Blog del párroco
FIESTAS Y HORARIOS DE MISAS Y CELEBRACIONES DURANTE EL CICLO DE NAVIDAD 2013-2014 
lunes, diciembre 23, 2013, 12:20 AM - Avisos
FIESTAS Y HORARIOS de misas
del Ciclo de NAVIDAD 2013-14

Martes 24 de diciembre: Día de Nochebuena.
-Misa de la mañana, propia del día 24, a las 12’30 h
-Misas vespertinas de la Vigilia de Navidad, a las 17 y a las 20 h.
-Misa de medianoche a las 24 h.

Miércoles 25 de diciembre: Día de Navidad. Día de precepto. Misas a las 11, 12, 13, 20 y 21 horas.

Domingo 29 de diciembre: Día de la Familia y la vida.
-Sábado 28, misas a las 12’30, 17 y a las 20 h.
-Domingo 29, misas a las 11, 12, 13, 20 y 21 h.

Martes 31 de diciembre, último día del año.
-Misa de la mañana, propia del día 31, a las 12’30 h.
-Misas vespertinas del día de Año Nuevo, festividad de Santa María Madre de Dios: A las 17 h y a las 20 h.
-Exposición del Santísimo con Te deum de acción de gracias por el año que termina y Veni Creator pidiendo a Señor su asistencia en el año que empieza a las 19’15 h.

Miércoles 1 de enero de 2014: Santa María Madre de Dios, Octava de Navidad, Comienzo del año civil. Día de precepto. Misas a las 11, 12, 13, 20 y 21 H.

Domingo 5, II después de Navidad.
Misas a las 11, 12, 13, 20 y 21 h.

Martes 6, La Epifanía del Señor, los Santos Reyes Magos. Día de precepto.
-Misas a las 11, 12, 13, 20 y 21 horas


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4º DOMINGO DE adviento. Ciclo A (22-12-2013) 
jueves, diciembre 19, 2013, 09:02 AM - Comentarios a las Lecturas
4º DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo A. 15-12-2013.

Es tiempo de acoger al Señor.

1ª Lectura. Isaías 7, 10-14. La Virgen concebirá

Salmo 23. Va a entrar el Seño: El es el Rey de la gloria.

2ª Lectura. Romanos 1, 1-7. Jesucristo, de la estirpe de David, hijo de Dios.

Evangelio. Mateo 1, 18-24. Jesús nacerá de María, desposada con José, Hijo de Dios.

Es el domingo de María, quien “esperó con inefable amor de madre”.

Ella conoció desde el anuncio del ángel, que el Hijo de sus entrañas era el Hijo de Dios.

Ella se llenó de alegría ante el hecho de la maternidad, se sintió parte en el plan de Dios, incorporada a un proyecto sobrenatural que la hizo más elegida y más pequeña. Ella se sintió más dispuesta y más feliz y se preparó para ser madre. Ser madre es ya no poseerse, ser para tu hijo. En el caso de ser madre del Hijo de Dios, además de no poseerse a sí misma, su entrega era más total.

En el plan de Dios, también está José. Un hombre que quería mucho a María y esperaba mucho de Dios; “bueno y justo”, inteligente, quien descubre que todo comienza a realizarse como él no había programado. En un primer momento… sorpresa, y deseo de abandonar, porque no conoce ni su sitio ni su misión; pero lo aceptó todo con responsabilidad e interés, porque era cosa del Padre, quien confiaba en que cuidaría con mas fidelidad que nadie a María y a Jesús, porque era quien más les amaba.

El ángel se lo descubrió en sueños (delicadezas de Dios): tiene que poner el nombre a Jesús, quien, como José, también pertenece al linaje de David, y tiene que cuidar a María. Dios le necesita, lo que hace y cómo lo hace. Desde la discreción, con una gran humildad, hace que todo se desarrolle como tiene previsto Dios.

Para “ajustarse” al engranaje del plan de Dios tuvo que ser un hombre de oración y discernimiento, de silencio y obediencia, que todo lo hizo bien porque solo le movía el amor. Confió como María y siguió adelante. ¡Qué gran ejemplo para cada uno de nosotros! Todos tenemos un sitio en el plan de Dios, hay que descubrirlo y entregarse. Juan Pablo II, desde la profunda admiración que le profesaba escribió sobre San José el documento “Custodio del Salvador”, y el Papa Francisco ha querido que en todas las plegarias eucarísticas le tengamos como intercesor y referente en nuestra vida cristiana.

