tiene la ingrata misión de llamar a todos a la conversión y de arriesgar la vida por la verdad del Reino. Juan es predicación viva y testigo creíble. San Agustín decía “Juan es la voz y Cristo la palabra”. Viene del desierto, como antes vino Israel, y en el silencio escuchó la voz del Señor, y nos invita a “preparar los caminos, a allanad los senderos”. Denunció las injusticias con dureza y valor, invitó a la conversión: “raza de víboras…ya está el hacha en la raíz si no dais frutos…”.Al mismo tiempo, se manifestó humilde y muy amable ante aquel que anunciaba ya cercano. Austeridad personal, denuncia enérgica del mal, indicación clara del salvador, humildad e invitación a la conversión sincera y total. Todo un ejemplo el Bautista.

Pero el adviento, además de un tiempo penitencial, lo es también de gozosa espera en el Señor. Necesitamos concentrar en El la mirada para contemplarle como el Siervo, el ungido por el Espíritu del Señor, en quien se dan en plenitud todos los dones que nos llenarán de gozo y alegría.
El Mesías hará realidad todas las promesas “los ciegos, ven…los cojos andan…pacerá el lobo con el cordero…”Habrá entendimiento y reconciliación. Viene a rescatar vidas, a que descubramos el gozo sencillo de la vida, a que, con normalidad y sencillez, lleguemos a la plenitud de la vida.

En Adviento, la espera se hace acogida y lo vemos en María, “quien esperó con inefable amor de madre”. Dios necesitó de la complicidad de una Virgen, Sierva del Señor, pobre de Yahvé, quien aceptó silenciosa y llena de fe su destino y confió siempre. También José, hombre justo y bueno, manifestando un temor sagrado, acogió, se olvidó de sí y se puso al servicio del plan de Dios. La Encarnación es un misterio muy grande para un hombre. A María se le dio un signo, José necesitó la ayuda del ángel en el sueño, nosotros sin la fuerza del Espíritu fruto de la oración personal, tampoco podremos vivir el misterio de un Dios que se reviste de nuestra carne para que nosotros vivamos transformados desde El.
¡Feliz y fiel Adviento! ¡Ven, Señor Jesús!


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SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (21 de noviembre) 
sábado, noviembre 20, 2010, 10:16 AM - Comentarios a las Lecturas
SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO
(Domingo 34º del Tiempo Ordinario, último del año litúrgico)

1ª Lectura: 2º de Samuel 5, 1-3. Ungieron a David como Rey de Israel.

Salmo 121. Qué alegría cuando me dijeron: “vamos a la casa del Señor”.

2ª Lectura: Colosenses 1, 12-20. Nos ha trasladado al reino de su Hijo querido.

Evangelio: Lucas 23, 35-43. Señor, acuérdate de mí, cuando llegues a tu reino.

Jesucristo es Rey y Señor del universo y de cada uno de nosotros, y su reino, como diremos en el prefacio, es el reino de la verdad y de la vida, de la santidad y de la gracia, de la justicia, del amor y de la paz.

Esta fiesta fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de marzo de 1925, para motivar a los católicos a reconocer que el único Señor de la Iglesia es Jesucristo.
Posteriormente, al mover esta fiesta al final del año litúrgico, se le añadió un nuevo sentido, resaltando que Cristo es centro de la historia, principio y fin, alfa y omega.
Cristo ya ha comenzado a reinar en la vida de todos los que le seguimos queriendo ser justos, veraces, fieles a su palabra, comprometidos con la defensa de la vida y con los pobres, servidores y sacrificados; pero no reinará definitivamente hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de la historia.
En tiempos de persecución a los cristianos por odio a la fe, “Viva Cristo Rey”, ha sido para muchos el grito de fe y amor al Señor en el momento de la muerte.

La primera lectura nos narra la unción de David como rey de Israel; por la unción del Señor pasa de pastor de ovejas a pastor de pueblos; el es figura de Ntro. Sr. Jesucristo, el ungido por el Espíritu, pastor auténtico que llegará a dar la vida, Rey de reyes y Señor de los señores.

