viernes, diciembre 21, 2012, 04:42 PM - Comentarios a las Lecturas
CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO (23-12-2012)1ª Lectura. Miqueas 5, 2-5ª. Belén…de ti saldrá el jefe de Israel.
Salmo 79. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
2ª Lectura. Hebreos 10, 5-10. Cristo al entrar en el mundo dijo: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”.
Evangelio. Lucas 1, 39-45. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mí Señor?
Las lecturas de este cuarto domingo de Adviento ya nos hablan de la navidad: Belén, el pueblo del jefe de Israel; María, la Madre de mi Señor, la feliz porque ha creído; Cristo entrando en el mundo para hacer la voluntad del Padre; la súplica del pueblo creyente: Oh Dios, Pastor de la casa de Israel, Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Pero hoy, la gran protagonista es María. Ella es la puerta por la que entra Dios al mundo. Ella es la Virgen que nos acerca a Dios y nos lo humaniza y nos lo hace tan nuestro.
En ella vemos el favor y la gracia de Dios que la elige y prepara, y la libertad humana que acepta y se entrega. En María se da el más profundo encuentro y la más estrecha colaboración entre Dios y los hombres.
El evangelio nos narra la Visitación, el encuentro gozoso de dos madres y de dos hijos, aún no nacidos.
María se puso en camino tras escuchar el anuncio del ángel: para servir a su anciana prima que va a ser madre, y para contemplar el signo que es la maternidad de Isabel, del misterio que se está realizando en ella.
Isabel la recibe exultante, grita de alegría, la llama “bendita entre las mujeres”, bendecida por Dios; “la Madre de mi Señor”, de mi Dios; la “dichosa porque ha creído”, porque se fió del todo de Dios; la creyente, la “peregrina de la fe” como la llamaba el beato Juan Pablo II.
En María hoy no escuchamos palabras, solamente vemos gestos llenos de amor. Salió de su casa, se puso con prontitud en camino para servir. Un abrazo de dos mujeres que conocen la acción de Dios en ellas y que las llena de alegría. Es la primera portadora de Cristo, mensajera del Evangelio. Estar llenos de Dios y servir a los hermanos, con humildad y caridad, es el mensaje más claro y elocuente.
Los cristianos queremos evangelizar. Nuestra palabra solo llega a los demás cuando precede, acompaña y siguen obras de santidad, amor y cercanía real a los hombres. María es maestra de evangelización porque sabe encontrarse con los que sufren, desde el silencio y la caridad, para servirlos.
En la segunda lectura hemos escuchado: “Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad”. Es la actitud de Cristo y de María: Escucha, obediencia y entrega. Es Dios quien hace con nosotros y en nosotros. Que siga obrando maravillas.