Cada cristiano debemos querer colaborar con el plan de Dios, que sigue presente y actuando en el hoy que nos toca vivir. Como José y María, con su estilo personal. Nosotros, también estamos llamados a que la Buena nueva de Jesús, llegue a toda la tierra, tarea amplia y difícil, que nos supone dedicación exclusiva y permanente y mucha imaginación. Juan Pablo II hablaba de “muevas formas, nuevos contenidos, nuevo entusiasmo”.

Adviento es un tiempo de gracia especial. Esperar trabajando, vigilar despiertos, disponernos cambiando el corazón, mirar a lo lejos y sentirse orientados en la noche de la vida por la luz de la fe en Cristo, caminar, acoger, dejar nacer al Señor, hacer que llegue a los demás. Como María, como José.

Ahora Navidad es una misión difícil y a veces extraña. Muchos niños y mayores no relacionan que la cercanía con los familiares de estos días, es porque Dios pertenece a la familia humana; que nuestra solicitud especial por los pobres es consecuencia de ver a un Jesús pobre que viene a alimentar, a querer, a procurar que tengan lo necesario los pobres, porque son los hermanos más débiles; que los regalos que hacemos y recibimos es correspondencia al gran regalo que es Dios, para nosotros, quien nos llena de su amor y de su vida.

Navidad sin Jesús es otra deformación de un mundo de sentimentalismos vacíos y de consumo desenfrenado con el que todo se satisface, se compra y se corresponde, ¡Qué pena!

Hay que adorar al Niño y sentirse eficaz y afectivamente cerca del hermano. Mientras no sepamos adorar, admirar, agradecer, servir…desde la propia pequeñez, no descubriremos nuestra propia grandeza.


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TERCER DOMINGO DE ADVIENTO.Domingo de la alegría por la proximidad de la venida del Señor.Ciclo C. 15-9-2013 
sábado, diciembre 14, 2013, 06:45 AM - Comentarios a las Lecturas
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo A. (15-9-2013)

La esperanza en la venida del Señor produce gozo y paz.

1ª lectura. Isaías 35, 1-6a.10. Dios vendrá y nos salvará.

Salmo 145. Ven, Señor, a salvarnos.

2ª lectura. Carta del apóstol Santiago 5. 7-10. Manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca.

Evangelio. Mateo 11, 2-11. ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?

“Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante”. Domingo “gaudete”, domingo del gozo y de la alegría, porque el Señor está ya muy cerca. ¡Y cuánto nos alegran las buenas noticias!

Juan el Bautista, desde la cárcel de Maqueronte, envía a algunos discípulos a preguntar directamente a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”.La situación que vivía Israel era muy difícil: sometidos, empobrecidos, amenazados, sin instituciones religiosas, desunidos…Necesitaban la intervención de Dios, tan anunciada por los profetas. La respuesta de Jesús a Juan es que contemple lo que ya ha comenzado a suceder: “los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios…y a los pobres se les anuncia el evangelio”. Algo ha comenzado a moverse y no se parará. La salvación tan anunciada y deseada, viene con Jesús.

En la primera lectura Isaías anuncia, allá a lo lejos, una situación inimaginable:”el desierto y el yermo se regocijarán…y florecerá como el narciso, y se alegrará…”La visión de la gloria de Dios fortalecerá las manos débiles, robustecerá las rodillas vacilante, nos dará valor y fortaleza”. Tendremos una nueva percepción de las personas y de las cosas, una sensibilidad diferente ante los problemas, una nueva agilidad para la entrega y el servicio. El Señor viene, y no parará.

Jesús es la buena noticia, quien lo hará todo nuevo. Como hemos dicho en el salmo, él mantiene su fidelidad perpetuamente, él hace justicia, da pan, liberta, abre los ojos, endereza a los que ya se doblan y ama a los justos. Al Señor, que reina eternamente, le pedimos que venga a salvarnos. ¡Este es el motivo de nuestra alegría!

¡Cuántos desiertos hay en nuestro mundo y en nuestros corazones! Cuántas soledades, pobrezas, desamparos, desorientaciones. Cuántas personas heridas por la vida. Cuando miramos el mundo con tanta pobreza, con tantas personas sin hogar, sin familia…Cuando vemos que no hay instituciones humanas que lo arreglen, que hay muchas palabras, promesas y mentiras… Necesitamos que venga el Señor. Que nos cambie el corazón, solos no podemos.