La segunda lectura es un himno en el que contemplamos el señorío cósmico de Jesucristo, su grandeza, su misión: Él nos ha redimido, es la imagen del Dios invisible, es el mediador de la creación, quien lo sostiene todo; es cabeza, principio, primogénito, el primero en todo, en quien reside la plenitud de la divinidad, el único que reconcilia cielo y tierra por la sangre de su cruz. Es quien nos permite alcanzar la plena y definitiva posesión del reino de Dios.

El evangelio nos presenta a Jesús en la cruz, próximo a la muerte, entre las burlas de los que lo rodean. Así reina Jesucristo.
El pueblo está en silencio mirando. Las autoridades, los soldados y uno de los ladrones crucificados se burlan. Solo el “buen ladrón” le defiende y le suplica.
Le dicen “Mesías”, “elegido”, “rey de los judíos” “sálvate a ti mismo”.
Jesús completa el plan misericordioso de Padre perdonando a quienes le crucifican y prometiendo compartir su destino a quien confía en él. Su victoria sobre la muerte constituye su reinado sobre todos, judíos y no judíos y nos muestra su evangelio como el único camino hacia la vida.

Manifestemos con nuestra vida que Jesús es nuestro rey y señor, y como el buen ladrón tengamos valor para defender a Jesucristo, a la Iglesia, los valores de la vida cristiana, para poderle suplicar que se acuerde de nosotros. Y él, como al buen ladrón nos dirá “te lo aseguro, hoy estarás conmigo”.

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DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO 
sábado, noviembre 13, 2010, 03:12 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO (14 de noviembre)
Día de la Iglesia diocesana.

1ª Lectura: Malaquías 3, 19-20ª. Os iluminará un sol de justicia

Salmo 97: El Señor llega para regir la tierra con justicia.

2ª Lectura: 2ª Tesalonicenses 3, 7-12. El que no trabaje, que no coma.

Evangelio: Lucas 21, 5-12. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

El próximo domingo terminaremos el año litúrgico con la solemnidad de Jesucristo Rey del universo. Hoy también tiene el evangelio un sentido final: se acaba el Templo de Jerusalén, como espacio de encuentro entre el pueblo de Israel y Dios, y empieza un nuevo templo indestructible, Cristo mismo, el nos asegurará el encuentro con Dios en cualquier momento y en cualquier lugar.

El domingo pasado y el día de los difuntos hablábamos de la fe en la resurrección y en la vida eterna. El próximo domingo pondremos los ojos en Jesucristo, como centro y fin de la humanidad. Hoy miramos el presente de nuestra comunidad, de la Iglesia, que camina entre muchas dificultades, en medio de la historia, hacia el encuentro con el Señor.
Hoy es precisamente el día de la Iglesia diocesana.

Las lecturas nos recuerdan que esta historia, que el tiempo de la Iglesia, tendrá su fin. La primera lectura nos habla de un juicio de Dios, que será condenatorio o salvador. El salmista nos consuela al decir que Dios trae en sus manos la salvación. El evangelio nos invita a mantenernos fieles, a mirar de manera lúcida y responsable la realidad, a tener paciencia en las dificultades, a no desanimarnos ni dejarnos engañar, por momentos difíciles y dolorosos que podamos vivir. Pablo en la segunda lectura nos manda que mientras estamos en este mundo, no dejemos de trabajar.

Con un lenguaje especial, llamado escatológico, utilizado en aquella época, para hablar de las últimas realidades, se nos habla de los últimos tiempos. No es para que tomemos las imágenes al pie de la letra, pero tampoco para que ignoremos el mensaje que encierran.