El ha comenzado a hacer, quiere que le sigamos y que no nos escandalicemos de él; que no caigamos en la desesperanza de quien vive de la prisa y de lo fácil; que no confundamos el gozo con una alegría superficial y hueca que viene de las cosas y del consumo; que, impacientes, no lleguemos a pensar, que “nada vale la pena” o que cualquier esfuerzo “no sirve para nada”.

Creer en el proyecto de Jesús da alegría y unirse Él, da sentido a la vida. El viene, ha comenzado, ni abandona ni se olvidará del mundo y de los hombres. No estamos solos.

En la segunda lectura el apostol nos exhorta al trabajo, al compromiso. Nunca hay que esperar de brazos cruzados. En la vida hay que sembrar la mejor semilla, y hay que tener paciente esperanza, como el labrador, que necesita las primeras lluvias para que todo no sea en vano y brote la cosecha.

Alegría, porque viene el Señor a transformar todos los desiertos, empezando por el corazón de cada uno, sumidos, tantas veces en cansancios y desencantos. La Navidad conmueve. La cruz es fecunda, es el árbol de la vida: “los que por el anuncio del ángel, hemos conocido el nacimiento del Señor, por su pasión y cruz lleguemos a la gloria de la resurrección”. Jesús nos trae la vida nueva. Aquí está nuestra esperanza y nuestro gozo.

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INMACULADA CONCEPCION. 2º DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo A. 8-12.2013 
viernes, diciembre 6, 2013, 11:02 AM - Comentarios a las Lecturas
INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN.
2º DOMINGO DE ADVIENTO, Ciclo A. (8-12-2013)

Se celebra esta fiesta desde el año 1476, y con toda solemnidad desde la definición dogmática que tuvo lugar en 1854.

1ª Lectura. Génesis 3, 9-15.20. Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya.

Salmo 97. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.

2ª Lectura. (Corresponde al 2º domingo de adviento). Romanos 15, 4-9. Cristo salva a todos los hombres.

Evangelio. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.

Todos los cristianos nos alegramos al celebrar esta fiesta de la Inmaculada Concepción al contemplar el cuidado que pone Dios para llevar adelante su plan de salvación sobre los hombres. Necesitaba “una digna morada” para su Hijo, y la preparó en María; la preservó de pecado, la llenó con su gracia, eligió muy bien. Y María dijo “si” a lo que Dios le pedía y necesitaba y Dios llevó, con ella y en ella, su plan de salvación, ya que en ella se encarnó el Hijo de Dios.

La primera lectura proclama la grandeza de Dios al contemplar la bondad de la creación: todo es armonía, todo sale bien hecho de las manos de Dios. Sin embargo muy pronto aparece el mal, la vergüenza, el desencuentro… por la desobediencia y el orgullo del hombre. La consecuencia es el pecado, la falta de solidaridad, la vergüenza ante la propia desnudez, las acusaciones mutuas. San Agustín llamó a este pecado primordial, “pecado original”.

En el evangelio, Dios, a través del arcángel Gabriel, se encontró con María, quien escuchó su voz y humildemente se puso a su servicio. Aquí hay escucha, encuentro y entrega.

María Inmaculada nos trae un mensaje de esperanza. Pablo VI, cuando concluía el concilio el 8 de diciembre de 1965 nos decía:”María Inmaculada es inocente, purísima, perfecta…es la autentica Mujer ideal y real al mismo tiempo”. Ideal, porque en ella vemos lo que Dios quiere para toda la humanidad; ser persona es ser como María. Y real, porque pasó por todas las dificultades y sufrimientos de la historia y eligió bien, no sucumbió ante el mal, fue fiel y supo estar con todos hasta el final. Siempre su proyecto fue el de Dios, y su deseo profundo, hacer su voluntad.”La belleza de María, decía Pablo VI, se convierte para nosotros en un modelo espiritual, en una esperanza confortadora”.

El himno Akáthistos llama a la Virgen “revancha del género humano”, la única que puede plantar cara al mal porque el descendiente de esta mujer, con su entrega suprema en la cruz, vencerá el pecado del mundo.

En María empieza una nueva creación. El Espíritu Santo la “cubrió con su sombra” y nosotros somos sus hijos y debemos ser como ella. Su proximidad a todas las circunstancias de sufrimiento humano la hacen especialmente cercana a todo lo que podemos vivir. Y sus respuestas la convierten en la mejor referente y maestra.

Los muchos problemas y motivos de sufrimiento de las personas de nuestro tiempo por tantas crisis, y la urgencia de nuestra misión evangelizadora nos impulsan a una vida de entrega y servicio, que solamente será posible si, como María, somos personas de oración y escucha, libres y humildes, oyentes de la palabra y atentas a las necesidades de los hermanos, y servicialmente entregadas, movidas únicamente por un amor a Dios muy grande.

Segundo domingo de Adviento, camino de esperanza. Cristo llega, no estamos solos, y mientras tanto debemos trabajar, como hizo María, “con inefable amor de Madre”, por la transformación del mundo.

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PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo C 1-12-2013 
sábado, noviembre 30, 2013, 01:15 PM - Comentarios a las Lecturas
1er. DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo A. 1-diciembre-2013.

Velad y estad preparados

Comenzamos el año litúrgico y el tiempo de Adviento, tiempo de preparación a la celebración del misterio de la Encarnación del Señor.

El adviento nos recuerda que la Iglesia vive entre dos venidas de Cristo: la histórica, en Belén, cuando nació de María Virgen, cuando Dios entró en nuestra historia para que podamos vivir su misma vida, y la del final de los tiempos, la escatológica, cuando vuelva como Señor y Juez para devolver su dignidad a todos los pequeños y maltratados de la historia.

Es tiempo de memoria y de proyección al futuro. En las actuaciones de Dios siempre hay un infinito amor. En la eucaristía, que celebramos “mientras esperamos la gozosa venida de nuestro Salvador Jesucristo” la Iglesia expresa, después de la consagración, su gran deseo: “Ven, Señor Jesús”.

Hoy, en la oración colecta de la misa le pedimos al Padre que “avive en nosotros el deseo de salir al encuentro de Cristo que viene”. Avivar el deseo. Hay que tener verdadero entusiasmo en vivir en Cristo, ser como él y ser de él. No hay que ser un “pobre cristiano” inseguro y vergonzante que vive su fe como una carga. El cristiano es feliz siendo testigo y apostol

El evangelio nos subraya las dos actitudes necesarias para que la espera sea eficaz:” Velad”, discernir, estar atentos, ver…porque no sabemos cuándo vendrá…y “estad preparados”. ¿Cómo?, nos responde San Pablo en la segundo lectura: revestidos de Cristo, siendo como Cristo. El apostol concreta y nos alerta de la gula, las pasiones, el desenfreno, la violencia. Conforme pasa la vida, el “día se echa encima”, nos acercamos al momento del encuentro con el Señor.

No es fácil “velar” porque estamos rodeados de motivos de entretenimiento y distracción; además, muchos de estos motivos salen de dentro de nosotros; y “pertrecharse”, que dice Pablo, es armarse con todo lo necesario para no sucumbir ante tanta pelea; nos pertrechamos con la oración, con la austeridad, con la disciplina interior…hay que “estar en forma”.

Isaías en la primera lectura nos anima anunciando que el Mesías reunirá a todos los pueblos dispersos, por lejanos que estén, y que traerá la paz. Un mundo donde los hombres no choquen ni se destruyan, sino que se encuentren, donde desaparezca todo lo que destruye, crea dolor y genera muerte, donde “de las espadas surjan arados y de las lanzas podaderas”….Ese es el proyecto de Dios, por el que no abandona y por el que está dispuesto a volver.

Adviento, tiempo de espera y de esperanza. De espera activa, de oración y de trabajo. De estar en el propio sitio con ilusión, porque todos los tiempos son de Dios y él viene a nosotros.

Como Isaías y los demás profetas, debemos saber mirar a lo lejos y hacia arriba, al interior, al corazón. Como Juan el Bautista debemos tener valor para enderezar, para rellenar lo escabroso, para curar el corazón y mejorar los sentimientos. Como José debemos afinar el oído para escuchar a Dios hasta en sueños, y sin palabras, confiar en él mas que en nosotros mismos y asumir nuestras responsabilidades sabiendo que forman parte del plan salvador de Dios. Y como María, quien “esperó con inefable amor de Madre”, dar a Dios un sí con tanto amor que siempre vivamos de él.


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