La palabra de Dios nos llama a que vivamos con realismo. Nunca nos ha dicho el Señor que seguirle sea fácil ni que el camino no tenga dificultades.
También nos alerta de que no nos dejemos engañar por ideologías, planes o modas que nos aparten de Jesucristo: “no vayáis tras ellos”. En situaciones difíciles hay que centrarse en lo esencia, sin perder la calma. Siempre contamos con la ayuda del Señor y nunca se nos pide nada superior a nuestras fuerzas.
Los momentos difíciles no son tiempos de lamentos sino ocasiones de testimonio. “Con vuestra paciencia, salvaréis vuestras almas”. Paciencia, tenacidad son virtudes del que cree y no regatea esfuerzos a lo que Dios le pide y las circunstancias le exigen. Esta es la forma cristiana de esperar.

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DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO (7 de noviembre) 
sábado, noviembre 6, 2010, 03:02 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO (7 de noviembre)

1ª Lectura: 2º de Macabeos 7, 1-2. 9-14: El Rey del universo nos resucitará para una vida eterna.

Salmo 16: Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.

2ª Lectura: 2ª a Tesalonicenses 2,15 -3,5; El Señor os de fuerzas para toda clase de palabras y de obras buenas.

Evangelio: Lucas 20, 27-38: Dios no es un Dios de muertos sino de vivos.

La primera lectura nos relata el valor y la fortaleza de los hermanos Macabeos y de su madre. Su fe en la resurrección les lleva a valorar más la fidelidad a las leyes del Señor que a su propia vida y les da fortaleza para resistir los sufrimientos de la tortura; su seguridad en una vida después de la muerte refuerza su fidelidad.

En la segunda lectura, Pablo tiene que corregir a los Tesalonicenses que esperan la venida inminente del Señor y les recomienda fortaleza y constancia en toda clase de palabras y de buenas obras.

El evangelio nos presenta a Jesús en Jerusalén, al final de su camino. Aquí, en el corazón del judaísmo, se produce con los saduceos el debate sobre la resurrección, hecho central del cristianismo.
Los saduceos no creían en la resurrección, porque decían que no se hablaba de ella en el Pentateuco, únicos libros de la biblia que ellos aceptaban, y se atreven a ironizar con Jesús a propósito de la ley del levirato que procuraba que todo judío tuviera descendencia legal, aun después de la muerte.
Jesús afirmará que Dios no es en Dios de muertos sino de vivos afianzando su enseñanza en la autoridad del mismo Moisés, a quien los saduceos aceptaban.

La vida viene de Dios y no puede terminar en la muerte. Dios es vida, fuente de vida, y conduce a la plenitud. Creer en este Dios de vivos y por quien todos viven supone querer y valorar la vida, defenderla, construirla.
La resurrección no es una continuación de esta vida presente: esta vida no es para eternizarse, hay mucha pobreza, mucho sufrimiento, mucha violencia, mucho mal. Resucitar no es volver a esta vida con sus todas sus pobrezas y limitaciones. Dios nos invita a creer en la vida eterna, una vida nueva, en plenitud, que cuesta entender desde nuestra realidad cotidiana.

Para un creyente morir es cambiar la vida y la resurrección nos recuerda que, aun en medio de tanto sufrimiento, nada está perdido.
Necesitamos que la esperanza en la resurrección de sentido a nuestra vida presente y nos anime a trabajar por un mundo más justo y mas humano. La fe en la resurrección nos impulsa a valorar, defender y acrecentar la vida, la propia y la de los demás. Nos sostiene en el compromiso (como a los Macabeos) porque siempre Dios está junto a nosotros y nos sostiene.
Debe de favorecer una sensibilidad especial para nuestra forma de ser cristianos y de estar en el mundo: nada que atente contra la dignidad del ser humano nos es indiferente porque estamos llamados a una plenitud, que Dios consumará después de este mundo y por la que nosotros nos esforzamos porque creemos en la vida que viene de Dios.
La verdadera esperanza en la resurrección nos libera de la pereza del vivir con brazos cruzados, nos impulsa al compromiso y nos da la alegría de saber que el mal, aunque sea mucho, será vencido.




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